Por negocios...¡Al fin!

Caminaba de un lado para el otro, vestía su traje militar color verde oscuro, y llevaba su adorado sable, con el cual había luchado por su independencia, por la de su hermano Perú y Chile.

No había dormido en varias noches seguidas, ¡qué demonios! ¡No lo podía disimular ni un poco! ¡Estaba más que ansioso y nervioso!, había estado deseando pisar tierras Alemanas ¡desde hacía años!, y ahora mismo ¡Tenía la oportunidad!. Había llegado a aquel país, llevandole de su materia prima, aunque por negociar con el aleman y el italiano, sólo lograba que Alfred le jodiera la economía, ¡no importaba!, ¡él haría lo que fuera por los del eje!.

Comenzó a golpear sus dedos sobre una las cajas con las mercaderias intranquilo, muy bien, había hasta practicado, lo que diría y haria, tenía que controlar, su personalidad impulsiva, ni que fuera una colegiala inocente y pura, que se sonrojaría y callera desmayada... No, él, era bien hombre.

- Muy bien.- respiró hondo varias veces, intentando calmarce, acomodó un poco su sombrero de la milicia sobre su cabeza, para al otro segundo quitarcelo y comenzar a girarlo entre sus manos, no, la verdad es que la emoción lo estaba comiendo por dentro.

La mayoría de su gente apoyaba a los nazis, eso era bien sabido por el mundo, Argentina era simpatizante declarado del Eje, sino fuera por muchas desventajas, es más que obvio que se uniría a ellos.

Volvió a colocar el sombrero sobre su despeinado cabello, se frotó un poco los ojos, aunque lo que menos tuviera fuera sueño, o agotamiento, unas ojeras se marcaban bajo sus castaños ojos.

-Ya falta poco.- dijo sacando de uno de los bolsillos del pecho un pequeño reloj de color plateado, observando la hora, tragó saliva, y volvió a respirar, no podía evitar sentirce tan nervioso, tenía practicamente a Ludwing en un trono de oro en su mente.

Se apresuró hacia el sitio convenido para el encuentro andando a pasos largos, casi corriendo. Aún vestía su uniforme pero llevaba la gorra bajo el brazo y el viento de su carrera le agitaba el cabello, haciendo que algunos mechones abandonaran su bien definido sitio.

Había estado esperando ansiosamente por Argentina. La lucha estaba siendo dura y cualquier apoyo, por pequeño que fuera, era algo que agradecería por completo, incluso si el país latino no se prestaba para unir sus fuerzas a él en batalla.

Cuando finalmente sus ojos alcanzaron a verlo, el otro hombre se encontraba de espaldas a él. Detuvo gradualmente la velocidad de su avance y cuando se detuvo a su lado, respirando a bocanadas, le colocó una mano en el hombro para llamar su atención.

-Siento mucho llegar tarde.- dijo, con su voz formal eclipsada por un deje de alegría mal disimulado. -Pero me alegra que hayas venido...

Tragó nuevamente, guardando el reloj en su bolsillo, para volverlo a sacar al otro minuto, sin dejar de mirarlo, podía jurar que la manecilla se movía a una velocidad demasiado lenta para su gusto.

Sintió una mano apoyarce en su hombro, y el corazón casi se le sale del susto. La persona le habló, ¿qué demonios? ¿Acaso....?. El argentino se dió vuelta lentamente con el alma pendiendo de un hilo y el corazón en la boca.

A un metro suyo, se encontraba su más grande admiración, levemente despeinado y con la respiración algo agitada, su boca se entre abrió por unos momentos, mientras se autoabofeteaba mentalmente, para reaccionar, ¡Decir algo!.

- A-a-a- .- ¡WOW! ¡Cuánto había podío articular!, se volvió a autogolpear mentalmente, esta vez mucho más fuerte.- ¡Alemania!.- exclamó tragando.- Digo...se-señor Lud-Ludwing.- Aún le costaba articular un poco, él no tenía, bueno, enrealidad no había querido aprender los elegantes modales de Inglaterra, y no sabía muy bien como comportarce.

- No llegó tarde....- logró decir sonriendo, intentando reprimir su gran emoción.- No se preocupe.- ¡Un momento! ¡¿Alemania le había dicho que se alegraba de verlo?!, aunque fuera por ser cordial, ¡¿El mismícimo Ludwing se lo había dicho?!, Martin, hizo su mayor esfuerzo para mantenerce de pie lo más ergido posible, en cualquier momento sus rodillas cederían.

