Take responsibility for your acts! (Privado)

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Llevaba ya cinco días metido en su cuarto, sin salir por nada más que lo indispensable -ir al baño y llevar más comida a su habitación- y sin dejar que nadie entrara. Cinco días en los que ni siquiera había estado absorto en un videojuego o un cómic, aunque estas fueran las causas más naturales de sus encierros en la habitación. Aunque había intentado distraerse con cualquier cosa que tenía a su alcance, lo dejaba todo a la mitad y se metía en la cama, de modo que lo que más hacía era dormir y comer. Y ni siquiera tanto comer, porque de todas las reservas de comida que había ido llevando de la cocina a su cuarto, había comido solo una tercera parte. Y tampoco podía dormir demasiado, ya que de alguna manera, no lograba conciliar el sueño y si lo hacía, se despertaba al cabo de dos horas. Solo salió de casa una vez, el segundo día, pero volvió en menos de dos horas y ni siquiera pasó por ningún restaurante de comida rápida antes de volver, o patrulló heroicamente por las calles de la ciudad, o gastó bromas telefónicas al primer número que apareciera aleatoriamente en su agenda. Llevaba cinco días de completa hibernación, a pesar de que no fuera su época de encerrarse en casa y no hacer nada. Solo habían pasado cinco días desde el enorme fracaso de su confesión romántica.

¡Y eso era lo peor de todo! ¡No podía sacárselo de la cabeza! Estaba seguro de que si lograba olvidar que aquello había pasado, si lograba dejar de pensar en Inglaterra, todo volvería a ser como siempre y podría dejar ese estado. ¡Pero simplemente no podía! Por más que lo intentara, parecía una tarea imposible. Si se quedaba mirando a algún lugar por más de dos segundos, su mente recreaba inconscientemente toda la escena del callejón, y si cerraba los ojos, casi podía volver a sentir el rojo en sus mejillas, el corazón corriéndole a toda velocidad... Y también podía ver el rostro sonrojado de Arthur, su gesto de sorpresa y el calor de su cuerpo, su olor, su corazón yendo tan rápido como el suyo, la sensación de su mano sobre su rostro limpiándole las lágrimas... De vez en cuando se llevaba una mano a los labios y casi podía sentir su pulgar pasando por encima. A veces pensaba "¡fue un beso indirecto!" y eso le servía para salir de las sábanas y comer algo. Pero entonces recordaba también todo lo demás, incluyendo las últimas palabras del otro antes de abandonar las escena y el contradictorio conjunto de todo lo que había ocurrido ahí. Otra vez la mezcla de sentimientos, y de vuelta a tratar de despejar sus pensamientos con algo que pudiera entretenerle.

Fue a mediodía del tercer día cuando empezaron a llamar a su puerta. Claro que no era nada inusual en Alfred encerrarse en su cuarto y no salir hasta que no hubiera vencido al jefe final de un videojuego o terminado toda una serie de cómics, pero aquello y esto era diferente incluso para alguien que lo observara desde fuera. Ya que todos estos anteriores y comunes encierros solían llevar bastante jaleo. Gritos de emoción, chillarle a la pantalla, animarse porque era todo un héroe... En comparación con eso, parecía que tuviera un voto de silencio. De vez en cuando decía algún comentario en voz alta hacia el videojuego que estuviera jugando, antes de dejarlo tirado e intentar hacer otra cosa. Aunque sus superiores intentaron sacarle de la habitación varias veces, no dio respuesta, y siempre se aseguraba de que no había nadie cerca si tenía que ir al baño o iba a por más comida que al final no comía. A veces intentaban pasarle algo de los papeles que tenía que rellenar por debajo de la puerta, pero aquello quedó tan lleno de envoltorios de hamburguesas, pañuelos usados y revistas tiradas al suelo, que los papeles dejaron de llegar pronto.

