Anramasu kewtum

Sabía que aquella puerta daba a la habitación del nuevo invitado de Japón, persona que él no había tenido tiempo de conocer antes de que llegara a casa, puesto que había estado bastante tiempo meditando en Shiretoko*, queriendo desentenderse de aquella guerra inútil que Nihon estaba llevando a cuestas por aquellos años. Sabía como se sentía llegar a un mundo nuevo y desconocido por la fuerza, pues ya lo había vivido y por lo mismo quería conocer al nuevo, con tal de darle un poco de ánimos y esperanzas de que quizá escaparía de las garras de Japón, algo que él como isla ya no había alcanzado a hacer. Se deprimió al meditar lo último, darse cuenta de que no sería libre le dolía, siempre lo hacía, aunque ya llevara mucho tiempo así... Pero a Japón le costaría dominarle, siempre sería el rebelde de sus hermanos (si es que podía llamarle hermano).
Se sonrió otra vez y entonces, decidió golpear sutilmente la puerta con una mano, mientras que en la otra meneaba unos cuantos hamanasus** color rosa que había llevado para dar una bienvenida más cálida al desconocido.

*Parque Nacional de Hökkaido.
**Flor símbolo de la prefectura de Hökkaido.

Y ahí estaba, sentado hecho ovillo sobre la pequeña cama en la pequeña habitación a la que había sido confinado por Japón, ese idiota que se creía tan superior a los demás que se aprovechaba de alguien débil y pacifista como él para practicar para la estúpida guerra que estaban librando los países más poderosos. Cómo deseaba poder largarse pronto de ese lugar… Cómo deseaba que la guerra acabara pronto, para poder ser libre y crecer por sí mismo, volver a las tradiciones que amaba de su cultura indígena, y dejar de una vez las costumbres europeas, y ahora las asiáticas, que, aunque le eran impuestas, le seguían pareciendo absurdas.

“Si tan sólo fuera más fuerte…”

Así se sentía, como un pez en medio del desierto, sofocado, encerrado, atado, y sin tener las fuerzas suficientes para poder volver al mar, a su acostumbrada vida. Ya había tenido que sufrir lo suficiente por culpa de los europeos, pero no parecía suficiente. Se sentía solo, no conocía a nadie en ese lugar y él no era precisamente alguien muy sociable. Tenía miedo.

Estaba absorto en sus pensamientos cuando percibe que alguien llama a la puerta. ¿Quién podría visitarlo? ¿Con qué intensión? ¿Acaso alguien quería burlarse de él? ¿Venían a hacerle más daño? No quería abrir, pero ¿qué sería de él si se negaba a obedecer?... Era mejor que atendiera al llamado y abriera la puerta, sin importar quien fuera, él ahí era un extraño y debía acatar las normas que le imponían si realmente amaba su vida.

Se levantó pesadamente y se acercó a la puerta, dudoso aún de si abrir o no, aunque más bien necesitaba prepararse mentalmente para recibir a un desconocido.

Abrió lentamente la puerta, sólo un poco, y miró hacia afuera, tímidamente, tratando de distinguir algún rostro del otro lado, aunque fuera desconocido, quería saber si al menos por la expresión del visitante podía adivinar las intenciones que tenía.

-¿Q-Qué necesita? –dijo casi con un hilo de voz y tembloroso, no sabía lo que podía pasar en cuanto le diera espacio a la otra persona para darse a conocer.

Muy bien, el chico nuevo se demoraba un poco en abrir la puerta, esto era un claro signo de que se sentía demasiado ajeno aún en las tierras de Japón. Se incómodo y, de nueva cuenta, algunas imágenes de su propia reclusión a ese lugar vinieron a demostrarle en forma dolorosa aquella herida sensación de libertad. Como odiaba a Nihon...
Sacudió su cabeza con fuerzas para liberarse de esos recuerdos aborrecibles y en ello aún estaba cuando sintió como una voz se dirigía a él. Levantó la mirada un tanto mareado y fingió una sonrisa pacífica, intentando entregarle algo de confianza al otro.

-Irankarapte*-saludó con tono amable al oír la temblorosa voz del otro-¿Cómo estás...?-recordó que no sabía a quien se estaba dirigiendo-Ehm... He traído unos hamanasus para ti, espero te agraden...