"¡Vamos Argentina! ¡Control! ¡CONTROL!" pensaba, sin poder suprimir una enorme sonrisa de felicidad.

-No se preocupe...- le dijo mirándolo directamente a los ojos notando la diferencia de altura .- A mi me alegra aún más.- dijo con total sinceridad levantando unos centímetros la mano dejandola a medio camino, ¿En Alemania se saludaban con la mano?, ¡no tenía idea!, en su casa se saludaba de varias maneras, ¡pero no sabía la manera común de aquél lugar!.

Lo observó con curiosidad por un momento y luego le sonrió. Si no mal recordaba, aquél joven era de la estirpe de Italia (Y lamentablemente aquello sólo había logrado que se preocupara. ¿Cómo sería? ¿Igual? ¿Tendría que cuidar de un Feliciano más? No estaba seguro de que sus fragmentados nervios pudieran soportarlo...) pero la expresión en su rostro, aunque por un momento lo hizo dudar, lo relajó bastante.

Le dedicó una mirada fija a su mano y después se irguió completamente, llevándose su propia mano a la frente en un saludo militar antes de estrecharla con la de él.

-En ese caso, por favor, acompáñame.- pidió, con voz cordial, y estiró los brazos para arrancarle de las manos la caja que el argentino llevaba consigo. -Yo llevaré esto.

Tuvo un pequeño tic nervioso al darse cuenta de lo que acababa de hacer, pero suspiró. Seguramente el tiempo que había pasado con Italia había terminado por afectarle más de lo que suponía.

Observó el saludo militar del rubio, y si ubiera tenido una pared cerca, lo más probable, es que en el momento en el que el aleman se diera vuelta se golpearía contra ella.

Estrecho su mano, reprimiendo una estúpida sonrisa que quería nacer en sus labios.

-¡Cómo usted ordene Jefe! jajaja.- las palabras y la risa nerviosa habían salido, de la pura nada, escapandoce por su boca, ¿dónde demonios estaba su hermano Chile para darle un fuerte golpe en la cabeza con ese instrumento?, el cual utilizaba siempre contra él, ¡Necesitaba qué alguien urgentemente le colocara bien la cabeza en su lugar!.

Sintió como le era quitada la caja de las manos, y su sonrisa se ensanchó.

"¡Yo sabía qué Ludwing era una persona amable!, disciplinario, ¡pero amable! y....y...." comenzó a perderce por unos momentos el argentino en sus pensamientos, dando un paso colocandoce al lado del rubio para seguirlo donde quiciera.

Caminó al lado de Argentina por un rato, sosteniendo la caja entre sus brazos y con la vista fija siempre al frente. A pesar de ello no había parado de hablar desde que comenzara la caminata, principalmente sobre asuntos de suma importancia (como indicaciones respecto a los suplementos, apoyo, y la situación actual por la que los Poderes del Eje estaban atravesando).

-Ojalá pudieras apoyarnos más directamente...- masculló, casi con disimulo, y aunque le resultaba irritante tener que hacer las cosas así, era su deber conseguir todo el apoyo posible para su causa. -Seguramente a Italia le resultaría agradable tenerte de nuestro lado, y a nosotros nos serías de mucha ayuda... *pero claro, es tu decisión*.

Finalmente alcanzó a ver a la distancia cómo comenzaban a dibujarse los contornos de una serie de bodegas en las que sus hombres solían guardar reservas alimenticias y de armamento. A propósito de ello, le resultaba agradable ver que el americano había llegado hasta ahí vistiendo su propio uniforme militar -ah, para Ludwig no había ropa más elegante que un uniforme, ni zapatos más cómodos que un par de botas de suela resistente-, y pese a que estaba sintiéndose ligeramente incómodo a su lado -vamos, él no era tonto y al argentino parecía sucederle algo raro- era cierto que le daba gusto tenerlo ahí.

Esperaba que después Feliciano se encargara de convencerlo de unirse al Eje o cualquier cosa que tuviera que pasar. Lo importante era equilibrar la balanza lo más ventajosamente posible que les resultara...

-A propósito.- dijo finalmente, cambiando con brusquedad el rumbo de su conversación. -¿Qué tal estuvo el viaje? Lamento que éste no sea el momento más idóneo para visitar mi país, pero espero que puedas disfrutar de tu estadía durante el tiempo que ésta dure... -y ojalá fuera bastante.

