No eres tu, son los gatos(?) [Privado, advertencia de llanto y trastos voladores]

El griego había acudido puntual a la cita con Japón. Durante todo el camino, o técnicamente desde lo acontecido días atrás estaba pensando seriamente en esta decisión. No era fácil para él, ésto era lo más difícil que había hecho en siglos joder! lo quería mucho pero...

Todo había cambiado, y ahora iba a mandar todo a volar, como la persona sin complicaciones que era.

Miró el reloj por enésima vez tomando un poco más de su malteada, la triple que se había tomado en menos de media hora. Para ser Heracles Karpusi llegó extrañamente temprano, aún no sabía cómo lo iba a tomar pero había que ser maduros.

...el griego estaba muerto...

Kiku se quedó un poco extrañado cuando recibió la llamada de Grecia, pero asistió, aunque ahora vestido de un modo mas relajado, con pantalón de mezclilla y una playera con un estampado cualquiera.
Cuando llegó a la cafetería notó que Grecia llevaba ya una malteada triple.
-¿Llego tarde, Heracles-san?- preguntó de modo cariñoso.

(Yumi: *prepara katana* ¡Ah no... o casorio o velorio!
Tere: *prepara cajas de klinex*)

-ehm, no... verás... -se rascó el cuello nervioso, no sabía cómo comenzar y lo mejor era tomar algo antes, por eso pidió una malteada para Japón, la que conocía le encantaba- quería hablar de algo importante contigo.

Carraspeó un poco mirando directamente a los ojos, esos ojos negros y profundos que alguna vez quiso y ahora solo lucían lindos, sólo eso. Se puso serio y esperó a que terminara con su malteada, no quería que se ahogara o algo similar-

Se quedó extrañado por como actuaba Grecia. Si no lo conociera era una noticia MALA. Y eso era lo mas fácil, porque como siempre Japón había sido uke, sabía que el mayor no podía estar embarazado.
Aceptó la malteada y la terminó, en lo que esperaba que hablara.
-¿Pasa...algo malo?

-Se trata acerca de nosotros. Antes de que digas nada -le miró directo a los ojos- quiero decirte que esto no es tu culpa, pero... me enamoré de otra persona, bueno, ya la quería desde hace siglos pero...

El griego estaba cavando su tumba poco a poco, lo sentía pero debía ser valiente y continuar.

-pero él apareció, y me quiere, y por eso debo terminar nuestra relación.

Kiku sintió como la sangre se le retiraba de la cara y de las manos. Un sudor frío le cubrió el cuerpo.
¿No más? ¿Se terminaba todo?
Bajó la vista, aturdido por escuchar eso.
-Grecia.... ¿Qui...quién?

-Una persona que pensé jamás me amaría -dice triste, no le gustaba ver a Japón así pero era necesario, no quería hacerle sufrir ni jugar con sus sentimientos, ninguno de los dos lo merecía.

La mesera interrumpió la escena para traer la malteada para el japonés, disculpándose el haber interrumpido y retirándose con una ligera reverencia.

Jugaba nervioso con sus dedos, tratando de mantenerse sereno, tomó la malteada.
Temblaba. Y se tomó la malteada a sorbos pequeños.
-Entiendo. Yo....- suspiró- sabía que este día tendría que llegar.- lo miró a los ojos, sonrió tristemente- Gracias por los recuerdos, Heracles-sama.

Suspura aliviado, kiku se lo tomaba de buena forma y agradecía eternamente eso, aunque pensó por un momento que le arrojaría la malteada a la cabeza y le gritaría improperios que lo harían ver como un imbécil.

-Efjaristó Kiku... -sonríe amargamente- signomi por todo... -mueve sus manos nervioso bajo la mesa-

Suspiró.
-Las cosas son así. No hay nada que pueda hacer. Solo... un último deseo ¿Puede ser?
Lo miró, comenzaba a quebrarse por dentro. Casi podía sentir el piso darle vueltas.

Lo mira atento, un último deseo, porque no? se lo debía. Aspiró hondo y se acomodó mejor en su asiento, colocando sus brazos sobre la mesa para apoyarse un poco en ella. Le dolía en el fondo ser el culpable del sufrimiento del pequeño Japón y sonrió un poco para tratar de animar el ambiente.

-Un último deseo, claro... qué puedo hacer por tí?

Lo miró a los ojos. Siempre le había fascinado el color que tomaban con cada una de sus emociones. Se acercó un poco a él y le tomó la mano.
-Un último paseo. Solo eso.

-Ohh kiku... -sonríe un poco mejor- sabes que siempre podemos hacer eso -le hizo una seña para que le esperara y se levantó a pagar lo que habían consumido. Tomó su chaqueta y la colgó sobre sus hombros, volviendo con el japonés.

-vamos a dar un paseo.

-Hai.
Le tomó la mano y salió de ahí, rumbo al parque. Era mediadios del invierno, pero por el clima un poco mas cálido, apenas había una pequeña capa de nieve pro todos lados.
Un gran manto blanco.

