Je suis le boss (privado)

Con su sonrisa de ‘acabo de quitarle dinero al idiota’, contaba los billetes que había ganado en la apuesta que el tonto del francés le había propuesto; Arthur no entendía porqué seguía retándolo. “Al fin y al cabo, yo siempre gano ” pensaba el británico, sin poder evitar sentirse como todo un rey al mostrar su superioridad ante el francés.

Por supuesto que, toda la paga, era equivalente a la suma que establecían pero en libras esterlinas…por lo cual, y siendo ésta la más cara de Europa, solía dejarle los bolsillos vacíos a Francis. Ya ni recordaba cómo había hecho para meterlo en el auto, pero suponía que aun le debía dinero. Y no pensaba irse de allí hasta obtenerlo.

Iba bastante distraído con el placer económico, y regresó a la realidad al momento de ser llamado de esa forma que TANTO odiaba, pero que al maldito bebedor de vino se le había hecho costumbre. Primero tuvo un tic nervioso, peor pronto sonrío engreído.- ¿Miedo? ¡Jah! ¡Me haces reír, Francia, idiota! ¿Por qué YO debería tenerte miedo a ti o a algo que se te relacione? –bajando del auto y siguiendo al mayor con las manos en la cadera, mirando distraído el jardín de la gran residencia.

Si no fuese porque sería completamente humillante y estúpido, él aceptaría al menos una cosa: para vivir llevando en la mano SU* Flor Nacional, el francés tenía hermosos jardines, repletos de rosales.
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((La Flor Nacional Inglesa es la rosa roja con el centro blanco ^O^ si no me equivoco, la de Francia es la Flor de Lis^^))

Niña, eres una enciclopedia andantee *O*!. Gracias por el dato ^^.

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- ¿Proposición? –repitió, siguiéndole el paso hacia la mansión y entrando después que él, que por alguna razón cerraba rápidamente, como si estuviese ansioso. Arthur cruzo sus brazos, viéndole confuso.- ¿Qué clase de proposición? Apresúrate y dame el dinero que gane –contradijo, refunfuñando.- A las 5 es la Hora del Té –explicó, refiriéndose a que no podía andarse demorando todo el día con las tontas apuestas del francés, ya que era obvio que fuese en lo que fuese, él ganaría.

Arqueo una ceja entre confuso y curioso al escuchar que no estaba hablando de dinero, aunque enseguida, protesto.- What? –balbuceó, mirando con suma desconfianza al rubio delante suyo; habían llegado hasta la sala de estar, la cual como varios rincones de la casa tenia floreros con ramos de rosas dentro. Para Arthur aquello si bien no era una ofensa, le molestaba bastante, pues solían adjudicarle el gusto por las rosas a Francis en vez de a él, cuando en realidad, la costumbre de decorar todo con rosas lo había obtenido luego de dominar a Arthur cuando éste era pequeño.

Cualquiera que visitase las mansiones de ambos se daría cuenta que ambas estaban repletas de rosas.

- Para mí lo único mas interesante que el dinero, seria que me cedas territorio…-se encoge de hombros, pasando a sonreírle confiado, con aquella actitud que hasta resultaba ofensiva.- No pondré en duda que eres tan tonto que podrías apostar parte de tu territorio y perderlo… y si no es por territorio entonces, no me interesa –pone una mueca, asemejándose a un niño con un puchero.

¿Qué mas podría tener ese tonto que a él le beneficiase?
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((XDDD Jajajaja, justo venia de clase de historia, y vimos algo de las Guerras Napoleonicas -una de las cosas que Hetalia me dio ganas de leer XD-, entonces cuando le explique algo a una amiga me dijo 'te tragaste una enciclopedia o que? XD' xDD))

- Una pregunta, Francis…- susurró, sufriendo un tic nervioso al escuchar que pretendía manchar su sagrada hora del té.- ¿Qué parte de ‘Hora del TÉ’ no comprendes? Además, si dijiste que querías beber ahora, no sería tampoco la Hora del Té, eso es a las cinco…-corrigiéndole con una mueca, aquello que era una tradición centenaria y ceremonial en su hogar.

Tampoco es que fuese tan tonto como para pensar que, ebrio, podría ganar una apuesta. Después de todo el británico sabía que no era subido de copas como mejores negocios y estrategias había armado…más bien, todo lo contrario. Cuando estaba ebrio actuaba según sus sentimientos, sin importar los intereses económicos o miliares; y eso para su Imperio no era nada bueno. Suspiró, pasándose una mano por encima de los cabellos con algo de exasperación y bufando entre protestas.

- ¿A quien llamas ‘cejas’? Idiota… yo tan solo quería que me dieras mi dinero…ù_uU y aún no me has dicho qué vamos a apostar… -protestando como forma extraña de aceptar la invitación del francés, se interrumpe, escuchando las palabras mágicas y levantando la voz, irritado y nervioso - ¡Q-que dejes de llamarme así, estúpido! ¡No tienes comparación alguna conmigo…! – cierra sus ojos al terminar de exclamar, entreabriéndolos cabizbajo y molesto, con una mueca. Le costaba creer que esa estúpida frase siguiese doliendo tanto pasados casi 300 años.

