Visita Inesperada (Privado) [C]

- ¿Cómo que esa cosa? ¡Más respeto! Mi himno nacional es el más hermoso de todos lo reconoce un estudio que hice , además... ¿qué es eso de "Dejarme Usar"? Soy un adulto emancipado y libre no necesito tu permiso para ponerme o no ponerme calcetas


Le gustaba fastidiar a Arthur, pero por otro lado también le fastidiaba que este le tratase como un niño. ¿Es que nunca comprendería que ya había crecido? Era adulto. Le dejaba beber con él, le acompañaba a la guerra. Pero en privado seguía tratándole como un niño.

Eso era lo que más le fastidiaba en el mundo al norteamericano.


- Thankie~- agradeció las cervezas, escuchando y encogiéndose de hombros- tengo derecho, pues soy yo el que te anda cargando...- abriendo su botella y cogiendo un vaso, sirviéndose, y tomando un vaso más pequeño para Arthur- ¿De cuál?- sirviéndole luego de escogiera.

- Pero estas en MI casa, y por lo tanto son MIS reglas Ademas, ¡el tuyo no es el mas hermoso, idiota! un estudio que TU hiciste, logicamente diria eso ¬__¬U...estupido...- en ningun momento dijo cuál era el Himno más hermoso pues le parecía una discusión algo tonta; según Austria que era el más conocedor de esas cosas, el himno mas hermoso era La Marsellesa, el Himno Nacional de Francia................. "¡¿Pero por qué justo el de ÉL?! <___<" se preguntaba el británico, sin ser capaz de aceptar ni muerto algo como eso.

Él ya había aceptado que América era libre, claro que lo había aceptado, desde el punto personal, en el ángulo de 'haz lo que quieras, a mi no me importa', cuando en realidad le importaba tanto como le dolía. Nunca entendería porqué quiso independizarse, era algo estúpido para él ese razonamiento... jamás lo entendería, y tampoco jamás se atrevería a preguntarle.

- Ya mencioné que esta es mi casa, ¿cierto? -preguntó, escuchando el reclamo de que el americano debía cargarlo. ¡Pero si estaba en su casa no necesitaba cargarlo para ningún lado! Qué molesto. Suspiró, tratando de calmarse y aocmodandose en el sillon algo incómodo pues no podía sentarse con elegancia en un lugar tan blando 8solía usarlo por eso cuando estaba solo). Escuchó al americano, pestañeando y mirándolo, aún moviéndose de un lado a otro caprichoso.- Licor...de menta -aclaró, sonriendo luego de que le sirviese. - gracias... -respondió, asintiendo.

Alfred le miró parpadeando, para luego estallar en carcajadas.


- ¡Serias una verguenza mundial, Arthur! 'En U.K. está prohibido utilizar calcetines coloreados'... Tanta verguenza como Francis con la ley de "No ponerle Napoleón a ningún Cerdo" - mientras servía el licor de menta y pasaba el vaso a Arthur- ¿Brindaremos por algo? Por cualquier cosa menos por el clima

- ¡Nunca dije que se prohibiesen calcetines coloreados! ¡Lee mis labios! -marcando y modulando con la boca lo próximo que diría- ¡No quiero que uses calcetines infantiles! Los calcetines son blancos o con estampas... no con la bandera yankee en ellos -queriendo cambiar el tema, le escuchó, sonriendo de medio lado con picardía y diversión al escuchar el insulto a Francia.

Si había algo de lo que se enorgullecía, era de haber logrado que desde pequeño, a Alfred le cayese mal el francés…

…Eso había ocurrido hacía ya varios años, siglos, cuando Alfred no era más que un pequeño y adorable niño con apariencia de no más de 6 o 7 años. Todo había pasado en base a los constantes viajes de descubrimiento de nuevos territorios y a la supremacía en el territorio del actual Canadá; Arthur se había enterado que Francia cruzaría a Canadá desde lo que era la actual América, y eso no le había hecho ni pizca de gracia.

Adelantándose con dicha información, uno de los barcos de la Royal Navy desembarcó en la futura costa estadounidense, mientras que los demás, destinados a acciones de conquista en Canadá siguieron camino. Arthur se dedicó a buscar a su pequeño hermano y al encontrarlo, también había llegado Francis.
Apenas en el puerto del territorio, aunque ambos sin ejércitos detrás (pero ambos preparados), comenzaron una de sus tan típicas peleas verbales; apodos ofensivos para Inglaterra y amenazas nerviosas para Francia, hasta que al final fue el mismo pequeño quien, confundido por verlos agarrarse a los golpes de la nada (algo que desde esa época era común), y muy enfadado, terminó defendiendo a su ‘hermano mayor’ a los gritos también.

