Una noche más sin sueños [privado][muerto. lol]

El tiempo transcurría con la velocidad de un grupo de esclavos azotados y rendidos en aquella noche invernal. El cielo se había teñido del azul más oscuro y las nubes, enormes y espesas, lo invadían cubriendo cada una de las estrellas y en ocasiones ocultando también la enorme luna llena.

Las ramas desnudas crujían estrepitosamente al ser golpeadas sin compasión por el viento. Todos y cada uno de los árboles de aquel parque, ya despojados de sus hojas, soltaban un lamento al unísono como pidiendo clemencia al invierno y llorando a la espera de poder ver nacer nuevos hijos en la estación venidera.

El insomnio, aquella maldición que padecían muchos esporádica o frecuentemente, fue la razón por la cual el muchacho rubio estaba allí, sentado en uno de los fríos bancos de aquel parque, contemplando sin ánimos ni interés particular el espacio inmenso e infinito. Se sentía tan pequeño… Todo a su alrededor lo superaba en tamaño, los árboles, la fuente, las estatuas… sonrío un poco acongojado —It was obvious I'd feel this way, after all, I'm just a little island in the middle of the vast ocean —murmuró calladamente mientras se abrazaba a sí mismo.

Llevaba allí varias horas, tal vez más de tres o cuatro, había perdido la noción del tiempo mientras navegaba con rumbo incierto a través de sus ideas y recuerdos. Descruzó sus piernas y las estiró levemente para luego ponerse de pie. El permanecer en aquel banco había terminado por hartarle y optó por caminar en los alrededores. Acomodando su abrigo y su bufanda emprendió su marcha con paso elegante y tranquilo hacia algún lugar indefinido.

Tras un largo rato de caminata se encontró en medio de una lúgubre arboleda en donde la luz escaseaba y los quejidos de las ramas eran más bulliciosos. Tal vez muchas personas se hubieran sentido perturbadas por aquel escenario, pero Benjamin no se inmutó por la lobreguez reinante y continuó con su andar pausado. Aproximadamente una hora después y tras divisar un nuevo asiento decidió ocuparlo.

Apoyó sus manos sobre su pecho y, dirigiendo la mirada a un punto indefinido del espacio, comenzó a imaginarse que el sueño vendría en algún momento, pero bien sabía que eso no iba a pasar, no al menos aquella noche.