Un día de Relax [Privado]

¡¡Qué calor!!

Estaba en pleno verano sentado en su jardín con la esperanza de que una misericordiosa ráfaga de aire medianamente frío cubriera su piel, pero al parecer no era su día.

Tenía que encontrar una manera de refrescarse o de lo contrario acabaría derritiéndose cual indefenso cubo de yelo en las costas de una playa... ¡La playa! ¡Por supuesto, eso era!

Se levantó del lugar en el que estaba sentado y se fue a su habitación, equipando un bolso con todo lo que podría serle útil. Luego de eso se puso un bañador y salió prácticamente corriendo.

En menos de lo que canta un gallo Kiku había llegado a la playa más cercana que había, pero antes de estirar su toalla y adentrarse en el mar recordó que se había olvidado la crema de protección solar en el baño.

Miró a su alrededor esperando encontrar algún vendedor ambulante y vio un pequeño local que tenía apoyadas en la pared unas cuantas tablas de surf. Esperanzado, se adentró en dicho lugar y en ese preciso momento oyó una voz, ''Buenas, ¿Hay alguien aquí?'' decía.

Se giró y grande fue su asombro al encontrarse con uno de los países latinos que hacía poco había tenido el honor de conocer.

- Buenos días, Panamá-san. Qué sorpresa encontrarle por aquí.

- Tashikani, siendo una playa tan poco concurrida tampoco esperaba toparme con nadie. Muy bien, gracias, ¿Y usted? - Dijo poniendo la sonrisa de negocios más amable que tenía. Su relación con Panamá se había distanciado un poco en los últimos años a pesar de tener que encontrarse con frecuencia relativamente alta debido al comercio marítimo que hacían desde más de ciento cincuenta años atrás. No sabía exactamente por qué, pero ya no solía verle tanto como en la época en la que eran ellos personalmente los que hacían los negocios y no sus jefes, como pasaba en ese momento, pero a pesar de ese hecho había muchas veces en la que tenían que ir personalmente.

Ahora que lo pensaba, la última vez que se habían encontrado era hacía un mes atrás, cuando la embajada japonesa en Panamá ofreció las Becas MOMBUKAGAKUSHO. No había pasado mucho tiempo, pero sentía como si lo hubiera sido.

- De hecho, dejando de lado el hecho de que tengo un par de semanas libres, lo que más me motivó a venir aquí ha sido el hecho de que en mi casa hoy hacía un calor horrible. Necesitaba despejarme un poco. - por alguna razón, a pesar de estar un poco incómodo hablando con el latino, las palabras fluían con excelencia, aún así, el hecho de que estuviese mirando hacia otro lado mientras hablaba con él lo delataba. No era una incomodidad de las malas, mas bien era como si se hubiese reencontrado con un viejo amigo y no supiera qué decirle.

Apoyó todo su peso sobre la pierna izquierda, dejando automáticamente su cadera un poco ondulada para intentar aliviar un poco el dolor de piernas que se extendía poco a poco. Empezaba a creer que quizá estaba algo viejo para ir andando tanto por ahí.

' Shinpaishinaide, kudasai, estoy bien. Quizá un poco cansado por unos cuantos... Etto... Asuntos, pero eso es todo. - Dijo con su habitual calma, intentando sonar lo más educado posible ya que no podía contarle sobre los problemas internos que tenía su país sin acabar teniendo problemas con su jefe. Dirigió su mirada hacia la izquierda tal y como solía hacer cuando estaba nervioso y se dio cuenta de que un hombre rubio de tez bastante morena estaba saliendo de una habitación que había detrás del escaparate. Se giró y escuchó como el susodicho les daba la bienvenida con un cálido saludo.

- Buenos días. - contestó automáticamente. No sabría decir si el hecho de que hubiera venido justamente cuando estaba hablando con el panameño le aliviaba o le disgustaba.

- De hecho, vine aquí con la esperanza de que tuviera en su tienda cremas de protección solar. - De verdad esperaba que la respuesta fuera afirmativa porque su piel al ser tan blanca solía quemarse fácilmente al exponerla al sol y no quería acabar como una gamba y ésta era el único lugar en el que podría comprarlas debido a que no había ninguna tienda en aquella playa.

- Vaya, lo siento mucho, amigo. Aquí solo rentamos placas de surf y barcas... - Qué mala suerte, pensó el asiático. Dada la situación, solo le quedaba volver a su casa y coger la que había olvidado o aceptar la derrota y dejarlo estar sabiendo que al siguiente día difícilmente podría dormir por las quemaduras. Miró por el rabillo del ojo al panameño, si se iba sería muy posible que no volviera a encontrarse con él durante mucho tiempo. La parte más racional de su mente le decía que ya habrían otras ocasiones, pero otra parte que no sabía de dónde había surgido no paraba de gritar frustrada debido a que, extrañamente, quería pasar tiempo con el otro.

- Vaya, es usted muy amable, Panamá-san. Muchísimas gracias. - dijo alzando la mano para coger lo que el panameño le ofrecía, pero se detuvo a medio camino al darse cuenta de un pequeño detalle. Si tomaba su crema... ¿Qué haría él? No podía hacer algo tan egoísta como quitársela y dejar que se achicharrara por el sol... - Etto... ¿Quiere entonces... eh... venir conmigo? - Era la única solución si quería que los dos acabaran bien al final del día - Aunque supongo que quiere surfear, por favor, no me haga caso. - Se apresuró a decir al darse cuenta del lugar en el que estaban. Incluso si quisiera pasar un poco de tiempo con el otro, no quería ser una molestia. Tampoco era que supiera hacer surf a pesar de siempre le había atraído la atención. - Agradezco mucho su oferta, pero creo que lo mejor sería que volviera a mi casa a buscar la mía. - lo único que esperaba era que el otro país no se diera cuenta de la decepción que alumbró sus ojos por un segundo.

Analizó un poco la respuesta del panameño, preguntándose si lo decía solo por ser amable o hablaba con honestidad. Esperaba que fuera lo segundo.

- ¿Ya no quiere hacer surf? - Preguntó dudoso. La experiencia le había enseñado a desconfiar a veces sin motivos, pero por alguna razón quería creerle.

Escuchó un suave ruidito y se giró una vez más hacia el dependiente, que estaba dando golpecitos con sus uñas en el mostrador, viéndose realmente impaciente. - No es que quiera echaros, chicos, pero si no queréis nada más, entonces, debo regresar. Mi chica me está esperando. - Dijo señalando la puerta de detrás, que había dejado entreabierta y tras la cual se podía observar una pequeña sala de estar y una joven mujer tumbada en un sofá con una pose bastante sugerente.

Japón se sonrojó al instante al verlo y balbuceó una disculpa, decidido a salir del lugar lo más pronto posible.

Kiku lo que hizo fue mirar hacia otro lado y pensar en cualquier cosa que le quitara aquella imagen de la cabeza. Escucha lo que el otro dice y piensa en que los occidentales son demasiado permisivos con el tema de la vida sexual y el nudismo, aunque... siempre y cuando fuera en el mundo 2D, él era capaz de ver muchas cosas peores que lo que vio.

Los años y la experiencia que acarrearon le habían enseñado a evitar situaciones embarazosas, sobretodo desde que había vuelto a abrir las puertas de su país al mundo exterior, así que se dedicó a carraspear, hizo una reverencia y salió del local, haciendo como si no hubiese escuchado lo primero que el más joven había dicho. Ya más tarde pensaría si era una ofensa o no, tampoco quería entrar en conflictos de ningún tipo con nadie.

Una vez fuera, se giró hacia el panameño - ¿Ha llegado hace mucho tiempo?