- ¡Eso no es cierto! – Gritó el chibi, distrayendo a los otros de su pelea y haciendo a Arthur dejar a Francia, para no darle peor ejemplo del que ya le había dado.- ¡Tú no dejas de decir que Inglaterra no tiene amigos! >< ¡Tontotonto! ¡Pero yo siempre estoy con él! >__< -con los bracitos estirados y un puchero marcado, el mini Alfred protestaba infantilmente, logrando que al final la nación francesa, con su típica sonrisa insinuante terminase por decir un ‘Au revoir’ y volviese a su flota para ir derecho a Canadá. Arthur por supuesto estaba al borde del llanto ante las palabras infantiles pero fuertes y significativas del pequeño, agachándose ni bien el barco Francés se retiró y abrazándose al menor.- ¡Estoy tan orgulloso de ti, Al...! – conmovido en realidad, aferró al pequeño hacia sí con infinito cariño, siendo aquellas palabras que nunca podría olvidar…

Y así era que hasta ese día, tampoco las había olvidado; aunque sí habían cambiado de significado. Antes no dolieron.

Manteniéndose casi autista ante aquel recuerdo, Arthur miró el contenido verdoso y liquido de su vaso, distrayéndose recién al escuchar nuevamente a Alfred, pero no con la voz que había recordado, sino con su actual masculina voz. El británico dio un pequeño sobresalto y le sonrío algo torpe, pensando en algo por lo que brindar.- Mmhh… bueno… ¿brindar porque ganaremos…? –ofreció con tranquilidad y confusión a la vez por no estar muy seguro de algo por lo que brindar; no tenia nada por lo cual hacerlo, realmente. La guerra nunca era buena, y lo único que había sido, aparte de la guerra, algo cotidiano para él y fuera de lo común eran justamente las visitas repentinas del americano. Sin embargo, lo que dijo lo dijo con cierto aire de grandeza; nunca podría pensar que los Aliados perderían.
--------------------------

((Pensé que los flashbacks y demás podrían ir en cursiva para diferenciar XD aunque se entiende igual XD))

- - le miraba como escuchándole, reaccionando al "Yankee", brillándole los ojos y sonriendo- ¡Hey! No sabía que te gustaba el Béisbol... ¡Esta ha sido una muy buena temporada para los Yankees de New York! Creo que podrían ganar el campeonato esta vez


Se medio sorprendió de no recibir respuesta de parte del inglés, entrecerrando los ojos para mirarle.


- "Este está planeando o pensando en algo y seguramente me perjudica"- viéndole reaccionar por fin- mmm.... no brindemos por cosas que aún no pasan, creí que eras tú el que hablaba tanto de la mala suerte... brindemos por que... Por que soy un tipo absolutamente generoso y te premio con mi presencia

- ¿Disculpa? u__uU En primer lugar no es 'Béisbol'...¡es Baseball! ¡habla con propiedad! -pronunciándolo correctamente, le mira, dejando caer una gota.- Y en segundo lugar, ¡claro que me gusta! ¡si tu Baseball es una deformación de mi Cricket, ladron! <<U...- escuchándole solo por educación, suspira al volver en sí de su letargo de recuerdos, poniéndose visiblemente incómodo y medio encogiéndose sobre su lugar como forma de autoprotección.

Escuchándole, se alarma un poco.- OO ¡No digas esa frase! << ¡¿No sabes que decir que uno tendrá...'eso', invoca a que la tenga?! - escandalizado, mira hacia todos lados, estando listo para ir a buscar mas hadas al bosque para volver a tener las balanzas de la suerte al favor de los Aliados.- To-tonto... -con notable susto, regresa levemente a la normalidad al escucharlo, dejando caer una gota. - ¡Agh, callate! ¡...no tengo porqué agradacerte, no eres superior a mí! ¬¬U...

- - escuchándole desinteresado- ¿Tu cricket? ¿You're krazy? :claaro: - hablando con modismo apropósito, sonriendo- El béisbol es un invento absolutamente mío ... vale que algunos países viejos jugaban algo parecido pero el BÉISBOL de hoy, es mío


Habían ciertas cosas que Alfred no soportaba que le tocasen. Una, su comida. Dos, sus automóviles. Tres, sus Deportes.

