De juguetes, Santa Claus y Nochebuena

Finlandia suspiró, mientras que fruncía el ceño al ver la cantidad de trabajo que aún le faltaba por hacer. La Navidad no tardaba en llegar, y por asuntos de política no había podido comenzar a fabricar los juguetes que le entregaría a los niños ese año. Se frotó las sienes con sus dedos, tratando de pensar en una solución.

Si no entregaba ese año a tiempo todos esos juguetes, le fallaría a los niños del mundo. Se horrorizó al pensar eso.

Mordió su labio, mientras que se cruzaba de brazos. Miró el telefono de reojo. Tal vez podía pedir ayuda, pero... ¿a quién? Su-san estaba en una reunión con sus superiores, Dinamarca tenía manos de mantequilla para todo, Noruega le diría que no antes de preguntarle e Islandia tal vez ni podría...

Fue en ese momento en el que se dió cuenta de lo antisocial que era.

- Bien... - suspiró - creo que tendré que pedirle el favor a alguien más - se dijo a sí mismo en voz alta.

Caminó hacia su oficina, mientras que comenzaba a recordar los nombres de las otras naciones que se encontraba en su agenda. Sólo esperaba que uno de ellos se apiadase de su alma y lo ayudase a terminar los juguetes a tiempo...

Lanzó con cierta molestia su agenda, la cual fue a parar al suelo. ¡Nadie le había respondido! (y los que sí se habían negado con excusas un poco tontas). Frunció el ceño y se dejó caer en su silla, molesto. Ya luego recordaría ponerlos en su "lista negra".

Escuchó cómo tocaban la puerta de entrada. Por un momento pensó que tal vez sería Suecia, y sonrió un tanto aliviado. Tal vez lograría convencerlo de que le ayudase un poco a preparar los tantos juguetes que tenía pendientes para esta navidad. Con pasos rápidos, bajó las escaleras hasta llegar al recibidor.

- ¡Su-san, que bueno que llegaste...! - comenzó a decir, pero se quelló callado en cuanto vio a la persona que se encontraba parado bajo el umbral de la puerta. Ese no era Suecia, ¿era... era...?

Miró fijamente a su visita, tratando de recordar su nombre. Oh, era tan malo para ese tipo de cosas...

- Hem... hola... ¿Chile...? - murmuró. Vagamente recordaba que su nombre tenía algo que ver con aquel fruto.

El recién llegado frunció el ceño, un poco molesto.

Finlandia se hizo a un lado, sorprendido. El recién llegado entró rápidamente a su casa, mientras que la veía fijamente, totalmente curioso. Tino rió un tanto nervioso, mientras que trataba de sonreír. Se había equivocado con su nombre, era normal que Santiago de Chile se enojara.

Recordatorio: Tomarse aquellas pastillas para la memoria que recetó el doctor.

- Hem... ¿en qué puedo ayudarte? - preguntó, ignorando por completo el adjetivo que había usado con él.

Finlandia lo miró, sorprendido, mientras que sudaba frío y balbuceaba una respuesta coherente. Aquel chico se veía amenazador, y estaba seguro de que si lo hacía enfadar le iría muy mal. Aunque no entendía cómo es que no le habían gustado sus regalos de la vez pasada, ¡él hubiera jurado que eso era lo que deseaba el chico!

Carraspeó un poco, para luego sonreír nerviosamente.

- Hum... pero c-creí que te gustarían... - murmuró, mientras que retrocedía lentamente en caso de que Santiago de Chile se le lanzara -, además... no puedo mandarte armas coffcoffvaencontradeltratadoquefirmécoffcoff... aunque el balón tal vez... ¡pero definitivamente armas no! - se cruzó de brazos y frunció el ceño, decidido.

Finlandia enarcó una ceja, confundido ante el repentino cambio de humor del santiaguino. ¿Carbón? A él no le gustaba darle carbón a nadie (ejem... Rusia no cuenta).