Estaba tan aburrido, y nada lograba distraerle... Que pensaba que tal vez la única manera de mantenerse distraído con algo era seguir pensando en Arthur. Todos los días de aquél encierro de casi una semana le dedicaba por lo menos tres horas. Solía llevar casi siempre encima suyo, o muy cerca, el pañuelo con el que le había secado las lágrimas. Era impresionante cómo a pesar del paso de los días, el olor a té del inglés seguía en aquél pequeño pañuelo. Y si cerraba los ojos... Casi podía sentir que estaba de nuevo allí. Intentaba acordarse con exactitud de todas sus palabras y sus gestos, y trataba de darle un sentido. ¡Todo era tan contradictorio! Cualquier podría pensar que hasta cierto punto, tenía la reacción de alguien que realmente le correspondía, pero luego estaba aquél rechazo... Y por último aquél acto cuando le limpió las lágrimas, seguido de un estallido que prácticamente borraba las palabras de rechazo. Y luego la huida. ¡Ah, era tan extraño! Si era la primera vez que se confesaba, ¿no podría haber sido un poco más fácil? Ya no sabía qué hacer, y lo peor de todo... No tenía ni idea cómo reaccionaría la próxima vez que le viera. Había estado tan confiado, tan seguro de sí mismo, que no había pensado en esa posibilidad, en el rechazo y... ¿Qué? ¿Acaso cambiarían las cosas a partir de ahora? Si ya tenían una mala relación antes de eso, ¿iba a volverse aún peor, todo lo contrario de lo que deseaba? Ah, pero no todos sus pensamientos eran sobre eso, aunque tal vez sí la mayoría. Si quería intentar no preocuparse por lo que ocurriera a partir de ahora, cerraba los ojos y le casi instantáneamente le veía. A veces volvía a soñar despierto con que las cosas hubieran ido de otra manera aquél día, si hubiera sido más heroico y hubiera dicho mejores palabras, si Arthur no hubiera intentado escapar y hubiera aceptado sus sentimientos con la sonrisa que tanto deseaba ver.

Pero aquél quinto día fue diferente al resto de lo que llevaba encerrado en su habitación. Alrededor del mediodía, cuando estaba recién despertándose de un pequeño sueño de una hora, llamaron a su puerta. No hizo caso a las llamadas, claro, pero esta vez no se detuvieron aunque ignorase los gritos que le decían que saliera de su habitación -que ya era una auténtica pocilga-. De echo, cuanto más las ignoraba, más fuertes se hacían. Sacó la cabeza de las mantas y miró a la puerta con los ojos entrecerrados, esperando a que se fueran, pero pasó todo lo contrario. Antes de que pudiera darse cuenta de ello, de alguna manera habían logrado abrir la cerradura de su puerta y habían logrado empujar toda la suciedad, de manera que podían abrirla de par en par. Le costó bastante analizar lo que estaba pasando, pero lo siguiente que supo fue que le habían llevado arrastrando hasta el cuarto de baño y que tenía ropa limpia que tenía que ponerse. También escuchó la amenaza de que no le dejarían salir del baño hasta que no se hubiera duchado y estuviera presentable. Aunque le costara bastante tiempo, obedeció y se dio una merecida ducha para luego ponerse la ropa limpia que sus superiores le habían dejado en el lavabo. Y prácticamente una milésima de segundo después de que hubiera terminado de ponerse la ropa, volvieron a sacarle a rastras, hasta lograr que saliera de su casa en contra de su voluntad.

Lo siguiente que supo fue que estaba parado frente a la puerta principal de la casa de Inglaterra. Todo había pasado tan rápido comparado con la eternidad que se le hacía cada segundo mientras estaba encerrado en su cuarto, que ni se había dado cuenta de que le habían metido en el coche y llevado hasta allá. Parpadeó varias veces y miró a su alrededor para intentar asimilar lo que había pasado, cuando una última orden de parte de su jefe le llegó. "No sé qué le habrás dicho o hecho a Inglaterra esta vez, pero debes solucionarlo. ¡Asume la responsabilidad por tus actos!" No podía estar más confundido, pero para cuando quiso asimilar eso, su coche había desaparecido, y estaba totalmente solo ante el peligro. Giró la cabeza para ver en la dirección de la puerta de la casa... ¿Y ahora qué? ¡Sin duda no estaba preparado para enfrentarse cara a cara con Arthur, no todavía! Pero... Entonces se dio cuenta de que no tenía las manos vacías. En la mano derecha traía un pequeño ramo de rosas y en la izquierda, lo único que había comprado la única vez que había salido de su casa en ese tiempo; una camisa sin abrir, un par de tallas menos que la que él utilizaba. Eso tan solo sirvió para dejarle aún más desconcertado, ¡casi parecía que todo el mundo estuviera al tanto de lo que había pasado, y eso que solo se lo había contado un poco a Tony!

