I Can't Decide~ [Privado]

Montones de trastos sin ninguna utilidad apilados en un carrito de metal con ruedas, que ya a duras penas soportaba tanto peso sobre su metálica estructura. Cosas como máquinas para doblar calcetines, depiladores de cejas (cosa bastante inútil en su caso, pues no importaba cuantas veces lo intentase, los genes que guardaban las cejas hacían que siempre estuvieran igual de grandes), gatos que parecían jugar a piedra-papel-tijeras pero que siempre sacaban piedra, masajeadores de espaldas para gatos, una especie de bata que también era una manta y un sinfín de cosas más. El número de estas inutilidades iba aumentando al grito de "Hey, it's amazing!" o "So cool, mate!"

El australiano se había recorrido ya por lo menos la mitad de la amplia tienda de cosas a segunda mano, impresionado por la cantidad de cosas que la gente podía vender por unos cuántos dólares. ¡Aquí hay cosas impresionantes! Jamás se le hubiera ocurrido inventar un mando que solo encendiera y apagara la televisión, o pienso para perros con sabor a ensalada. Bueno, a Allan le gustaban las cosas extrañas... Aunque esto era pasarse un poco.

Sobre todo teniendo en cuenta el por qué estaba allí. Su superior, harto de que pasase olímpicamente de toda clase de papeleo que debiera hacer por obligación, le encargó al australiano una misión que pensaba que cumpliría mejor. La idea era utilizar aquél "dinero del estado que en realidad tú nunca has visto" y comprar unas cuantas cosas en distintas tiendas, y si tenía tiempo, a algún país que le viniese cerca. No comprendió del todo el plan, pero se suponía que con tanta compra, la bolsa mundial volvería a funcionar con normalidad... Y los bancos australianos se atribuirían el mérito...

Realmente, no le había hecho menor caso, ya que después de recibir el sobre con dinero fue corriendo a cambiarse el aburrido uniforme y a vestirse con su ropa de playa, para ir a comprar... No se esperaba que hiciera frío en las calles, pero eso era una cosa aparte.

Así pues, había acabado entrando en aquella llamativa tienda en la que parecía que tuvieran de todo. ¡Y es impresionantemente cool! Con una amplia sonrisa en el rostro, contemplaba todas las cosas de importancia menor y las metía en el carrito con una sonrisa. Sí, su superior había elegido bien. A pesar de ser un tacaño, se rendía bastante rápido ante las cosas que creía interesantes... Y por desgracia, habían muchas cosas que entraban en su descripción de "interesante".

Si algo caracterizaba al norteamericano, era su capacidad de balancear la vida citadina, con un estilo más "playero" más liberal y desestresado. También, que era influenciado por los millones de inmigrantes hispanoamericános que residían en su ciudad. Y una cosa de la cual gustaban los citadinos era comprar, y los compradores "hispanos", comprar en tiendas baratijas, chucherías y todo lo que se le ocurriera.

Por supuesto el rubio padecía de este tipo de gustos, influenciado por todas partes, por lo que ese día, decidió que le hacía falta un nuevo traje de baño, y se dirigó a una "super tienda" en donde no solo vendían ropa, sino también todo tipo de cosas de las cuales gustaba comprar, aunque se apilaran en su departamento, haciendo espacio, sin llegar a adornar y más bien dándole un toque desordenado.

Recorría los pasillos del lugar observando y fascinándose con cada tontería que encontraba. En la sección de ropa no solo se probó y llevó varios trajes de baño, sino unos cuantos conjuntos más, en colores rosa, fucsia, amarillo y naranja algunos fosforescentes incluso. Era un día maravilloso de compras!! Ya llevaba una buena cantidad de cosas en su carrito, hasta que a lo lejos divisó lo que parecía unos utilícimos ... bueno...no sabía que eran, pero le llamaron la atención y dirigió su coche hasta ese lugar, solo que al doblar la esquina, su carrito chocó con el de otra persona que también doblaba desde el lado contrario. El contenido de ambos carritos fué a dar al suelo, creando un gran desorden, ya que en su afán por llegar al encuentro de el fascinante objeto, el norteamericano ya iba a gran velocidad, y el impacto fué grande.

-Oh my god! I'm so sorry honey!!!- se disculpaba muy apenado con el dueño del otro carrito.