- Sí, lo que sea… ¿me dirás que vamos a apostar de una vez? Si no es territorio, ya te dije que no aceptaré otra cosa que no sea dinero… borracho –se sentó en uno de los sillones y cruzó sus piernas por inercia; no soportaba ya sentarse con las piernas separadas. Tomó la copa que le ofrecía y respondió de mala gana al brindis, pues la suma de no obtener la apuesta que quería (ganar más territorios), y de tampoco estar seguro que apostarían dinero, le ponía de mal humor. No pensaba aceptar otra cosa.

El británico se tensó al ser llamado de aquella manera, frunciendo el ceño y mirándolo con bastante desconfianza, para al final cerrar sus ojos y suspirar en actitud de resignación. – N-no me llames así…- le pidió sonrojado, sin realmente levantar la voz pues sabía que era una forma de hablar del francés más que típica del lugar en el que ahora estaba; así y todo eso no significaba que a él no le avergonzase, pues en su propio hogar ni de casualidad escucharías a alguien o al mismo Arthur llamando ‘my love’ a cualquiera que se le cruzase.

- Okay, okay… tomaré contigo, Francis –aun mirándole con una leve mueca, se relaja al escuchar que finalmente había accedido a apostar dinero, sonriendo con algo más de confianza. Un vaso de vino no podía hacerle mucho tampoco, ¿cierto? “¡Por supuesto que no!” pensaba, orgulloso, sin nunca querer atreverse a pensar que él podía tener un defecto como lo era su resistencia alcohólica. Reconocerlo sería humillante; y más delante de Francis.

Tomó el vaso con vino tinto servido y movió un poco la mano para que el líquido hiciese lo suyo también, sin notar realmente que el otro miraba hacia sus piernas, y tomando un sorbo mediano. Al hacerlo se quedó mirando el líquido una vez más, sonrojándose un poco por el escozor que sintió su garganta e intentando distraer al mayor, para que no notase el segundo en que su su boca se contrajo.- Mhh… y, ¿sobre qué será la apuesta? -

Era de conocimiento entre las Naciones, y más específicamente entre los Aliados el hecho de que, para enfadar a Arthur, solo había que saber cómo apuntar a herir su orgullo y su paciencia; sabiendo eso, el enfado del antiguo pirata estaba casi asegurado. Quizás por el hecho de siempre estar rodeado del americano y del francés, la tranquilidad presente del inglés no se notaba demasiado, pero que estaba allí, estaba. Él no tendía a encolerizarse tan pronto como probablemente parecería, pero el que los mencionados, aquellos que tenían una habilidad casi prodigiosa para sacarlo de quicio estuviesen siempre a su alrededor, no le ayudaba en nada para mostrarse como alguien tranquilo.

Tranquilo, podría haber pensado la idiotez que sería aceptar eso. ¿Una botella? Con dos copas y algo más él seguramente ya estaría poco lúcido…

…Y es que, enfadado, era como Arthur cometía sus errores más tontos y predecibles.

- ¡No te atrevas a llamarme gallina! ¡Jah, justo habla uno de los más debiluchos…! -le miró con enfado, levantando el puño libre unos momentos, como semi amenaza, y luego mirándole feo, con una mueca, pasando su brazo libre por sobre su cintura y reposando la mano en su costado con la copa alzada en la otra. Sonrió engreído y con confianza.- ¡Te arrepentirás de haberme retado, jah! Te dejaré tan pobre que deberás besarme los pies y llorarme para que no me lleve todo tu dinero, barbudo –exclamó, de manera pretenciosa y tanto ofendida como ofensiva, dirigiéndo nuevamente la copa a su labio inferior y terminar de beber.

...No pudo evitar ni el escalofrío ni el sonrojo al hacerlo.

Le molestaba bastante que el francés no reaccionase como deseaba a sus palabras, verlo enfadado o indignado le satisfacía mucho más que otras cosas y, en general, cuando les hablaba de manera arisca al francés o al americano solo buscaba hacerlos enfadar, diciéndoles una cruda verdad, su verdad. “E-este idiota…” pensó, malhumorado al notar que el llamarlo ‘debilucho’, cosa que, como buena verdad solía molestar mucho al francés, no le había funcionado para que este se enfadase.

Por el contrario, lo único que mencionó es que debería tomar mas.- You…you idiot… ¿piensas ignorar la verdad porque duele, cierto? –sonrió engreído, con los últimos momentos de completa conciencia que tendría en esa tarde, tomando el vaso e ignorando a medias cuánto lo había llenado, volviendo a beber de a sorbos y entrecerrando los ojos con cierta dificultad, pues el escozor de su garganta ya había pasado a picazón, y de la picazón, a esa molesta sensación de ardor.

- Esta… por-quería…-protestó, frunciendo el ceño y dejando unos segundos la copa, que se balanceaba en su mano mientras el británico movía sus piernas incomodo, acomodándose de manera inquieta y escuchando al francés. Le miro con bastante desconfianza, sonrojándose un poco mas, a causas muy diferentes de las que el alcohol le estaba provocando.- ¿Y…y por que yo debería saber eso…? –Desvía la mirada hacia un costado, avergonzándose con molestia.- pregúntaselo a él, idiota…- para tener una excusa de no hablar, regreso la copa a sus labios, bebiendo un nuevo y largo sorbo; pasó a verse bastante desorientado.

- Mhh…aunque…su-supongo que él esta…bien… ¿o no…? Siempre lo está…-con cierta molestia, sonrojado con fuerza y recordando tiempos muy lejanos, donde el que estaba delante suyo, había ayudado a aquel adolescente desagradecido a independizarse.