- ...Yeah! -Asintió con una sonrisa después de pensarlo un momento. ¡Sí! ¡Ahora podía sentir poco a poco sus ánimos de vuelta! ¡Como héroe que era, no podía dejar las cosas estar sin más! Puede que temblara, puede que estuviera nervioso y estaba seguro que de acabaría haciendo alguna tontería, pero era hora de enfrentarse a la realidad cara a cara. ¡Y no pensaba perder! Haría lo que fuera necesario, ¡porque era un héroe! ¡Y porque era un héroe, esta vez no se marcharía hasta que el rostro sonriente con el que había soñado fuera realidad!- England... -Aunque a pesar de su determinación, la voz le salió en un suspiro, llevaba demasiado tiempo sin usarla. Tragó saliva, apretó los labios, frunció el ceño y trató llenarse de todo el valor posible antes de llevar su tembloroso dedo al timbre y tocar.

En cuanto bajó el dedo del botón del timbre se dio cuenta de que estaba temblando. Se agarró la mano con la otra para intentar calmarla. ¡No podía estar nervioso y temblar en ese momento! A pesar de que sintió la necesidad de volver a tocar al timbre, su mano no fue lo suficientemente rápida, ya que su corazón dio un vuelco al escuchar ruido del interior. Y luego, un grito de una voz que sin duda era la voz del inglés. Se puso un poco tenso y apretó con fuerza tanto la bolsa como el ramo que le habían dado cuando esperó que le abriera la puerta... Ahí sería donde empezaría la misión de verdad, y no estaba del todo seguro de estar preparado. ¡No, no, nada de pensar en lo contrario! ¡Estaba listo, y haría todo lo que fuera necesario! ¡Como héroe que era, no podía permitirse dudar de sí mismo! Así que solo quedaba esperar... Pero la puerta no se abrió. Y de echó, en lugar del sonido de la puerta abriéndose, juraría que escuchó algo caer. Se quedó mirando a la puerta desconcertado y se acercó a ella, dando un par de golpecitos.

- England? -Intentó hablar lo suficientemente alto como para que el otro le oyera, aunque no estuvo seguro de si la potencia de su voz era la correcta. Volvió a llevar el dedo hasta el timbre y llamó de nuevo, aunque a decir verdad no le sorprendió que no hubiera respuesta- ¡Te he escuchado, ábreme! -Se apartó un poco de la entrada y la miró con el ceño fruncido. A lo mejor, solo a lo mejor, el hecho de presentarse de repente en la casa del inglés, teniendo en cuenta cómo había sido la última vez que se vieron, era un poco violento. ¡Pero no era culpa suya! ¡Fue su jefe quien le llevó hasta allí a pesar de que él no quisiera! Cabía pensar en la posibilidad de que hubiera llamado a Inglaterra o alguien relacionado con él para que le avisara, pero entonces ¿por qué no le habría la puerta, si al contrario que él había tenido tiempo para prepararse mentalmente para este violento encuentro?

Frunció el ceño al ver que no había ninguna clase de respuesta procedente del interior de la casa, y entonces... Giró la cabeza hasta ver el trozo de césped que había a su derecha. Si no recordaba mal, podía ir por ahí hasta el jardín trasero de la casa, y seguro que encontraba la manera de entrar. ¡Bien! ¡No había dejado su habitación para nada, y ya estaba convencido! ¡No se iría de ahí hasta que él decidiera que era hora de irse! Una pequeña sonrisa maliciosa apareció en su rostro mientras daba un par de pasos hacia el césped, y una vez allí echó a correr hacia el jardín. Y no pudo evitar pensar que cuando le viera, el inglés le gritaría pro haber entrado en su casa sin permiso, y no pudo evitar sonreír ante la idea. Intentaría hablar con él, ya se las apañaría sobre qué palabras utilizar y quién sabe cuántas cosas podrían haber cambiado cuando el día acabase, pero sí que sabía que tendría que ser fuerte y luchar contra los impulsos, los mismos que en el callejón, los de abrazarle fuertemente y querer congelar ese momento. Tal vez, después de pasar cinco días encerrado en su habitación sin saber qué hacer, por fin se diera cuenta de que lo que más podría animarle era simplemente ver el rostro de Arthur.

