¡Discusión!(Prv. Otawa-nii-san) (Cerrado)

Ese día salí muy pronto de mi casa, no tenía ninguna reunión ni nada parecido pero hoy había discutido con nii-san y no me apetecía para nada quedarme en casa. -"Espero que no venga a por mí"...Fue mi primer pensamiento. Acabé en un parque bastante apartado de la gran ciudad... En fi, mucho mejor. Como de costumbre todo estaba helado y lleno de nieve, ni siquiera podía sentarme en un banco, no había ni niños en aquel helado y desolado parque. Suspiré, no quería volver a casa pero tampoco quería quedarme allá con aquel frío tan abrumador, ya se que estoy acostumbrado al frío, pero aun así prefiero el calor. De repente, pensando y pensando encontré el lugar perfecto donde calmar mi pequeño enfado. Me metí en una especie de tubo de esos que tienen algunos toboganes donde podía protegerme del frío, encendí mi mp3 y me puse a escuchar música.

Suspiré con cansancio y me estiré en mi cama boca abajo con pesadez. Había vuelto a discutir con Toronto. No estaba seguro de quién había empezado ni quién tenía la culpa, solo que no quería verlo ahora.
No quería quedarme encerrado en mi habitación, me sentía encerrado, por lo cual decidí dar un paseo fuera. Tomé mi chaqueta y salí al parque más cercano. Ese parque me traía demasiados recuerdos. Era donde solía jugar con mi hermano cuando éramos pequeños, antes de que... cambiara tanto. No me gustaba como estaban las cosas en ese momento.

Dirigí mi vista hacía a un lado... ¿Pero que...? Bueno por algo eramos hermanos, ahora solo tenía que vigilar que no me viese, bueni, eso era imposible, ¿cómo podía salir de ahí sin ni siquiera hablarle?
Todo aquello me estaba irritando más de lo normal. Me levanté para saír pero como soy bastante torpe no me die cuenta que eso tenía un techo bastante bajo -¡AU!- Grité. Ahora de seguro sabía que estaba ahí, salí cos pasos torpes intentando ocultar mi cabeza, tan torpes que para bajar me caí de cara al suelo, menos mal que había nieve, así al menos no dolía tanto.

Mientras sentía la brisa invernal en mi rostro, cerré mis ojos y mi mente divagó acerca de las mil y una formas de pedirle disculpas a mi Ototo. No me gustaba pelearme con él y menos por un motivo estúpido.
-¡AU!- escuché un quejido de dolor. ¿Ese era...? Abrí los ojos y giré mi rostro lentamente para confirmar mis sospechas. Si, Toronto era el que había soltado ese quejido. Estaba tirado encima de la nieve, por lo cual solo pude ver su pelo, pero era inconfundible a mis ojos.-¿Qué haces ahí, Toronto?-le pregunté mientras sonreía al verlo tirado sobre la nieve. Su cabello estaba lleno del blanco líquido congelado y su rostro estaba rojo a causa del frío. Le tendí mi mano enfundada en un guante para combatir el frío clima, esperando que me la aceptara para poder ayudarlo a levantarse del suelo.

Me dolía mucho, hiciese lo que hiciese siempre acababa en el suelo, de repente oí una voz tan fría como el hielo, era mi hermano que me tendió la mano, llevaba un grueso guante, yo no llevaba nada, mis manos estaban lilas y heladas, me quedé mirándolas un rato, estaban peleadas. No quería que nii-san las viese así por lo que las escondí detrás de mi espalda.
Rechacé su mano girando la cabeza de una forma brusca.-JUM-. Me levanté por mi mismo y le miré fijamente a los ojos, en realidad no era fijamente ya que era más alto que yo y si quería llegar a su mirada tenía que ponerme de puntillas.

