A la hora de Comer [Privado]

Miraba las manos grandes de Ivan repasar todas sus marcas, a diferencia de las otras veces estas caricias se sentían distintas. Las manos del ruso eran más suaves, más calidas, se sentía demasiado bien, por lo que poco le importaba las marcas que pudiese haber dejado sobre su cuerpo. Así los demás podían saber que era solo de él y de nadie más, eso le hacía feliz.

Le acarició el pelo cuando lo tuvo en su pecho, sonriendo con serenidad, dandole un nuevo beso en la mejilla. -¿Sueño? si quieres podemos dormir, aunque aún sea temprano, cuando nos despertemos podemos seguir hablando de lo que sea-aru- no es que quisiese dormir, pero al menos si podía cerrar los ojos durante un rato para descansar. Estaba cansado después de hacer aquello, más siendo la primera vez que lo hacía con alguien, lo que le hacía sentirse mucho mejor aún. -Duerme...estaré a tu lado cuando despiertes-aru-

-Sí, suena bien, después podemos conversar de cosas lindas, como de los girasoles y el vodka-dijo en voz baja, mientras el sueño se apoderaba de toda su capacidad lógica, suspirando contra su piel, fue una sensación de total relajo cuando el otro acariciaba su cabello, sus manos eran tan delicadas como las caricias que proporcionaba, le daba la impresión que todo en el oriental era así, aunque tampoco podía negar que era alguien más fuerte de lo que parecía.

¿Qué iba estar a su lado cuando despertase? Le parecía un lindo gesto saber que permanecería a junto a él, es más, le gustaría que en varias ocasiones estuviese el asiático reconfortándolo al abrir los ojos.

-Gracias- susurró con voz somnolienta, besando su pecho, que resultaba ser una almohada perfecta, quizás no tan blanda, pero su piel suave y tibia lo compensaba. Se dejó rendir por completo ante el cansancio, de seguro que esta vez podría dormir muy bien.

-Denada- dijo en voz suave, sin dejar de acariciar el cabello de Ivan, se sentía plenamente satisfecho en ese momento. Quien iba a imaginar que aquel temible hombre que era el ruso se viese tan irresistiblemente dulce cuando estaba en aquella situación, tan calmado, tan amable proporcionandole esas caricias que tanto significaban para él. En aquel momento todo le parecía perfecto, y más aún al saber que ese momento se podía volver a repetir cualquier día.

Dejó que se apoyase sobre su pecho, al sentir aquella suave respiración, la cual chocaba en su piel se relajó completamente. Abrazandose de nuevo a él, se acurrucó contra el más alto, dejando que sus ojos se fuesen cerrando lentamente hasta caer en un profundo sueño. Sabía que aquel día iba a dormir mejor que ninguno de los otros que hubiese podido pasar solo.