Llegó al jardín y buscó la puerta que conectara con el interior de la casa. Todo estaba igual que la última vez que había ido por ahí -aunque después de ese lapsus de segundos que parecían durar años en el que había estado en su habitación no sabía decir si hacía mucho o poco tiempo de ello- aunque había algo que no encajaba. Se quedó mirando un momento a las flores del jardín, sabía cómo las cuidaba el inglés y a pesar de que no supiera demasiado de plantas no pudo evitar pensar que parecían algo descuidadas. ¿Y si a Arthur le había pasado algo y por eso no se había encargado del jardín, y tampoco podía salir a recibirle? Pues se encargaría de descubrir qué era lo que pasaba. Se giró para volver a buscar la entrada, mientras ya estaba pensando en la manera de forzarla si era necesaria, cuando vio la puerta que comunicaba con el interior de la casa medio abierta. Alzó una ceja mientras se acercaba, ¿aquello era de verdad? Sí que era raro que la puerta trasera estuviera abierta... Casi como si le estuviera diciendo "adelante, entra en casa".

- ¿Inglaterra~? -Mientras pasaba por la puerta que parecía haberle invitado a entrar, cerrándola un poquito tras de él, miró en todas direcciones, buscando dónde podía estar Inglaterra. Bueno, al menos sabía que no estaba en el jardín y tampoco abriéndole la puerta como un buen anfitrión- ¡No es de buena educación esconderse cuando tienes visita! -Habló mientras caminaba, entrando más en la casa y buscando algún mechón rubio y despeinado o una ceja de enormes proporciones. Sin embargo lo que le llamó la atención no fue el ver nada de esto, sino escuchar el ruido de algo caerse no muy lejos de dónde estaba. Fue corriendo hasta el sitio de donde había salido el ruido, y se encontró no muy lejos de la entrada principal de la casa. Apoyó el ramo sobre su otro brazo para agacharse y recoger la figurilla que debía haber caído de la estantería que tenía frente a él. Giró sobre sí mismo para buscar algo o alguien que podría haberlo tirado, pero no vio nada- ¿Habrá sido el aire? -Se encogió de hombros y se acercó un par de pasos para colocar la figurilla en el que supuso que sería su sitio, en el último de los estantes de la estantería. No se paró a pensarlo, pero puede que la usaran como zapatera o algo así ya que tenía un cajón bastante grande, con dos puertas de armario donde deberían meter algo.

Cuando lo dejó en su sitio y volvió a agarrar bien las dos cosas que llevaba en las manos, se giró dispuesto a seguir en su búsqueda de Arthur, estuviera dónde estuviese. Tal vez su próxima opción sería buscar en su habitación, era bastante probable que se hubiera ido a esconder allí... Pero no. Estaba claro que lo de la puerta abierta no había sido normal, y que se cayera algo sin que nadie lo hubiera tirado tampoco era muy común, pero el colmo de lo extraño fue lo que pasó entonces. Tal vez es porque no quisiera admitir que se había tropezado, pero estaba seguro de que había sentido que algo o alguien le empujaba hacia atrás cuando había dado el primer paso en dirección a continuar con su búsqueda. Le tomó tan desprevenido que cayó al suelo sin poder evitarlo, y de puro milagro su cabeza solo rozó la puerta del armario. Cerró los ojos con dolor, y cuando los abrió no pudo evitar preguntarse cómo era que su ramo de rosas estaba sobre su pecho y en perfecto estado, si juraría que cuando cayó las había soltado.

Intentó incorporarse, llevándose una mano a la cabeza y soltando un quejido por el dolor del golpe contra el suelo. Estaba seguro de que aquello le dejaría una marca, pero no era momento para preocuparse de eso. Agarró el ramo que había caído sobre su pecho de una manera bastante extraña, sobre todo teniendo en cuenta su caída y se incorporó poco a poco hasta levantarse. Hey, ¿qué era lo que acababa de ocurrir? Ya había sido extraño que Arthur se hubiera dejado la puerta abierta y no era fácil encontrarle una explicación a lo de la figurilla cayéndose, pero estaba seguro de que no se había tropezado con nada, ¡algo le había tirado! ¿No podía significar eso.... que la casa de Inglaterra estaba embrujada? ¿Y si tenía algún fantasma dentro que se divertía asustándole? ¡Oh no, no, no! ¡No era momento de pensar en fantasmas! Giró sobre si mismo, aún buscando qué era lo que podía haberle hecho tropezar... Pero no podía encontrar nada, salvo la estantería que estaba frente a él y con la cual podría haberse dado un golpe aún mayor...

