Llega el primo Miami! [Priv: Kata-chan, Kana-chan]

Orden de posteo:
-Ottawa
-Toronto
-Miami

Llegamos a nuestra casa totalmente congelados y con el rostro rojo por el frío clima de nuestro país. Toronto y yo seguíamos tomados de las manos intentando darnos calor mutuamente. Saqué una pequeña llave plateada del bolsillo de mi abrigo marrón claro y abrí con ella la puerta.

Me desplacé al salón en silencio, buscando con la mirada la estufa negra que me alegraría el día de sobremanera en cuanto la encendiera. Antes de eso, la desplacé unos cuantos metros para colocarla cerca del sofá, encendí la estufa y la televisión y me senté para relajarme un rato y sacarme el frío del cuerpo.

Con un gesto de mano, invité a Toronto a que se sentara junto a mí. A él también le vendría bien algo de calor, ya que tenía las manos y las mejillas moradas.

Cuando vi a Nii-san pensé en lo ancha que se veía su espalda desde atrás, a pesar de que nos llevabamos muy poco el parecía mucho mayor que yo, por no hablar de la altura...

-¡Date prisa! Hace frío.

El era una persona extremadamente calmada, lo miraba todo con precisión y no daba un paso en falso.
Poco después se sentó en el sofa y me tendió una mano para que me sentase junto a el.

-Ahora... Tengo que ir a hacer algo.

Me quité toda la ropa que llevaba de abrigo y me dirgí hacía mi habitación sin esperar una respuesta de mi hermano, yo nunca se lo dije pero el posiblamente lo sabía... No, imposible, si lo supiese se hubiese enfadado muchísimo, más de como lo hace comenmente...

Lo que nunca me atrevería a decirle a Jake, si, la razón por la que no crecía más y por la que estaba tan delgado para ser un chico. Yo tomaba hormonas, se lo contaba a Nii-san temo que no me volviese a dirigir la palabra.

La única persona que sabía esto era mi primo, Miami.

Oí que alguien llamó a la puerta desde la sala. Aún seguía en el sillón e iba a ir a buscar palomitas para ver una película cuando lo oí. Sin ganas, me dirigí a la puerta de la entrada y la abrí lentamente y solo un poco, para que el frío no pasara al interior de la casa. Eché una ojeada al exterior y vi a un chico de aproximadamente nuestra edad, ojos azules más oscuros que los míos y pelo negro.

-Hola Miami-lo saludé, abriendo más la puerta para dejarle pasar. Nuestro primo estaba parado delante de la puerta de nuestra casa, podía notar que estaba un tanto nervioso. Dirigí mi mano a su cabello y quité algunos copos de nieve que habían quedado en él.-¿A qué se debe tu visita?-dije cerrando la puerta a nuestras espaldas. No quería ser grosero así que le preparé una taza de chocolate caliente para que entrara en calor.

-¡Toronto!-grité para que me escuchara desde la cocina.-¡Ha venido Miami!

¿Are...? Nii-san me estaba llamado, y justo en ese momento, acababa de tomarme la pastilla y me sentía algo mareado, se puede decir que estaba algo drogado, pero no del todo.
Con mi máximo esfuerzo grité todo lo que puede.
-¡ESTOY BAJANDO!
Una mentira, en esas circunstancias no sé como lograría bajar las escaleras sin acabar en el suelo con alguna puerta rota. "Tengo que disimular, tengo que disimular..." Era lo único que podía pensar en aquel preciso momento, abrí la puerta de mi habitación después de varios intentos, todo aquello era demasiado borrosos, algo estaba claro, me había pasado con la dosis.
Una vez llegué a las escaleras me apoyé sobre la baranda y intenté bajar las escaleras con normalidad, justo debajo me esperaban Miami y Jake, tenía que aparentar normalidad.
Intento fallido, en el primer escalón ya di un paso en falso, pude ver como el mundo borroso en el que me encontraba de daba la vuelta para después darme un fuerte golpe contra el suelo duro y frío, el golpe me había dolido, pero me dolía más el pensar que pensaría mi hermano de mí.

Al ver la caída de Emily una sonrisa burlona se pinto en mi cara como por arte de mágia,intenté disimular como pude,pero simplemente me era imposible.
De repente recorde que había de ser un caballero cortes.Alarge mi brazo,extendiendole mi mano a Emily para que se sujetase en ella y ayudarla a levantarse-Encantado de reencontrarme contigo. Y por supuesto con tu hombríl hermano.-Dije bastante calmado a pesar de que tenía miedo de que Emily me estirase de la mano y me tirase al suelo o de que Ottawa aprovechase que tenía la espalda desprotegida y me empujase o me diése una patada o me clavase un puñal. Mi mente estaba sobrecargada de pensamientos negativos, de repente me encojí poniendome de rodillas en el suelo mientras gritaba -No me peguen! Maiámi no ha hecho nada malo!-Sollozando miraba al suelo.

