Amoureux (privado-Canadá)

La guerra era algo de poco agrado para Francis, ya que si bien se sentía igual de fuerte que los demás, entendía que su punto de ataque no se encontraba precisamente en las armas. Entendía que como buen aliado, debía ayudar en lo que pudiera, pero aún así prefería quedarse en casa o asesorar a los demás países en cuanto a su imagen. Creía necesario depilarle las cejas a UK, ya que eran un ataque hacia el buen gusto y el estilo.

Tenía como costumbre pasear desnudo por su mansión, pero ahora que tenía un invitado especial decidió arreglarse lo mejor que pudo y cortar un par de rosas de su jardín para adornar la estancia. Esperaba que llegara pronto.

Don't worry ^^

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Cuando escuchó que tocaban la puerta, tomó una rosa y se dirigió hacia ella, para abrir lentamente, esperando que Matt estuviera detrás, por lo que sonrió seductoramente al ver que efectivamente se encontraba allí, demasiado guapo, muy tierno por lo demás, ¿cómo alguien podría resistirse a los encantos de la persona que ahora se encontraba frente suyo?.

-Toma...-Dijo con su sonrisa pasional, mientras le entregaba la rosa y permitía que el otro entrase a la sala de estar, bastante amplia y acogedora, adornada con el buen gusto característico de un divo como Francis, o al menos uno que se creía Divo.

Quería atacar a Matt inmediatamente, pero quizás el otro se molestaría y se iría corriendo de la mansión, por lo que trató de controlarse lo que más pudo, sólo bastaba un paso en falso y Canadá sería completamente parte del territorio francés.

A Francis lo rodeó la ternura al ver como Matt sonreía cuando le entregó la rosa, quizás para otras personas estos sólo eran detalles ínfimos pero para alguien como él cada cosa valía para ganarse el corazón (o al menos el cuerpo) de alguien. De hecho un día en que el ocio lo invadía creó un libro llamado "Tácticas de conquista" en el que revelaba su propia manera de seducción, algo que a Alfred le sería necesario si planeaba conquistar a cejotas, es decir, a Arthur.

Se sentó en un sillón que se encontraba al lado del que ahora servía de regazo para Matt y sin apartar ni un instante la mirada de él, respondió tranquila y alegremente.

-Bien gracias...pero cuéntame de tí, ¿cómo va todo?.-Dijo tratando de luchar con su otro yo, el lujurioso que deseaba con todas sus fuerzas abalanzarse sobre Matt y hacerle todo lo que imaginara en el momento, ver cada expresión en su rostro, cada sonido que saliera de su boca. Claro...si se lo permitía.

Al final ganó el Francis pervertido y se paró del sillón, para caminar y pararse frente a Canadá, tomándole la mano para atraerlo hacia sí y luego abrazarlo delicadamente.-Hueles bien...-Dijo mientras sus labios se deslizaban hacia los de Matt, acariciándolos.

Matt lo empujó pero para Francis eran sólo preámbulos de lo que vendría más adelante. Para él, lo correcto era hacerse un poco de rogar antes de caer completamente en manos de otra persona, fundirse con él, hacerse uno en un momento que podría ser eterno si los dos ponían de su parte. Esta ves no eran las guerras mundiales las que se estaban dispustando, era la guerra del amor y estaba seguro de poder ganarla.

Se aferró más a Matt impidiendo que el otro se separara aunque sea un centímetro de su lado, para luego besarlo apasionadamente, buscando la lengua de su acompañante y empezar a jugar con ella, a rodearla, a acariciarla instantes que parecían eternos. Francis abrió un instante los ojos para ver las expresiones en el rostro de Canadá y quedó encantado, sus mejillas sonrosadas le daban cierto encanto que antes no había notado.

Francis comenzó a deslizar sus manos hacia las nalgas de Matt, para luego acariciarlas en movimientos circulares, mientras su beso terminaba y los dos se recuperaban, odiaba esa manía de necesitar respirar. Su boca se movió hasta su cuello, que lamió delicadamente para luego acariciarlo con sus labios.

-Mon amour...¿me permitirás llevarte al cielo?.-Dijo en susurros al acercarse al oido de Matt, para luego y con una mano que antes se encontraba acariciando sus nalgas sacarle los lentes, dejándolos en la mesa de centro que se encontraba cerca de ellos.

Francis no esperó respuesta y tomándo la mano de Matt, se acercaron a un amplio sillón de cuero en el que se sentaron rápidamente, ya que el francés siempre se mostraba ansioso, aunque claro, entendía que los preámbulos eran lo mejor de una relación. Luego se abalanzó sobre Canadá, quedando este recostado y el que se hacía llamar "hermano mayor de los aliados" se posicionó encima, observándolo con deseo y pasión.

Francis se dedicó a jugar con la ropa que llevaba puesta Matt, quitando primero la parte de arriba con lentitud, mientras le profería caricias a su piel blanca y delicada.