Admiraba los grandes avances tecnológicos de los cuales Alemania le hablaba, había desarrollado muchos tipos de armamento, especialmente estaba imprecionado por los lobos grises del mar, los submarinos alemanes que eran el terror de los aliados.

Había estado mirándolo directamente al rostro mientras caminaba, milagrosamente no se había tropesado con nada, en el momento en el que el rubio, habló sobre lo de apoyarlos más, Martin giró su rostro hacia el frente, llevandoce una mano a su sombrero bajandolo un poco sobre sus ojos.

Abrió la boca para decir algo, ¿pero qué podía decir?, sus razones, sonarían como malas excusas, quedaría como un cobarde, que no se atrevía entrar en guerra... apretó los puños, incómodo, incapaz de decir algo.

Frente a ellos, divisó lo que supuso sería el lugar donde guardaban los alimentos, llevó su mano izquierda a la empuñadura de su sable, que colgaba de ese mismo lado, y lo apretó levemente bajando su mirada a las puntas de sus borcegos sin dejar de caminar.

- Estuvo muy bien.- contestó aún mirando para abajo, él no tenía porque temer navegar por el mar.- No se disculpe por favor...- levantó su rostro para observar el cielo unos momentos y sonreir.- ¡Siempre será buen momento para venir!.- exclamó soltando su espada .- Si son en las muy buenas, buenas, estado medio, malas o muy malas, ¡no importa!.- le sonrió abiertamente con un brillo intenso en sus castaños ojos.- Siempre, me hará muy feliz que me permitas venir a visitarte, y siempre disfrutaré el tiempo que se me permita quedarme.- dijo con total sinceridad.

La intensa sonrisa del argentino lo tomó desprevenido y se estremeció ligeramente. La única persona que sonreía así a su lado era precisamente Italia, así que resultaba extraño que alguien más le demostrara semejante entusiasmo por permanecer en su casa.

-Claro, eso sería bueno.- comentó, descuidadamente, aunque una sonrisa ligeramente nerviosa le adornó las facciones.

Finalmente llegaron a las puertas de los almacenes y él se irguió al acercarse a uno de los guardias, con el cual intercambió un saludo.

-Éste es Argentina.- informó, tranquilizando la mirada inquisitiva que el guardia le había dedicado a su invitado. -Ha venido a entregarnos su apoyo en materias primas. Espero que sepan comportarse.- luego ladeó el rostro para ver al latino y le indicó que fuera con él.

Adentro de la bodega estaba oscuro, iluminado apenas por algunas lámparas amarillentas que pendían del techo, y varios cúmulos de cajas repletas de balas y artículos de emergencia crecían en un rincón.

-Después de esto...- dijo, colocando la caja de cartón en el suelo, cerca de las que contenían las materias primas que tanto habían comenzado a escasearles. -Creo que lo más indicado sería que vayamos a hablar con mi jefe.- lanzó una mirada hacia los alrededores. Todo parecía estar relajado ese día. -Después podría mostrarte un poco la ciudad...

Continuaba caminando sin borrar su enorme sonrisa del rostro, comenzaba a relajarce más, al llegar a las puertas de las instalaciones, observó sin hacer comentario alguno como el rubio hablaba con uno de los, bastante altos, guardias. Aunque midiera unos pocos centímetros menos que el hombre que se encontraba a su lado, se sentía bajo al lado de los hombres alemanes.

Luego de la seña que le hizo Alemania, el argentino lo siguió dentro del almacén, observando muy curioso, giraba su rostro para ambos lados, de un momento a otro se quitó su sombrero y comenzó a jugar con el, despreocupadamente haciendolo girar en uno de sus dedos.

Aunque se encontraba algo oscuro, podía apreciar el pulcro orden que se mantenía en el lugar, en verdad quería abrir todas aquellas cajas y ver que contenían dentro, no por nada él era bien curioso.

Cuando Alemania le dirijió el habla, dejó de mover su sombrero, y lo colocó nuevamente en su lugar aunque algo caido hacia un lado.

- Como digas.- le respondió, sin aguantarce la tentación de tocar una caja que tenía a su lado, a ver si lograba adivinar qué contenía.- Lo que vos quieras, haré lo que me pidas.- sonrió abiertamente con honestidad, ahora girarndoce completamente a la caja, sacudiendola levemente.- ¿Qué tipo de cosas guardan por aquí? .- preguntó intrigado pasando sus manos por la superficie del objeto.- Sorpresa...- murmuró agitandola un poco más fuertemente intentando oir algo.

