Down in New Orleans [Privado]

Hay un sitio muy sureño

Aquel día no sería como uno cualquiera. Levantarse temprano no era la norma pero si lo mas recomendable. Había acordado y prometido que visitaría Nueva Orleans y quedarse con Louis una temporada corta. No le desagradaba la idea, Louis vivía cerca de él y sería grato desestresarse quedándose algunos días en su casa. Últimamente Edward no se sentía demasiado bien, andaba alicaído y somnoliento, fruto de la bajada de humor debido a su afectación bipolar. Esperaba que su hermano lograra recomponerle el ánimo. Adoraba el sur de los Estados Unidos como su casa o como el resto de hermanos sureños.

Muy cerca de un río

Además de que Nueva Orleans en particular era una ciudad tan bonita como lo eran Miami o Jacksonville y quizá, aunque esto no lo admitiese ante él, aún más que ellas. Porque Nueva Orleans era tan diferente a cualquier ciudad americana corriente, sin tener nada que ver con el estereotipo yanqui al que el resto del planeta estaba sujeto. Era por eso que Louis se negaba a usar su nombre real aun cuando muchas veces Edward le había instado a decírselo.

Llegó por mar en lugar de por carretera, bajando por el río en un ferry que exhalaba música jazz, género que nació allí. Edward gustaba del jazz, era rítmico y marchoso, como él.

Con mujeres realmente bellas

Bajó por la pasarela con el equipaje al hombro, observando el puerto, maravillado de lo rápido que se habían recuperado después de Katrina. Justo al pisar tierra se cruzó con un grupo de chicas que esperaban a alguien, guiñándoles un ojo. Al instante ellas soltaron un suspiro porque le vieron con el sol desde atrás y el aura que desprendía el estado Soleado era para desmayarse. Pero lejos de querer ligar, solo hizo un encantador saludo seguido de una sonrisa, dejándolas atrás y riendo entre ellas como verdaderas tontitas.

Y caballeros finos

Por estar mirándolas por encima del hombro, se tropezó con un hombre que caminaba en su misma dirección. Temiendo que tuviera que participar en algún altercado, comenzó a disculparse, pero enseguida aquel señor se medio inclinó, se quitó el sombrero y le besó la mano como si fuera un caballero de épocas lejanas. Algo inquieto, Edward se soltó y se alejó algo rápido. Realmente… sí, era una ciudad “especial”.

Si quieres de la vida algo disfrutar

Caminó a lo largo de las amplias calles, disfrutando del aire cálido y fresco, provenientes de los pantanos, observando el cielo azul de vez en cuando, surcado de tímidos pajarillos y atrevidas palomas grises, esquivando a los humanos comunes y corrientes, atareados con sus quehaceres. Pensando además en la de cosas que quería hacer….

Avanzó hasta la casa de su hermano y se plantó en la puerta, tocando con los nudillos suavemente cuatro veces. Y esperó a que abriera.

Bienvenido a Nueva Orleans

Era un día tranquilo en la ciudad, el sol reposaba perezoso sobre ella, la gente pululaba feliz por las calles, los sapos croaban, las cigarras rechinaban…

Y todo era absolutamente calmo por aquellos lares… o al menos, eso es lo que daba la apariencia, porque en el ínterin la gente ansiosa se preparaba para iniciar los conocidos desfiles de Mardi Grass, el carnaval más vistoso y reconocido de los EE.UU puesto inclusive al nivel del carnaval de Venecia o el de Rio.

Era una celebración de la que definitivamente Louis estaba muy orgulloso, y aun más ahora que la disfrutaría en compañía de uno de sus más queridos hermanos y definitivamente el que le era más cercano desde el principio de los tiempos… Edward.

Evidentemente al ser tan cercanos, Ed había pasado más de una temporada de mardi gras con el, después de todo, era un carnaval que se celebraba ya desde el 1756…

Pero lo más bello del carnaval es que todos los años sin excepción había cosas nuevas que descubrir en el. Se había enterado además mediante un par de informantes, que su hermano andaba algo deprimido últimamente.
Louis sabía de los problemas de bipolaridad de su hermano, y no le quedaba más que suponer que su ánimo pudiera andar decaído por ello, pero, el se encargaría de que aquella bipolaridad diera un giro.