Con el dedo indice de la mano derecha le golpeé suavemente la frente. Le quité unos cuantos mini-copitos de nieve de su pelo oscuro y después me saqué los guantes. Había visto sus manos de reojo anteriormente y no me gustó nada lo que vi. Estaban partidas a causa del frío con un color morado. Seguro que las tenía heladas a causa del clima. Si quería cuidar a mi hermano, dejarle con las manos en ese estado no entraba en mis planes.-Toma-dije tendiéndole los guantes para que me los recibiera.-Los necesitas más que yo.-

Miré de reojo aquellos guantes, esos guantes se los había regalado yo para su cumpleaños... De repente muchos recuerdos felices vinieron a mi mente, como aquella vez en la que me torcí el tobillo y tubo que llevarme a caballito hasta casa durante una hora, siempre soy muy patoso y me caigo pero nii-san siempre está allí para recogerme.

-Nii-san...¿No tu no tienes frío? No hace falta que me entregues los guantes si no quieres... Hace mucho frío.

Mi ojos empezaron a humedecerse y empecé a balbucear cosas sin sentido.

-Lo siento, siempre estamos discutiendo...

Movía mis brazos a la vez que hablaba, aquella no era una escena trágica en absoluta, se veía más bien chistosa.

Toronto agitaba los brazos y se disculpaba por las diversas discusiones que hemos tenido a lo largo de los años. No era solamente su culpa, yo también estaba en el mismo saco. De hecho, la mayoría de las discusiones las inicio yo cada vez que le critico o digo algo que no me gusta sobre su aspecto. Cada vez que se viste como una chica me molesta, bueno, no es que me moleste. Solo quiero protegerlo. No quiero que los demás países y ciudades se burlen de él por ese motivo. No lo soportaría y le partiría la cara a quien lo insultase, dando inicio a una guerra entre naciones. Definitivamente, eso no era nada bueno.
-No debes disculparte. El que debe disculparse soy yo.-dije tomando su mano y poniéndole los guantes yo mismo.No debería criticarte siempre... Pero debes saber que solo lo hago para protegerte. Eso es lo único que quiero, ototo.-intenté sonreír a mi hermano. Llevé mi mano a mi cabello y me quité algunos copos de nieve que se habían quedado alojados ahí, sintiendo el frío hielo en mis manos.

Su cara sonriendo se veía realmente horrible, no sé si era forzada o no, porque normalmente mi hermano no estaba acostumbrado a sonreír, pero lo parecía.

Le miraba fijamente sin perder de vista su mirada, una mirada triste y fría, me preguntaba por qué mi nii-san siempre tenía esa actitud neutral hacía los demás, incluso hacía mí. Suspiré para volver a mirarlo y agarré una de sus manos después de quitarme un guante de los que me había otorgado.

-Mira, tu manos también están heladas.


Le puse el guante en una de sus manos y puse mi mejor sonrisa.

-Yo también me preocupo por Nii-san, es inevitable ya que Nii-san es mi otra mitad.

Estiré de su brazo y agarré la mano que tenía desnuda con la mía en la misma situación.

-¿No me sueltes, vale? Vamos así hasta casa.

Me puso un guante y me tomó de la mano, pidiéndome que fuéramos así hasta nuestra casa. ¿Cómo iba a negarme? Jamás pude negarme a nada que me pidiese Toronto. Aunque he de decir que sus palabras me sonaron un poco cursis... Bah, que más da. No me molestaba en absoluto.

-¿Qué quieres para cenar?-le pregunté pensando en los ingredientes que teníamos en nuestra vivienda. Hoy me tocaba cocinar a mí, y aunque no me gustaba mucho la cocina, no lo hacía nada mal.

A medida que avanzábamos, le apretaba la mano más y más, como si así pretendiera alejar el frío de su piel y quitarle el enfado que teníamos el uno con el otro. En un momento dado, abracé a Toronto por la espalda, temiendo que algún día se alejara de mí. No soportaría estar lejos de él.

Me estaba agarrando tan fuerte la mano que empezaba a dolerme, pero no me importaba demasiado.
De repente pude notar como se ablanzaba tras de mi abrazandome muy fuerte, ni entendía nada.

-¿Nii-san...?

Estás fueron las únicas palabras que pudieron salir de mi boca.

-No puedes... Agarrarme así.

No se por qué dije aquellas palabras, solo presentía que si dejaba que me abrazse por más tiempo todo aquello no iba a acabar bien.

-Nii-san es solo Nii-san, no debe cambiar.

Me aparté para que dejase de abrazarme y seguimos nuestro camino hacía nuestra casa.