Rió nerviosamente al escuchar sus palabras. No era su intención, pero no podía evitar compararlo con Italia, a cada paso, a cada palabra. Tal vez sería una extención del país con el que había formado una alianza tiempo atrás, pero no cabía duda de que eran diferentes.

Italia estaría revoloteando por ahí tocándolo todo, mirándolo todo, sacándolo de sus casillas, tal y como había hecho desde el primer momento.

Estaba pensando en cuán agradable resultaba la diferencia entre ambos, cuando se percató de que el otro removía una de las cajas que había más cercana a él.

-¡N-no deberías...!- se tragó sus propias palabras, con un jadeo, y dio un salto hacia él, arrebatándole el paquete con las manos con un movimiento precipitado. Tenía el rostro completamente rojo y las manos le temblaron cuando sujetó la caja, y fue así su mala suerte que ésta se abrió y cayó al piso todo su contenido:

Varios -muchos- ejemplares de la Porno Spezial que sus soldados habían ido acumulando en un intento por satisfacer sus propias necesidades mientras se encontraban lejos de sus casas y sus mujeres.

Bajó la mirada, avergonzado, y posó los ojos en las cubiertas de pasta delgada con fotografías que no dejaban nada a la imaginación y se esparcían por el piso, a sus pies.

La tocaba interesado, ¿qué tendrían guardado los alemanes?, ¡él quería saber!, ¿serían bombas? ¿balas? ¿uniformes militares?, aunque él suyo era muy similar al del rubio (estaba basado en el de él), tener uno original ¡sería grandioso!-

-¿Eh?.- dejó escapar confundido al escuchar, que no debería agarrarla, notando como le era quitada de las manos, pestaneo extrañado varias veces, al darce cuenta como el rostro de Ludwig se iba enrojeciendo.

Vió como varias revistas caían al suelo y se desparramaban a los pies del aleman, se arrodilló tomando varias de ellas leyendo los títulos.

-Jajaja.- comenzó a reir.- Esta de "báñame de ti" no la tengo .- comentó muy naturalmente abriendola sin pudor alguno observando algunas imágenes.- No te ruborices.- le dijo levantando el rostro sin dejar de sonreir.- Es normal ¿no?.- preguntó agarrando otra.- En mi casa, tenemos radio~teatro para adultos.- le contaba apilando las revistas una sobre otra.- Todos tenemos nuestras necesidades, es algo natural, así que no te preocupes.- tomando las revistas entre sus brazos se pone de pie y le guiña un ojo.- Si necesitas ayuda me pides .- se le escapó decir, ya acostumbrado a hablar con doble sentido, un leve sonrojo cubrió sus mejillas.- Ejem...- carraspeó girando hacia las demas cajas.- ¿Dónde pongo esto Alemania?, porque si no me las llevo eh, jajajaja.- bromeó mirando hacia otro lado.

Aunque le dijera eso, aquella no era la imagen que deseaba ofrecerle ni a él ni al resto del mundo. La sangre amontonándose en su rostro hacía que le ardiera la piel de las mejillas, y su mandíbula se había tensado conforme él también se inclinaba a recoger algunos de los ejemplares impresos.

-N-no, no es lo que parece (ah, pero claro que lo era)...- enrojeció todavía más. ¿Ayuda? ¿Ayuda con qué? Ya le había especificado claramente cuánto necesitaba de su apoyo, pero por el modo en que había dicho las cosas, supuso que no estaba refiriéndose a eso, y aquello sólo consiguió que se pusiera más nervioso.

Frunció tanto el cejo que sus ojos se redujeron a dos líneas estrechas en su rostro y movió torpemente la cabeza.

-P-puedes llevártelas si lo deseas.- consiguió balbucear, estirando hacia él los ejemplares que llevaba en su mano. -No las necesito.- aunque, ciertamente, le había dolido decirlo.

Se quedó mirando al rubio unos momentos extrañado, ¿había dicho algo malo?.

- ¿Qué no parece?.- se le escapó preguntar confundido, eran revistas con contenido para adultos, y él no le veía para nada lo malo.-¿Oye....estás bien?.- bueno, él no estaba muy avanzado en medicina comparado con Alemania, pero quizás el hombre no se sentía bien.

