[PRIVADO] ¿¡Academia británico-japonesa o... Marujeo descomunal?!

Bajó del avión exactamente a las cinco y treinta y siete de la tarde. Tan solo traía una pequeña maleta como equipaje, por lo que no le fue necesario esperar a que le trajeran nada. De dirigió directamente a la aduana del aeropuerto para identificarse. Una mujer que tendría alrededor de unos cuarenta años le pidió su pasaporte y su visa con una expresión bastante malhumorada, sin embargo, no hubo ningún problema y una vez echos los trámites, se puso en marcha hacia el lugar en el que Inglaterra le había dicho que se encontrarían.

Por suerte no era la primera vez que viajaba a Londres y conocía bastante bien el lugar, por lo menos lo suficiente para no perderse.

No podía negar el hecho de que se había puesto bastante contento con la llamada que su antiguo aliado le había hecho hacía una semana para invitarle a su casa, Arthur era uno de sus pocos amigos, después de todo, y no quería que la relación que había entre ellos se volviera meramente política.

Tras cinco minutos caminando, logró divisar a escasos metros el duty free que le habían indicado. La muchedumbre le impedía buscar al inglés, pero sus ojos se movían con entusiasmo intentando hallarlo.

Llevaba paseando un buen rato delante de la tienda cuando escuchó una voz sospechosamente parecida a la de Inglaterra llamándole por su nombre humano. Giró la cabeza para intentar ver de dónde provenía y estuvo muy tentado de sacar su móvil y llamar a las autoridades cuando vio a un hombre tapado hasta las orejas y que o intentaba pasar desapercibido o hacer que todo el mundo le viera, no estaba muy seguro. Automáticamente pensó en aquellos pervertidos que se ponían una gabardina idéntica a la de aquel hombre para cubrir su total desnudez y la abrían frente a las mujeres jóvenes y niños. ¿Pasaría aquello en Inglaterra también? Le preocupaba bastante, la verdad. Cuando se encontrara con el británico le haría saberlo y así podría asegurarse de que sus ciudadanos estaban a salvo.

Volvió a mirar disimuladamente a aquel individuo tan llamativo y abrió tanto los ojos que pensaba que se le iban a salir de sus cuencas al ver las cejas y los ojos verdes del hombre. Su mente ató rápidamente los cabos. ¡Por supuesto! ¿Cómo se le pudo haber pasado un detalle tan importante? Seguramente Inglaterra estaría intentando evitar que sus jefes se enteraran se su visita, lo entendía porque él también era un país y sabía lo que era tenerlos constantemente encima, sin poder dar ni un paso sin pedirles permiso.

Empezó a caminar lentamente hacia él sin preocuparse por las miradas extrañadas y un poco asustadas que los demás le dirigieron al verle por acercarse al hombre que podría ser alguien altamente peligroso.

-Arthur-san, me alegro de verle. - le dijo, omitiendo el hecho de que casi había llamado a la policía para avisar de que un potente pervertido estaba en el aeropuerto.

- Sería un placer, Arthur-san. ¿Conoce algún buen local de camino a su casa? - Contestó el japonés. A pesar de su entusiasta respuesta, esperó con todo su corazón que el lugar al que pensaba llevarlo en británico fuera uno en el que no le reconocieran y pudiera quitarse aquel disfraz. No es que estuviera avergonzado de ir con alguien vestido de aquella manera tan... extravagante, pero algo le decía que como siguiera con esas fachas durante mucho más rato acabarían metiéndose los dos en problemas.

No, imposible, se dijo a sí mismo. Inglaterra era el mejor país de espionaje del mundo, poniéndose fácilmente al nivel de sus ninjas más temidos. No iría a pasarle nada aunque se pusiera a bailar tango en medio de una plaza llena de niños con un chimpancé mutante mientras...

Era oficial: tenía que dejar de ver películas estadounidenses. Su cerebro, antes racional, se estaba atrofiando tanto que temía que acabara convirtiéndose en un monstruo de la naturaleza. ¿Qué sería lo siguiente, la apocalipsis zombie? Se preguntó con sarcasmo.

Siguió al inglés con tranquilidad hasta el taxi y, en cuanto llegaron a su destino, se quedó viendo el lugar bastante ensimismado. - Le felicito, Arthur-san, tiene usted una ciudad preciosa que cada vez me sorprende más. - Hizo una reverencia. Y no mentía, a pesar de que al principio se había encontrado renuente a abrir sus puertas hacia aquella parte del mundo, siempre había tenido cierta fascinación por el occidente, que nunca dejaba de sorprenderle.

A pesar de que notó el claro nerviosismo del rubio, fingió no haberse dado cuenta. Estaba consciente de que su invitación no había sido una normal y corriente y, aunque tenía una creciente curiosidad por descubrir cuál había sido la razón, pensó que sería mucho más educado esperar a que Arthur se sintiera completamente cómodo con decírselo en vez de presionarle para que lo haga.

Dejando la educación a un lado, un suspiro disimulado se le escapó al ver que se quitaba su disfraz. Por lo menos ahora sabía que no se trataba de alguna misión secreta o, seguramente, tampoco una alianza o algo por el estilo. Esperó sin decir una palabra más a ver cuál sería el siguiente movimiento de Inglaterra.