El Baseball era tan suyo como lo era el American Football y nadie (ni siquiera Arthur), vendría a quitárselo .

Le escuchó y se tranquilizó un poco, para luego ponerse a reír.


- OMG, Arthur... eres tan superticioso... estoy seguro de que si de repente se dijera que los que no botan al mar 3 libras diarias tendrán mala suerte, tú lo harías

-Y claro que debes agradecer sin mi, esta solo sería otra tarde aburrida para ti... agradece

El británico bufó, sin estar dispuesto a continuar una pelea estúpida que no llevaba a nada. Realmente Alfred quería ser tratado como adulto, según siempre le reclamaba, pero nunca se comportaba como tal.- Deja de hablar así, analfabeta... ¡gasté mis tardes enseñándote a hablar y no puedes hacerlo correctamente! - con cierta e infantil molestia, mira hacia un lado y termina mirando por una ventana circular en lo alto de la pared. Se levantó unos segundos, mientras el otro seguía adjudicándose le totalidad de un deporte; miró por la ventanita con cierto temor y luego una sonrisa de alivio surcó sus labios, haciéndole sonreír cariñosamente.

- Qué bueno... pensé que la lluvia podría arruinar mi lago...- susurró, refiriéndose al pequeño lago no artificial que pasaba por su jardín, construído así a propósito y sin alterar su flujo; ese lago era importantísimo para Arthur, pues de ahí es de donde bebían los unicornios; y allí también solían agruparse algunas hadas para hablar con él cuando estaba sólo. Luego de comprobar el estado del lago, volvió a su asiento, justo escuchando un insulto hacia su credibilidad.

El rubio se alteró un poco, sonrojándose al pensar para sí que, si las hadas le dijesen que de lo contrario tendría mala suerte, probablemente lo haría .- ¡Ca-cállate! ¡No es superstición, lo que pasa es que tu eres tan hueco que ningún ser mágico podría jamás acercarse a ti! >< ¡Tienen miedo de contagiarse de tu estupidez! >/< -reclamó, ofendido. Esa actitud de Alfred de 'no te burles de mis cosas pero déjame burlarte de las tuyas' realmente le exasperaba. -¡Agh! ¡como sea! ¡Brindaré por mi Señora* y mi Reino Británico, yankee desagradecido! ¡Eso SÍ es merecedor de un brindis! -y antes de que el mayor (en estatura) pudiese repudiarle, el de ojos verdes ya se había inclinado y chocado su pequeño vaso con el vaso de cristal del americano, brindando por sus propias convicciones y, por el enojo del momento, tomándose el licor verdoso de un sorbo, apretando sus ojos y luego enfocando con sus iris verdes, las celestes.

- ¡Ha! ¡Te dije que no me subestima--......! -levanta su mano libre en señal de 'espera un segundo' y tose luego, tapándose la boca con la misma, y con el típico ardor que sentía en su garganta siempre que bebía. Sus mejillas se sonrojaron ante aquella inevitable acción, por lo que intentó no dejarse ver ni atraer burlas, sirviéndose por ello un poco más.

Nunca podría entender porqué era justo él, de todos los países, el que menos resistencia alcóholica tenía.
-----------------------------
*Mi Señora*: así llama Arthur a la Reina del Reino Británico XD

Alfred se rascó la nuca, sentando en el sofá y le miró de costado - No soy analfabeta. Lo que pasa es que yo soy partidario de la 'evolución del lenguaje'- sonriendo altaneramente - ¿Para qué decir 'I am' o 'You are', cuando es más fácil decir 'I'm' o 'You're'? esa es al razón por la que mi forma de hablar Inglés se expanderá más rápido entre la juventud que el tuyo

Le observó mientras se paraba a mirar por la ventana, preocupado por su lago. Negó con la cabeza.

- Deberías preocuparte por cosas más importantes que un lago, Arthur. Si es un lago británico, definitivamente sobrivivirá a cualquier tipo de lluvia, ¿no? pero, por ejemplo, mis aviones no...- soltó una risita - es por eso que siempre me dicen que no venga - un poco pensativo - ah, y por que creen que me robas información inocentes...