Lo que más le gustaba de pasear con kiku era la tranquilidad que los envolvía, volviendo sus citas muy especiales. A pesar de todo esto no ha cambiado mucho, aunque aún era pronto para dar una opinión acerca de todo. Apretó su mano un poco, sonriendo tranquilo mientars caminaban entre las hojas que había dejado el otoño y la ligera capa de nieve que volvía todo muy especial.

Lo miraba por encima del hombro, viendo cada facción delicada en su rostro apacible y sólo pudo sonreír ligeramente.

Volteó a verlo y sonrió otra vez, como siempre.
Como si nada hubiera terminado.
-¿Nos sentamos?

-Está bien -lo llevó hasta una de las bancas, la más cercana, estaba un poco cubierta de nieve pero no importaba, aunque si retiró un poco para que kiku pudiera sentarse-

-Desde que conozco a kiku siempre me ha gustado pasear, me gusta su tranquilidad- el aura que emanaba de su cuerpo era tranquila, y el griego disfrutaba demasiado los climas fríos porque era algo a lo que no estaba acostumbrado-

Sonrió de modo nostálgico, mirando la nieve.
-A mí también me gusta mucho su tranquilidad. Y su voz.- miró a Grecia- Siempre quise ver un día nevado a su lado, pero nunca sospeché que sería el último.
Comenzaban a caer algunos copos pequeños de nieve. Para cambiar el tema, Japón comentó.
-En mi casa, las mujeres hilan la nieve para hacer seda blanca para los kimonos. Solo así se logra un blanco tan puro.*

(*Sho-shan y la dama oscura)

Pequeños copos de nieve caían en su rostro, dándole un matiz blanco a su piel canela. Tomó un copo que caía libre en su mano, y pudo admirar brevemente la complejidad de sus grabados. Observó al japonés, su cabello estaba cubierto por el blanco manto de la nieve.

-Deben ser kimonos muy hermosos -quita un poco de nieve de su cabello- es un hermoso día, y estoy seguro que verás más, y te gustarán más que en este día...

Iba a extrañar esto, mucho... pero ya había tomado una decisión y no podía echarse hacia atrás.

Sentía el nudo en la garganta, no debía llorar.
Bajó la cabeza, para que no pudiera verle los ojos, por primera vez brillantes de lágrimas que se acobardaban a nacer para no morir al caer de su cara.
-H...haí- la voz le tembló. Se tomó las manos para apretarlas- Espero puedas... ser felíz con él.
Y quien sabía porqué pero ya se la sospechaba de Turquía, por alguna razón. Y ante esa duda se sintió un poco aliviado de que Grecia estaría bien y sería felíz. Pero le dolía un poco más tener que apartarlo de su lado y eso terminó haciendo que llorara en silencio.
-Pero la vida nos separa de quienes amamos/ dulcemente y sin hacer ruido/ y el mar borrará de la arena/ los pasos de los amantes desunidos*.- levantó la vista para mirar la nieve al recitar eso.- Espero tú también puedas ser felíz, Girisha-sama- lo miró e intentó sonreír, cerrando los ojos.

(*Es un poema llamado "las hojas muertas")

Heracles le miró largamente con ese par de orbes verde brillantes, ahora opacadas debido a la tristeza que se alojaba en su corazón. Odiaba ser quien le trajera desdicha a quien aún amaba, pero de un modo distinto, los azares del destino que mutaron sus sentimientos convirtiéndolo todo en amor fraternal, muy irónico siendo de la persona de quien se enamoró, ese con quien siempre se disputaba la atención del pelinegro.

Le escuchaba atentamente, alzando la vista al cielo. Pequeños copos caían delicados en su rostro, impregnándolo con una capa blanca, suave y fría.

-Es un bonito poema -tomó sus manos y las besó, mirándole con franqueza- y yo espero que puedas encontrar a alguien mejor que yo, siempre voy a querer a japon, de una forma distinta talvez, pero siempre cuentas conmigo.

Y sin decir nada más le abrazó, sellando sus palabras en una promesa.

Se aferró a Grecia por última vez, tratándo de recuperar su calma habitual, aunque realmente no se veía alterado.
-Gracias. También si me llegas a necesitar, ahí estaré.

-Lo sé Japón... -toma su rostro con ambas manos y besa su mejilla con delicadeza- no quisiera terminar nuestro paseo... te apetece algo mas?

Talvez iba a ser la última vez que pasearan juntos, no quería terminar tan rápido. La nieve seguía cayendo despacio, tapizando de blanco el panorama y era frío y agradable.

-Lo único que deseo haría mas dificil el decirte adiós- susurró mirándole a los ojos- No sé si vale la pena pedirte una última noche.
Era sincero respecto de eso, a pesar de que estaba acostumbrado a no decir lo que realmente pensaba.

Le miró asombrado, y un copo que caía del cielo se posó en la punta de la nariz griega-
Japón... -le mira con sus orbes verdes, ahora opacas- estás... seguro de lo que dices?
Era la primera vez que dudaba en algo, y que pensaba en las consecuencias a venir. La tarde era tranquila y solitaria y sólo estaban ellos dos, en una banca de parque con una decisión importante.