Un poco de frutilla y crema del cielo [privado]

Sonrió un poquito al salir de una tienda, llevaba en sus manos un par de bolsas ya que aquella tarde había decidido hacer algunas compras. Claro que había tenido que convencer a Arthur de que le diera permiso para salir solo, no fue fácil pero finalmente valió la pena el esfuerzo, ya que Benjamin estaba disfrutando mucho de aquella salida.

El día soleado era tan alegre que el rubio se había contagiado aquellos ánimos. Había llovido momentos antes y las calles aún estaban húmedas, pero gracias a ello en el cielo se dibujaba un nítido arcoiris. Caminaba con paso delicado mientras observaba a la gente, las tiendas, y los árboles. Era un sábado excepcional, los locales no estaban atestados de gente ni tampoco desiertos, las personas paseaban contentas y los coloridos escaparates daban aún mas vida a aquel espacio. Pasó junto a una cafetería de la cual emanaba un agradable y cálido aroma a café recién preparado, mas a pesar de que no le desagradaba del todo el café, no era realmente lo que más le agradaba a su paladar.

Continuó su trayecto a pesar de no tener ciertamente un rumbo fijo. Se quedó mirando los colores de una dulcería, tan alegres y variados, pero lo que verdaderamente captó su atención fue la tienda que se hallaba en la esquina. En ella se erguían dos pequeñas estatuas con forma de pingüinos y el chico no pudo resistir la tentación de acercarse para verlos mejor. Adoraba aquellos animales, en su casa había muchos de diversas especies y siempre que veía alguno, aunque no fuera real no podía evitar alegrarse.

Se quedó parado y sonriente como un niño contemplándolos. Levantó la vista para leer el cartel de aquel negocio. "Heladería". Pensó algunos momentos con ganas de entrar a tomar un helado, pero al divisar desde afuera que todas las personas allí estaban acompañadas, sintió un poquito de pena y desisitió de su idea.

Volteando distraídamente para seguir su camino no vio que tras de sí alguien más pasaba y tropezó inevitablemente con él. Ambos cayeron al suelo y Benjamin se sintió horriblemente culpable por su distracción. Se puso de pie y extendió una mano ofreciéndosela al otro gentilmente para que se parara también —God, I'm really sorry. Are you alright?... —preguntó preocupado y con la esperanza de que el chico no se hubiera lastimado.


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pfffff que encuentro tan cliché xD No me mates plz xD

Realmente era un día hermoso, despejado y tranquilo, estaba muy contento de salir en esa ocasión, a pesar de que la razón no era el clima o algo parecido, si no que...

-¡Las maravillosas nieves coloridas occidentales!-gritó contento ignorando lo que los demás pudieran pensar de él.

Sucedía que, su hermana mayor, fanática de todo lo que tenía que ver con el occidente, le comentó un día acerca de unas bolas de nieve con colores que sabían muy bien. El pequeño, aficionado como era a todas las cosas dulces, no dudó en ir a dónde vendían tales cosas.

Al llegar, se sorprendió increíblemente al notar que había dos "guardianes" al lado de la puerta, llevaban unos trajes muy graciosos, un poco parecidos a los tales esmoquins que veía que los otros países usaban en las conferencias.

Después de un tiempo de mirar a los dos hombres que no movían un solo músculo, decidió acercarse, talvez les podía pedir informaciones del lugar al que se dirigía.

-señores, ¿es necesario algún tipo de identificación para entrar ahí?-preguntó, señalando la tienda, para después notar que todos los que estaban adentro estaban en parejas.

Se decepcionó al notar que los "guardianes" no le respondían, pensó que tal vez su pregunta había sido muy estúpida... "¡ya sé! yo no puedo entrar porque no me acompaña nadie, talvez si..."

y no pudo continuar, algo o alguien se había caído encima suyo, tirándolo al suelo. Por suerte, al instante, la persona que lo había llevado por delante se paró y le ofreció su mano.

Comprobó con un poco de desagrado que el otro hablaba inglés, y se sintió muy mal al tener que abandonar su adorado idioma heredado de los aborígenes solo para tener que contestarle.

-I-I'm okay...-se apresuró a decir, con ese acento tan singular de siempre (<--los australianos pronuncian medio raro xD), luego levantó un poco la vista, tomándole la mano al rubio y levantándose.

Después de mirar al contrario por un largo tiempo, notó que no estaba con nadie, ¡Era la oportunidad perfecta para que los hombres con esmoquin lo dejaran pasar!

-¿... u-usted estaba queriendo entrar y los señores de ahí lo echaron?-preguntó, un poco emocionado, mientras señalaba a los pingüinos.


"Talvez si él también quiere entrar... podemos hacerlo juntos, ¡y así comeré la bola de nieve!" pensó, sonriendo un poco.

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(a mí me gustó :D! soy yo la que tiene que pedir que no maten! hice a otro personaje loco! y éste habla con estatuas! D:!)

Se alegró mucho al saber que el otro estaba bien, realmente no le hubiera agradado para nada causarle algún tipo de herida o golpe. Simplemente su día se habría arruinado y deshacerse de la culpa de herir a alguien a causa de su torpeza y distracción no sería algo fácil. Lo escuchó hablar con una tonada un tanto particular que le recordó vagamente a aquellos que Arthur una vez le presentó como sus hermanos al tiempo que el otro sujetaba su mano. Jaló con delicadeza para que lograra ponerse de pie y luego le sonrió con ternura —Me alegra mucho saber que no te has hecho daño.

Luego de ello, Benjamin permaneció sonriente mientras el otro lo observaba. A cualquier persona le hubiera resultado verdaderamente molesto, de hecho el isleño se hubiera incomodado un poco de no haber sido por su buen humor. Aún así, en ningún caso hubiera reaccionado de mala manera. Sólo se dedicó a aprovechar ese momento para observar por unos leves instantes al otro, pero tan sólo unos instantes ya que sería algo muy descortés de su parte contemplar con insistencia a un desconocido, aunque aquello fuera lo que el sujeto en cuestión hacía.

Finalmente, nuevas palabras surgieron por parte del otro. —¿"Señores"? —Se rió un tanto divertido al ver que el chico se estaba refiriendo a las estatuas de los pingüinos. Lo miró ligeramente unos segundos, se veía muy inocente y hasta agradable; por algún motivo, no quiso decirle que en realidad aquellos animales eran algo inanimado. En realidad, en el fondo, a Benjamin le agradaba la idea de que realmente fueran pingüinos guardianes. —Pues a decir verdad, no es que no me hayan permitido entrar... Tan sólo que como nadie me acompañaba sentí que tal vez era mejor no hacerlo... —acomodó un poco su cabello más por costumbre que por necesidad o tal vez como excusa para mirar hacia un costado. Luego de haber dicho esto se arrepintió y maldijo a su inconsciente, el cual en aquellos momentos sólo estaba interesado en algo de compañía.