No supo el porqué, pero el joven le inspiró cierta ternura que lo hizo estremecer un poco. Es un chico débil, demasiado débil y vulnerable... que pena...

-No soy como Nihon, no me tengas miedo-se apuró en aclarar, pues no quería que le confundieran con ese desgraciado-Pues... ¿Me dejas pasar?-Arremetió con lo último sin pensar-Pero claro, tampoco quiero incomodarte...-Estaba hablando mucho así que prefirió guardar silencio.

*Irankarapte: hola en ainu.

Le miró con algo de desconfianza, no sabía qué clase de persona estaba ante él. Al principio, le pareció que era una persona normal, pero no olvidaba en qué lugar estaba, no podía confiarse por unas cuantas palabras amables, pues Japón podía ser exactamente igual, en primera instancia parecía ser alguien sensible, pero luego lo obligaba a él y a su gente a sufrir para su bienestar.

Cuando le pidió entrar, titubeó un poco, posó su mirada en las flores, y llegó a la conclusión de que, tal vez, si no le dejaba entrar, podía sufrir las consecuencias, por lo que decidió abrirle la puerta, aunque tenía mucho miedo, no quería arriesgarse a recibir un castigo.

-A-Adelante... -dijo sin responder a ninguno de sus otros comentarios, esa persona tal vez ni siquiera buscaba una amistad con él, no podía estar seguro de nada, por eso decidió optar por el silencio.

Intentó sonreír de la forma más confortante que pudo, mientras penetraba a la habitación del chico, quizá deseando demostrarle que ninguna intención pérfida tenía en aquel instante.

-Iyairaikere*- murmuró en tono dulce ofreciéndole las flores. No quería asustar al joven, no obstante, al parecer nada de lo que estaba haciendo para evitarlo daba buenos efectos.- Soy Sinean Mösiri, aunque puedes llamarme por mi nombre de pila; ¿Cual es el tuyo? Lamentablemente, este último tiempo he estado bastante despistado con las noticias que no dejan de llegar producto de la guerra y por eso decidí ir a meditar a solas a mi isla...

Suspiró algo resignado, ya que por causa de Japón muchas veces él no era bien recibido en algunas partes y ello siempre le dejaba un sabor agraz en la boca: las miradas llenas de encono que le dirigían, o las otras que lo observaban con un temor profundo. Él ya no era la Isla de Hokkaidö, él ahora era parte de Nihon y, por ende, su sombra le acompañaba a todas partes; y con todo esto, se agotaba: el tener que dejar en claro que no era la misma calidad de persona que Kiku le provocaba hastío, pues jamás daba resultado. Su reconocido carisma y amabilidad ahora yacían enterrados muy profundo en el olvido para los demás...
Decidió proseguir con su charla, quizá pretendiendo iniciar la misma empresa con aquel chico, teniendo un deje de esperanzas de que tal vez podría tener consecuencias favorables... ya que lo necesitaba...

-... Es por eso que cuando llegué me sorprendí al enterarme de que había alguien nuevo por acá. Bueno y... -atinó a rascar su nuca con un deje de inocencia- he venido a conocerte-se encogió de hombros.

*Iyairaikere: gracias.

-M-Muchas gracias... -recibió las flores y cerró la puerta- es un gusto... s-señor Sinean... mi nombre... es Tsu'tey Ateyitan... Estados Federados de Micronesia...

Mirar sus ojos y su sonrisa le provocaba algo de paz interior, había algo en él que lo diferenciaba en gran medida de Japón. No se había percatado tampoco del simbolismo de las flores, pues cuando conoció a su captor, éste no llevaba ninguna clase de regalos amistosos, sino muy por el contrario. Al escuchar que era una isla al igual que él, reafirmó su idea de que tal vez no era igual a Japón, aunque tenía un idioma algo extraño.

"Es muy diferente... incluso físicamente"

Se detuvo un momento para inspeccionar sus facciones. Ciertamente, distaba mucho de la imagen tímida y fría del dueño de casa, todo eso le hacía entrar un poco más en confianza.

-G-Gracias por venir... -dijo señalando su cama, a modo de invitación para sentarse.