Descansaba en el amplio balcón de su casa tipo colonial, una hermosa guarida que era prácticamente un compendio de la arquitectura francesa en su región, y las ansias le devoraban mientras esperaba a que llegara su adorado hermano, tatareando con una fresca sonrisa algunas estrofas de su hinmo estatal…

Le vio venir, cuando aún estaba a media cuadra le observó caminar en dirección a su hogar, vistoso y con esa presencia sólo tan suya. En silencio esperó hasta que llegara junto a la puerta del hogar para dirigirse a él.

-¡Ey! ¡Eduardo!- amaba decirle así a su hermano, puesto que era una forma de ser “distinto” para él, de ser especial, asin contar que él le había conocido con ese nombre…

-¡Te estaba esperando! Jajajaja espera unos segundos, bajo ahora- le indicó, pero en lugar de entrar y bajar por las escaleras como habría hecho cualquiera, Louis se decidió por un método un poco más “rápido”.

Se trepó en las enredaderas que colgaban del balcón y comenzó a bajar por allí, completamente inconsciente de cualquiera de los muchos evidentes peligros que corría al hacer aquello, y una vez que estuvo más cercano al piso, saltó desde las enredaderas a los brazos de su hermano, arrojándole al suelo de paso aunque sin darse ninguno de los dos el fuerte golpe que se pudieron haber dado, debido a que habían caído sobre unos arbustos que estaban a la espalda de Ed.

Louis abrazó a su hermano aun entre carcajadas, riendo como un niño pequeño mientras llenaba de besos el rostro del mayor.

Luego de dejarle más que besuqueado y bastante aplastado, se levantó aun entre risas tirando junto a él a su querido Ed, arrastrándole a un cariñoso abrazo fraternal.

-¡Te extrañé mon frerér! Deberías venir más seguido- le comentó animado mientras le observaba cariñosamente, entonces pudo observar unas ligeras ojeras que formaban saquitos bajo los ojos de su hermano, ojeras que evidenciaban lo que le habían contado a Louis… Su hermano estaba deprimido.

Pasó suavemente la yema de sus pulgares sobre aquel sector ennegrecido, mientras se alzaba algo en puntas para darle un último beso de bienvenida a su hermano, un suave beso en la frente, para luego bajar con suavidad y susurrar a su oído.

-Laissez les bons temps rouler- (Deja que los buenos tiempos rueden) Ese era el dicho de su ciudad, la frase que recibía a todos los turistas a sus tierras, en ella venia implícito lo que esperaban –y conseguían- todos al visitarle… olvidar sus problemas…

No por nada New Orleans era conocida como “la ciudad en donde se olvidan los problemas”, era su habilidad y Louis estaba inclusive más orgulloso de ella que de su apreciado Jazz, nadie saldría de su hogar sin una sonrisa en su rostro… Mucho menos su hermano…

No había ni dejado de tocar la madera con los nudillos cuando oyó su voz, pronuncia su nombre castellano con su acento sureño y francés tan marcado. Edward se sonrió y miró hacia arriba, viendo a su hermano en el balcón, moviéndose ya para bajar por las enredaderas.

Solo él le llamaba así pues solo él sabía de su primer nombre como colonia española. Le hacía evocar una época antigua, mucho más fresca y salvaje en la que podían correr por donde quisieran sin temor a nada más. Amaba demasiado a su hermano pequeño como solo podía hacerlo él. No había comparación en el vínculo histórico que pudieran tener con los demás estados. Era por eso que se sentía especial cuando Louis lo llamaba por su antiguo nombre.

Vio la intención de Louis y se separó de la puerta, tensándose al verlo saltar. Pero lo recibió con los brazos abiertos para parar su caída, cayendo ambos sobre un arbusto de hojas blandas, riendo a carcajada limpia como niños. Edward lo sujetó por inercia, sintiendo sus labios sobre la piel. Cuando lograron levantarse, sonrió aun riendo y le abrazó con fuerza quizá imprimiendo una ligera vuelta. Aun lo observó dejando que algo de su depresión se deslizara por su rostro a la vez que él repasaba sus tenues ojeras con los pulgares.

-Laissez les bons temps rouler

Volvió a abrazarlo, esta vez con más suavidad, apoyando la barbilla en su hombro y cerrando los ojos.

—También te echaba de menos, Luis… —él también lo llamó por su nombre anterior— habría venido antes pero mi jefe a veces se comporta como un verdadero capullo…
Se separó algo para mirarlo con franqueza, con una de sus sonrisas floridanas.