Observaba fijamente los gestos realizados por Ludwig , ladeo a un lado su cabeza sin despegarle los ojos de encima preocupado.

- Ammm...- dejó las revistas sobre otra caja a su lado.- Bueno, a mí, sólo me gustan estás.- le dice muy tranquilo agarrando una revista con hombres en la tapa.- Pero... en mi casa ya tengo bastantes, aunque no las suficientes de tus tierras...- la dejó nuevamente sobre el monton.

En dos pasos se posecionó frente al mayor, apoyando su mano derecha sobre la frente de este alzando una ceja.

- Iba a hacer unos cuantos comentarios....- decía retirando su mano.- Pero...creo, que analizando por muy pocas veces en mi vida, la situación, no debería...-

Aún estaba algo preocupado, y algo angustiado, él comprendía que no ubiera confianza por parte del mayor, sabía que de su parte entraba en confianza prácticamente al momento de conocer a alguien, cosa que solía intimidar un poco, pero lo que menos deseaba era hacer sentir incómodo al rubio, y ¡sí qué se estaba controlando!, si fuera por él haría muchas cosas, pero tampoco quería arriesgarce a destruir la muy pequeña relación que había logrado conseguir...

No hizo ningún comentario al respecto de la elección de Argentina. No tenía mucho qué decir. Él mismo había estado seguro de sus sentimientos por Italia tiempo atrás (aunque jamás se había dado la oportunidad *real* de avanzar al respecto), así que no le dio demasiada importancia a eso.

-No es lo que deseaba que pensaras de mí...- admitió finalmente, con un resoplido agotado, avergonzado, y se cubrió el rostro con una mano. -No es lo que se espera de una relación diplomática, y mucho menos con alguien que nos está apoyando tanto como tú... -tal vez no en el frente, pero les ayudaba, y eso era sumamente vital en una situación semejante.

Su espalda se tensó cuando sintió el tacto de la otra mano sobre su frente y sintió una vez más cómo se ruborizaba -si es que en algún momento había parado con eso- y le dedicó una mirada frustrada.

-No. Si tienes algo que decirme, lo que sea... adelante.

Martin ladeó nuevamente la cabeza, al ver como el hombre se llevaba una mano al rostro, en verdad parecía muy avergonzado. Sonrió abiertamente al escuchar, como se preocupaba por lo que él opinaría al respecto.

- Pase lo que pase, yo siempre pensaré bien de Alemania.- le dijo sinceramente, escuchando todo lo que el rubio le decía.- Una relación diplomática...una relación diplomática...- se llevó una mano a la barbilla pensativo.

Él no era muy bueno en esas cosas, era muy impulsivo, informal, y sus relaciones con sus hermanos eran bastantes tensas, el que se encargaba de esas cosas mayormente era Buenos Aires.

- ¿Y si...?- fijó sus ojos castaños sobre Ludwig, de manera hasta curiosa.- ¿Dejamos de lado la relación diplomática?, podemos vernos como algo así como, compañeros o amigos.- decía quitandoce su sombrero comenzando a jugar con él entre sus manos.- Digo... si por esta relación diplomática, no te mostrarás como realmente eres...mmm...no sé como explicarte, puedes sentirte con la completa libertad de hacer, o decir lo que quieras frente a mi, no le diré a tu jefe...- el argentino no dejaba de girar el objeto, un poco nervioso.- Bueno, sé que no es lo que se espera que alguien te diga en estas situaciones...y por estas cosas que digo suelen regañarme... - comentó mirando el suelo con una pequeña sonrisa plantada en sus labios.

Alzó una ceja ante el último comentario del hombre, no era algo esperado.

-Jejeje...- rió bajo.- En verdad... mmm...bueno...- comenzó a mover su rostro de un lado para el otro dandoce unos suaves golpecitos con su dedo índice de la mano derecha sobre una de sus mejillas.- Si siguiera mi instinto, diría todo de una, de frente, como suelo ser, muy directo, pero eso haría que te sintieras muy incómodo, intimidado quizás, y seguramente quedarías en shock.- comenzó a decir sin medir sus palabras.- Y... como estuve debatiendo conmigo mismo y llegué a la conclución, que mejor, te digo más tarde ¿sí?, lo hago por si luego de hablar, me mandas de una patada a mis tierras.- se colocó nuevamente su sombrero sobre su castaño y lacio cabello.- Y como, lo más importante para mi, es pasar el mayor tiempo posible contigo, no me puedo tomar el lujo de acortarlo, por mis impulsos .-le guiñó un ojo muy sonriente.

