Algodón de azúcar [Privado]

Había llegado a aquel lugar con suma puntualidad como era debido. Hacía aproximadamente una hora y media que esperaba sentado tranquilamente en una banca de color violeta, un tono acorde a toda la alegría de aquel parque de diversiones. El sol aún brillaba espléndido en el firmamento, eran tan sólo las cuatro y media y era una bonita tarde de primavera.

El aroma dulce de las golosinas invadía por momentos el aire haciendo de aquel lugar algo más parecido a una tierra de ensueños para los niños. Pero también se trataba de un lugar excelente para los adultos. Podía oír desde su lugar la mágica música del carrousel y ver la imponente noria junto con algunas otras de las atracciones del lugar. Decidió que esperaría por media hora más a quien le había dicho que llegaría a las tres. A Benjamín si había algo que le sobraba era paciencia y tolerancia. Además, como era un muchacho responsable, no tenía de qué preocuparse, pues todo su trabajo ya estaba hecho con anticipación.

Los treinta minutos que había decidido esperar pasaron con esa lentitud que tiene el tiempo cuando uno está aburrido. Finalmente miró su reloj y con un ligero toque de molestia se puso de pie. Mientras caminaba hacia la salida se dedicó a echar un último vistazo al lugar que era tan alegre. Cuando estuvo a unos metros de la salida, en su recorrido visual, sus ojos se toparon con un niño que estaba sentado contra una pared.

Por más que quiso, el rubio no pudo simplemente ignorarlo, tal vez el chico necesitaba ayuda o estaba perdido. Se acercó con su característico paso estilizado y elegante para después agacharse hasta quedar a la altura del niño —Excuse me, are you ok?— preguntó con voz dulce y amable en su idioma.

(nyanya... .3. espero que te agrade la intro xD)

Le agradeció al cielo por haber estado allí en aquel momento y haberse acercado al chico. Se veía tan indefenso, sintió un poco de pena por él y rabia por quienes le habían hecho aquello. Le acarició suavemente la cabeza como un gesto para que se tranquilizara, pero al verlo llorar no pudo evitar darle un ligero abrazo reconfortante.

Realmente nunca en su vida había conocido a aquel chico, pero qué importaba, necesitaba ayuda y se veía muy triste. Se alejó un poco para poder verlo bien a los ojos. —Oh, dear... ¿Te golpearon? ¿Estás lastimado?...— lo analizó por unos instantes, el niño parecía estar bien físicamente pero muy shockeado. Se sentó a su lado, quería, al menos, que dejara de llorar. Vio que estaba descalzo y supuso que también le habían robado los zapatos. —Hey... ya pasó, dear... Tranquilizate, please.— le sobó calmadamente el hombro con la esperanza de aliviarlo al menos por un momento. —Hmm... ehm... si quieres podemos comprar zapatos nuevos, no puedes andar así, dear.— afirmó luego de pensar si había traído suficiente dinero.