Bebiendo hasta que el estómago nos patee el hígado [Libre]

La suerte es algo arbitrario, de eso que no nos quepa duda. Hay veces que tienes mas, otras que tienes menos, pero quieras o no, cuando la mala suerte supera a la buena suerte en un día que en un principio debería ser bonito por la luminosidad o tal vez la belleza de la nieve que lo rodeaba, sientes la necesidad de buscar un consuelo para no irte a la cama con un horrible sabor de boca.
Con la aleatoriedad que caracteriza la ida de su casa de una desesperada mujer que se había quemado seis veces en el día, había recibido de nuevo un sin fin de revistas de dudosa procedencia, sus planes de conquista mundial no avanzaban y cuyo mejor uniforme se encontraba destrozado en extrañas circunstancias, Moscú deambuló por sitios completamente aleatorios y distintos a los que estaba acostumbrada siempre acompañada de su fiel plano.
Caminó, con la cabeza gacha y sin ganas de nada, hasta encontrar un bar que le llamó la atención. Tal vez fue el letrero luminoso en grandes letras rojas que decía: "La taberna de Bitt" o que el precio que marcaba en el menú pegado a la ventana para el vodka era absurdamente bajo.
Lo cierto es que el motivo daba exactamente igual: Ella quería olvidar y la mejor forma era, sin duda, un buen vaso de vodka en una taberna llena de jóvenes alegres y ruidosos que la harían olvidarse de una forma radical. Así que, puestos así, entró.
Se sentó en la barra, en el hueco más alejado donde poder obsevar el lugar buscando alguna cara conocida con la cual tal vez charlar. En breve, apareció un barman que le peguntó que era lo que quería. Con voz serena y seca, apoyando su rostro sobre una pálida mano cubierta de tiritas, pidió con una educación sorprendente para alguien tan joven.
-Un vaso de vodka, por favor... Y si es tan amable, no me importaría algo para picar. Gracias.
Cuando el camarero se fue dejandola sola para ir a buscar lo que pedía, su mirada morada vagó por encima del resto de clientes de la taberna, que cuando se topaban con sus ojos violetas mirando inquisitivamente, se apartaban de su marada molestos, nerviosos o incluso temerosos.
"¿Habrá alguien interesante por aquí...?" pensó mientras seguía pasando sin vergüenza alguna su descarada mirada por encima de todo el que se encontraba en el interior del bar.

-Desde temprano se había encontrado ocupado en ciertos asuntos, mientras en la calle de su ciudad, no.. del país entero se sentía un ambiente aún tenso, pero más jovial, pues en un día como estos se marcó una fecha importante y vital para cada corazón orgulloso y lleno de esperanza de sus habitantes, desde el más conservador hasta el más anarquista y aunque las cosas no andaban bien debido a los problemas no tan recientes, a causa de las deudas que lo ahogaban cada vez más... esto era como un desahogo para todos, menos para la nación helénica, quien había permanecido de un extraño humor desde que recién se levantó de la cama, inclusive se había quedado largo rato en ella, sobando el estómago de uno de sus pocos pero preciados gatos. Mira el calendario y allí estaba aquella fecha que le revolvía las entrañas, y sus heridas tanto internas como externas seguían palpitando.

Pero no debía de pesar en ello, no sería bueno ni para él ni para la memoria que guardaba para Turquía

-Un traidor... si, ¿qué más da si eso es lo que esperan? siempre soy lo que la gente espera.. como el gato que debe matar al ratón porque eso espera de la gente, sin siquiera contemplar si en realidad desea hacerlo...

Se levanta sin salir de sus cavilaciones, en las que se había sumergido bien el alba tocó cada parte de la república de Grecia, hoy el sol ni siquiera le traía calidez.

¿Porqué debería estar alegre? ¿Porque se independizó? Tenía sus pros y sus contras, y Heracles estaba en las inmediaciones de ellas.

Moscú se sorprendió al encontrar a alguien que no apartara la mirada de sus ojos. Al fin, encontrando a alguien valiente entre una muchedumbre de personas asustadizas y mediocres, pudo sonreírse a si misma levemente. Una sola persona, aunque fuese solo una, en una taberna, que tuviese tanta confianza y tan poco que esconder a los demás... Era una bocanada de aire fresco.
Observó sus movimientos. Una seña al camarero, que pronto le llevó una copa con el mismo licor que debería estar tomando ese hombre, y poco tiempo después, una seña a ella misma, que con confianza y seguridad que ella, Moscú, portaba, correspondió acercándose a él con paso lento y decidido.
Dejó al lado de la copa del hombre la suya y sin darle una mirada demasiado larga, hizo una pequeña reverencia con la cabeza.
-Gracias por la invitación, señor. ¿Puedo preguntar a que se debe? -sonrió de medio lado- No es por molestar, es simplemente que no suele ocurrir.
Después de decir eso, se sentó a su lado, dedicándose a observar de forma cuanto menos descarada. Le había agradado las formas de ese hombre, pero quería saber quien era. Era un simple formalismo, pero la curiosidad le mataba. Antes de darle tiempo a responder, formuló una última pregunta:
-Y, sobre todo... ¿Quién es usted?

Su cabeza continuaba divagando, dándole ese toque que todos pensaban inteligente, mas estaba lleno de cavilaciones. Todas sus preguntas se derivaban de otras, y otras y al final, si es que encontraba respuestas las hilaba todas hasta llegar a una decisión que le tranquilizase el alma, pero esta no era la ocasión... seguía así, igual que siempre que pensaba en el significado de este día que parecía fiesta nacional para muchos. Ya hace tiempo atrás, siglos que jamás habría logrado sentirse bien... no era como Estados Unidos que celebraba esas épocas con pirotecnia, con alebosía y burlándose de lo que alguna vez fué su padre o tutor.

Heracles nunca lo había logrado considerar así. Era más que eso, era muchas cosas y a la vez no era nada.

Se quita la chaqueta y la deja sobre el sofá, donde oculta el cuerpo de uno de sus gatos que encaprichado reclama con maullidos por haber irrumpido su siesta. Se tira en aquel sillón y permanece intranquilo, escuchando el vasto silencio que producía su casa donde de no se por los felinos estaría completamente sola, y daría algo de miedo.

-Necesito salir... y ya

Se levanta y toma el abrigo, mirando que el sol ya se ocultaba detrás de las nubes y decide salir de casa, a algún bar, o a donde sus pasos le dirigiesen, necesitaba encontrar algo que lo regrese a su habitual humor y no le deje ese desazón en su boca, el sabor a bilis acumulado se sentía frío y sabía amargo, más que la peor de las medicinas.