-¿ Vamos a ver a tu jefe? .- preguntó hechandole una última mirada a las revistas.- Los alemanes tienen buen gusto.- dijo en un murmurllo casi imperceptible.

Inclinó la cabeza y mantuvo la mirada fija en el piso durante todo el rato en que Argentina habló. No lo conocía demasiado bien, aunque lo ansiaba en sus filas con fuerza, y por eso seguramente que le dijera todo eso sólo hacía que se sintiera cohibido.

Y aún así, se sintió bien.

No quería pensar en sus relaciones formales con otros países como una amistad. Él mismo sabía que no era del tipo de persona que soliera tener amigos... Cuando Italia apareció en su vida las cosas dieron un giro de 180 grados, totalmente, pero con otras personas con las que mantenía una relación estrecha, como Japón, lo demás seguía siendo exactamente igual. Italia era su único amigo y, según él, nunca encontraría otro más.

Que Argentina dijera algo así resultaba completamente nuevo e inesperado.

-T-trataré...- murmuró, levantando la mirada, y arqueó sus cejas. -No puedo prometer nada, porque es difícil para mí hacer las cosas de otro modo, pero...- ah, "amigos". Era una palabra que sonaba tan bien... -...trataré.- y le sonrió, avergonzado.

Lo siguiente también lo tomó desprevenido. No tenía ni la más mínima idea de a qué podría estarse refiriendo el otro. ¿Intimidado y en estado de shock? Muchas ideas terribles se cruzaron por su cabeza, pero él estaba casi seguro de que de ninguna manera le haría algo a Argentina como sacarlo a patadas de su casa. Si al contrario, realmente deseaba que se quedara el mayor tiempo posible.

Tal vez podría convencerlo tarde o temprano...

Iba a decir algo pero se detuvo al escuchar lo alusivo al tiempo. No pudo evitar ruborizarse ligeramente, aunque no comprendió bien por qué.

-J-ja...- asintió, bajando la mirada, y luego miró las revistas él también, con el cejo fruncido. -Eso dicen...- su sonrisa tembló y luego sacudió la cabeza. -Si me acompañas, te llevaré con mi jefe ahora.- le indicó el camino con una mano y luego se echó a andar. Aún le incomodaba el asunto de las revistas, pero ahora se sentía mucho más relajado.

Abandonó la bodega, confiando en que el argentino lo seguía, y enfiló hacia el oeste. Ahí había varias tropas que entrenaban algunas formaciones militares y que apenas si parecieron notar su presencia, cosa que agradeció, y así, pasando por varios almacenes más, finalmente llegaron al fondo de las construcciones: una línea de oficinas cercaba el borde del terreno, y una bandera alemana ondeaba orgullosa sobre un asta ubicada entre ellas.

-Es aquí.- anunció, y se volvió a buscar a su compañero con la mirada. -Por favor, sé cuidadoso con tus palabras...- arrugó el ceño y luego sonrió. -No, mejor dicho... estoy seguro de que se alegrará de verte.

Llamó a la puerta de una de las oficinas con sus nudillos y después de recibir la confirmación, la abrió.

Sonrió ampliamente ante la afirmación del hombre, él era una persona muy sociable, y que Alemania le permitiera un pequeño lugar en su vida lo alegraba enormemente.

Le asintió siguiendolo, viendo el camino que le indicaba, sin borrar su enorme sonrisa, unos pocos pasos detrás, mientras caminaba observaba a unos cuantos soldados practicar formaciones militares, de vez en cuando se quedaba parado mirando maravillado a los militares o grandes almacenes, y luego debía trotar para alcanzar al rubio.

Se detuvieron frente unas oficinas y le sostuvo la mirada a Ludwig mirandolo curioso, asintió ante las palabras del hombre, quizás no fuera la persona más prudente del mundo, ni la más inteligente, pero si era necesario él sabía comportarce como se debía.

-Yo también me alegro mucho.- dijo mordiendoce el labio inferioir ansioso.

Ingresó primero a la habitación, encontrandoce con el exquisito decorado, miraba maravillado con los ojos brillantes, las cosas que se encontraban por ahí, desvió sus ojos hacía un sitio del lugar donde detrás de un escritorio, el hombre al cual admiraba se ponía de pie para recivirlo.