- Wait a sec... -Fijó sus ojos en el armario durante un momento. Ahora que lo pensaba, el comportamiento del inglés no tenía sentido, ni siquiera para él. ¿Por qué salir huyendo nada más saber que estaba ahí en lugar de enfrentarle? Se agachó para quedar a la altura de las puertas de manera y mirarlas un momento. Había tenido tiempo de sobra para repetir en su mente la escena del callejón miles y miles de veces, esforzándose al máximo para poder leer entre líneas, y a pesar de que la primera impresión por las palabras del inglés fue un rotundo rechazo a su declaración romántica, las acciones hablaban igual o incluso más fuerte. Si de verdad quería rechazarle y cortar toda posibilidad de que llegan a algo más, o aún peor si se cumplían los peores temores de Alfred y ya había alguien en su corazón que no era él, ¿por qué enfrentarse a él no decírselo sin más? ¿Por qué insistir en este juego de las escondidas? Ah, sin duda jamás entendería lo que pasaba por su mente o qué clase de lógica extraña seguía- ¡Te encontré! -Agarró los pequeños pomos de las puertas del pequeño armario y tiró para abrirlas de par en par.

Lo primero que vio fue el palo de una escoba caer al piso rebotando un par de veces, y luego pudo ver el interior del armario. Al menos una cosa estaba clara: él sería incapaz de esconderse en un sitio tan pequeño y lleno de tantas cosas. De echo ni siquiera sabía el nombre de algunas de las cosas que estaban allí, pero eso no era ninguna novedad. Tal vez si no fuera de tarde y la casa estuviera menos iluminada no habría tardado tanto, pero incluso un cabeza hueca como era el americano se daría cuenta de que entre tanta cosa no encajaba una temblorosa bolita blanca, aunque estuviera rodeada de las tantas cosas que había en el armario. Alzó el brazo en dirección a la bolita de sábanas y posó la mano sobre un hueco entre tantas cosas donde bien cabían dos de sus manos. Entonces fue cuando su corazón empezó a reaccionar y se dio cuenta de que todo esto se resumía en el inevitable encuentro con Inglaterra. Que hacía cinco días desde la última vez que se vieron, y no fue lo que se diría un día normal. Tal vez algo dentro de él no estaba preparado para destaparle y verle...

- ¿Es alguna clase de juego? ¿Ahora me toca a mi esconderme? -Sonrió agarrando un poco la sábana y levantándola. Sentía el corazón a punto de salirse del pecho, volvía a estar nervioso y estaba seguro de que no tardaría en volver a sonrojarse- ¿O ahora recibes así a todas las visitas? You really are a weird old ma... -Pero cuando retiró la sábana y acabó con ella en una mano, se dio cuenta de una cosa... ¿¡Estaba desnudo!? Ah... No, ese hilito negro parecía ser algo, pero... ¡Estaba casi desnudo! Se apartó con un pequeño saltito casi sin pensarlo y sintió cómo llegaba... Sí, el inconfundible calor del sonrojo en sus mejillas- What the heck are you doing like that? -Miró la sábana un momento y después miró al británico... No, la verdad es que no parecía muy buena idea preguntarse qué había pasado antes de su llegada, así que lanzó la sábana -que agarraba con la mano que tenía más libre, la de la bolsa- tras de él e intentó olvidarse del asunto- Ah... ¡Vine a traerte esto! Creo que llego en buen momento si no tienes más ropa que esa tela -Se apartó un poco de la puerta del armario y dejó la bolsa en la entrada del escondite del inglés. De todas las formas en las que tendría que haberle afrontado, de todo lo que podía haber pasado... ¿Por qué tenía que estar "casi" desnudo? ¡Si era una broma, no tenía gracia!