Notó que Santiago de Chile miraba los (pocos) juguetes que se encontraban regados por todo su taller, y en cuanto escuchó su pregunta, no pudo evitar irse a un rincón para deprimirse.

- Sí... lo sé, faltan muchos... - se lamentó desde la esquina, con una aura depresiva rodeandolo. El santiaguino le había recordado el peor de sus pesares. La escases de regalos.

¡¿Qué clase de Santa Claus sería él si no lograba terminar con todos los regalos a tiempo?! Comenzó a morder un pañuelo, al puro estilo de Francia, mientras que un par de lágrimas se escapaban de sus ojos.

- ¡Todo es por culpa de esos duendes! - gritó, sin poder contenerse - ¡Sólo porque no les pude pagar a tiempo, me han dejado abandonado y encima sin suficientes regalos para entregar! ¡No sé que hacer! - sollozó.

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Yumi: Perdón por el retraso, pero había estado ocupada con mi escuela D: ¡Prometo que seré más puntual!

(x'DDDD no problem... no problem)

Al ver al pobre weón tan afligido no pude evitar sentir cierta pena por el, en mi casa eran bastante solidarios con la gente en apuros y sentía de que en aquel instante tampoco podía faltar ese sentimiento de cooperación, me dirigí a aquel oscuro rincón con una triste aura, que casi casi creí incluso ver caer nieve.
-¿SABI QUE MAS COMPADRE? ¡YO TE VOY A AYUDAR A HACER MÁS REGALOS!- Lo tomé e intente ponerlo de pie, zarandeandolo un poco a ver si asi tomaba más fuerza -no dejaré que te tires al suelo porque así nuca habrá navidad...asi que te parai o te levanto a la mala- hiba a zarandearlo otro poco más cuando noté que habían tocado la puerta, era una chica de mirada muy seria, a la que solo atiné a decirle -pasa... ehhh... ¿quien eres?-.

Sus ojos se llenaron de lágrimas al escuchar las palabras del santiaguino. ¡Todavía existían personas buenas en este mundo!

- ¿D-de verdad harías eso...? ¡¡Muchas gracias!! - gritó, mientras que era zarandeado por el otro chico y más lágrimas escurrían por sus mejillas, sólo que estas eran de alegría. ¡Al fin podría terminar los juguetes! Jo, y esos duendes creían que él no era nada sin ellos...

El santiaguino dejó de sacudirlo cuando tocaron al timbre. Se fue a asomar, y el finlandés tardó un poco en reaccionar, para después seguirle. Notó que Santiago de Chile desconocía a la persona que estaba parada bajo el umbral de la puerta, pero él la reconoció casi al instante (ya que, después de todo, ella tenía cierta alianza con Su-san para golpear y/o hacer sufrir a Dinamarca).

- ¿Groenlandia? ¿qué haces aquí? - preguntó, entre confundido y sorprendido.

Finlandia miró fijamente a la niña, y en cuestión de segundos, sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas al escuchar las palabras de ella. ¡Este era el mejor día de su vida! ¡Podría acabar aún más rápido los juguetes!

Sin pensarselo dos veces, abrazó con fuerza a la niña a tal grado de casi estrujarla con sus brazos y comenzó a zarandearla de un lado a otro.

- ¡Muchas, muchas, muchas, muchas gracias! - sollozó, completamente feliz.

Dejó de zarandear a la pequeña nación en cuanto esta habló. Se puso serio y miró fijamente a las dos personas que se encontraban frente a él.

- ¡Bien, tropa! - dijo con un tono militar, como si estuviese en un campo de guerra -. Requeriré de toda su ayuda posible para poder terminar todos esos juguetes a tiempo. Disponemos de menos de una semana, pero lo bueno es que tenemos todas las herramientas necesarias a la mano. La primera fase será por empezar a coser a los osos de felpa. ¿Cuento con ustedes para esta tarea tan importante? - les preguntó.