Lo esperó inmovil en su lugar con el corazón palpitando a mil, lo saludó de forma militar primero, luego, aquel hombre le estrecho la mano amigablemente.

Hablaron un rato, él le enseño algunos mapas, y le dió un poco de información de manera general de lo que estaba sucediendo, intercambiaron palabras sobre lo que llegaba a Argentina sobre la guerra, sobre las noticias que se enviaban desde España y Estados Unidos, elogios sobre el entrenamiento militar, las prácticas de tortura, ejecuciones sumarias, uso sistemático de la delación y más cosas que Martin había tomado de Ludwig para su propio hogar.

El argentino, confirmó lo que ya corría por el mundo, el Führer, era una persona muy carismática.

Le hablaba de lo mucho que lograrían en un futuro, lo iba seduciendo poco a poco con sus acertadas palabras sin presionarlo. Mientras tanto los ojos del joven brillaban más y más. La idea de estar entre las filas de Ludwig...

Terminaron la conversación estrechandoce nuevamente la mano, Argentina afirmando que continuaría mandandoles suministros a Alemania y a Italia.

Por supuesto que él mataría a millones por llevar el mismo traje militar que aquel maravilloso hombre, giró su rostro mirando al rubio con una radiente sonrisa.

El sonido de la puerta siendo golpeada, y el ingresó del jefe de la S.S, Himmler, le dió a entender que era el momento ideal para retirarce. Se llevó la mano a la frente despidiendoce militarmente y salió con paso seguro. Quería unirce, en verdad deseaba con toda su alma y corazón ayudar en aquella guerra, que mejoraría enormemente al mundo en manos de los nazis.

Durante el tiempo que estuvo ahí afuera, se paseó repetidas veces frente a la puerta cerrada. Estaba preocupado, aunque no sabría decir el por qué, y realmente le molestaba la idea de que su jefe no aceptara a Argentina.

Le parecía una buena persona, y sobre todo, ayuda... principalmente eso.

Pensó en Italia y lo que tendría que decir al respecto *seguramente no la gran cosa...*, y luego otra vez en sus enemigos y en cuánto deseaba patearles el trasero y demostrarles de una vez quién de ellos era el mejor *malditos montoneros*.

Vio acercarse al Reichsführer de las Tropas de protección y se irguió por completo en ese momento, dedicándole un rígido saludo militar.

-Buen trabajo.- dijo al final, apartando la mano de su cabeza, cuando el hombre se dirigió hacia la oficina de su jefe. Observó cómo la puerta se abría, con ansiedad, y finalmente, por fin, el americano resurgió de aquél lugar con un rostro que no era realmente el que se esperaba.

Fue hasta él, andando con paso precavido, y le dirigió una mirada fija y cuestionante.

-¿Q-qué tal estuvo todo?

Clavó su mirada en la del mayor, y suspiró aliviado, aunque el jefe de Alemania, lo había hecho sentir muy cómodo, no pudo evitar tensarse un poco.

- Estuvo muy bien.- respondió pasandoce la mano izquierda por su hombro derecho masajeandocelo.- Estoy admirado de sus avances.- le dijo con sinceridad.

Se había enterado sobre la destrucción masiva de los tanques rusos, no podía imaginar la manera con la cual habían logrado tal tarea... al fin y al cabo era información confidencial.

Apenas y conocía algo sobre aquel país, sólo recordaba a verle vendido a Japón dos barcos acorazados, para la guerra que había tenido con el a comienzos del siglo.

- Dime Alemania, ¿vives con mucha gente en tu casa? .- preguntó interesado, estaba seguro que el rubio había conquistado a varios, y tenía muchos de su lado.- Mmm...- se quedó pensativo por unos minutos.- ¡Vamos por unas cervezas compadre!.- le dió una fuerte palmada en la espalda sin pensarlo dos veces.-...- de nuevo se le había olvidado lo disciplinarios que eran los alemanes.- Jejejeje ...- "¿Pero aman la cerveza no? así que no la jodí..." sonreía alegremente.- ¡Vamos a beber toda la noche para quitarnos el estrés de todo este asunto!, además, es bueno para la salud.- le dijo muy seguro.- Además de soldados, somos humanos, un poco de diversión de vez en cuando necesitamos.- Esperaba ansioso que el rubio aceptara su idea y lo llevara a algún bar, o lugar donde poder beber y ser libre a sus anchas.