Vi a Toronto caerse por las escaleras y a Miami ayudarlo a levantarse. Me molesté un poco ya que querías ser yo quien lo ayudase, pero ya era tarde para eso.
En un momento dado, Miami comenzó a suplicar que no lo lastimaran, llorando en el suelo. ¿Y por qué motivo se supone que debería pegarle? Bah, no ha cambiado nada, sigue siendo un llorica. Aunque pensaba que en este largo tiempo sin verlo había cambiado fuera sea un poco... pero en cuanto a mentalidad y aspecto seguía siendo él.

-Miami-diije al tiempo que lo levantaba del suelo y ponerlo de pié-No vamos a hacerte nada.
Despreocupadamente cargué a Toronto con cuidado en mis brazos para llevarlo hasta el sillón. Se le veía un poco mareado y lo deposité con la mayor delicadeza de la que fui capaz ahí para que descansara. Después le preguntaría el porqué de su estado.

Me dirigí a la estufa y aumenté la temperatura que desprendía el aparato, aún seguía teniendo mucho frío. Después de eso me senté en uno de los sofás de la sala y me acomodé para dormir un rato.

Mi primo gritaba y balbuceaba cosas que para mí no tenían sentido ¿Si tenía miedo de que le atacasemos por qué me entregaba su mano? Desde que lo conozco siempre se comportaba de una manera muy extraña, quizás tenía que dejar de tomar tanta leche, a parte de que no crecía en absoluto se estaba volviendo cada vez más cobarde.
-Tranquilo Itoko, no te haremos nada.
Sonreí amablemente pero no sé si lo hice con la serenidad de siempre, ya que por mí parte aun seguía algo mareado.
Pude notar como de golpe alguien me agarraba por detrás y mi cuerpo de alzaba.
-¿Nii-san? No te preocupes creo que ya...
No me dió tiempo a acabar la frase, mi mareo aun persistía por lo que dejé que me cargase hasta el salón para sentarme en un sofá.
-Lo siento, te preocupe... Etto, ¿Itoko, esas rosas son para mí?
Miami era muy detellista, siempre que venía a vernos traía algún regalo, aun que con la malloría no acertaba (al menos para Nii-san) era muy buena persona y siempre se preocupaba por los demás, lo demostraba preguntando cosas abusrdas todo el rato, alguna vez llegué a pensar si era algo cotilla pero... Bah, eso es imposible, Miami no era ese tipo de personas que se acercaba a los demás por interés, y menos por una azón tan tonta como querer enterarse de la vida de los demás.
-¿Are..? Miami parece que Nii-san se durmió... Aprovechando la situación primo, necesito que me compres algo.

Esos dos hablaban mucho, no me dejaban dormir. No oía lo que decían, pero escuchaba sus molestos murmullos, los cuales provocaron que abriera los ojos de golpe. Con molestia me senté bien en el sillón y un mareo me invadió de golpe.

Me sentía un poco mal, con dolor de cabeza y como si tuviera fiebre. Dirigí mi mano a mi frente para comprobarlo, pero eso no era suficiente.

Busqué por toda la casa y en todos los malditos armarios el dichoso termómetro que teníamos pero nada. Iba a pedirle a Toronto que me ayudara, pero estaba demasiado ocupado hablando con Miami que no quise molestarlo.

Dejando al lado mi dolor de cabeza, sentía curiosidad de sobre qué estarían hablando esos dos. Decían demasiadas cosas en susurros y no podía oír nada. Toronto me estaba ocultando algo, y eso me molestaba.

-Espera un momento Itoko.
Ignoré el comportamiento extraño de mi hermano y el echo de que se había levantado con cara de pocos amigos.
Si se iba era mi oportunidad para poder hablar con Miami con algo de tranquilidad, no me convenía que Nii-san estubiese allí, incluso dormido.
Me acerqué al sillón en el que se encontraba mi primo que solo era para una persona por lo que me senté encima de sus piernas.
-Itoko... Escucha.
Puse mis manos sobre sus mejillas y mirandole fijamente, me acerqué poco a poco hasta una de sus orejas para susurrarle sin que Nii-san pudiera escuchar.
-Yo... No puedo salir a fuera, estoy algo débil. Necesito que me compres climen ¿Vale?
Sabía por que el mal de mi estado, estaba mezclando medicamentos y eso no era nada bueno.