Le escuchó y se rió más, sujetándose del estómago - Lo que pasa es que saben que si se acercan a mí ya no existirían, son producto de tu imaginación, Arthur!- pero el inglés se había aprovechado y había chocado su vaso con el de él, haciéndole brindar por su reina, sacando la lengua - Oh, shit... okay... Por TU Reina... - se lo bebió de un trago, viendo como el alcohol hacía efecto inmediato en el otro, negando con la cabeza. "Here we go~"- Hey, Arthur... las hadas me dijeron que te avisase que hoy es el cumpleaños de la más vieja, así que bebieras el doble en su honor. Yo que tú les hago caso, no vaya a ser que te den mala suerte -

Arthur ebrio era tan cómico, hasta que se ponía a llorar. Luego era triste .

Sin estar aún en completo control del alcohol, escucharlo le hizo distraerse, mirándolo con las mejillas rojas y señalándolo con una sonrisa nerviosa y temblorosa; la clase de expresiones que solía poner cuando tomaba licor.- ¡Pues no me interesa lo que tu digas! ¡El avance del lenguaje es una tontería, yo no te lo enseñé para eso! –le saca la lengua, dando un golpe con las palmas en la mesa al subir la voz y escuchando sus siguientes burlas, mirándole receloso y volviendo a beber del vaso.

Una vez más sintió el ardor en su garganta, solo que esta vez se extendió hasta su pecho.

Le miró con el ceño fruncido, más rojo que antes.- ¡Cállate! ¡Todos ellos sí existen; y de hecho, si necesito sacarte información, son ellos quienes más me ayudan! << ¡Ellos siempre han estado conmigo! - “A diferencia tuya, ¡estúpido!” negó con su cabeza enérgicamente, ignorando el marcado ‘tu’ que le aplicó al brindis por su Reina y sirviéndose más, aunque con el pulso notablemente reducido (sus manos temblaban). - ¡Y si no te gusta mi clima, no vengas! >< -entre balbuceos.

Tosió un poco al volver a beber, sin beberlo de una sola vez sino que dejando poco más de la mitad, quedándose pensativo, como autista durante unos segundos, mientras miraba la mesa caoba y escuchaba la voz lejana del rubio.- …en… ¿en serio? –balbuceó, mirándole de reojo y con una mueca, frunciendo el ceño todavía mientras examinaba la posibilidad de que fuese cierto. Comenzó a moverse de un costado a otro, como un péndulo, tratando de mirar a través de Alfred, a la pared de enfrente que tenía un almanaque; cuando lo pudo ver (algo borroso), elevó las cejas y cambió su expresión a una que más bien parecía estar por ponerse a llorar.- ¿E-es en serio? ¡¿Olvidé uno de sus cumpleaños?! ¡Ahhh! ¡Todo esto es tú culpa! ¡Da-dame eso! –mueve sus manos nerviosamente, volviendo a servirse licor con un temblor en los labios y tomando nuevamente de un trago, exhalando el aire mientras apretaba los ojos con cierto alivio, para luego abrirlos y enfocar al de ojos celestes, con sus ojos ya brillosos y sus mejillas pasando del rosado al rojo...

¿...Era su imaginación o comenzaba a sentirse mareado?

-¿Una tontería? Te equivocas, es un buen avance... ¿cómo va a ser malo si facilita la vida? ¡No te quedes atrás, buddy!

Habían algunos algos que Alfred creía que nunca comprendería. Uno de ellos era el por qué los extraterrestres aún no invadían la tierra. Otro, era por qué Arthur era tan ingenuo. Y, finalmente... ¿Por qué Arthur tenía TAN POCA resistencia al alcohol?

Rusia podía coger una botella de Vodka y beberla de un trago y nada le pasaba. Alemania bebía y bebía cerveza (más incluso que él mismo), y aún así nunca erraba a sus tiros. Incluso el afeminado de Francia podía beber vino hasta el cansancio y andaba igual que siempre (o quizás siempre andaba ebrio, esa era una buena teoría).

Le miró servirse más, mientras meditaba si detenerle o no. El británico era adulto ya, y estaban en su casa. Que hiciera lo que desease, aunque igual le preocupaba un poco. "Si comienza a lloriquear y a golpearme por haberme independizado, me largo " pensó, aunque sabiendo que era una promesa eterna que siempre rompía. Era demasiado débil frente al llanto del ojiverde.

- Oye, oye... bebe más lento... - Sin poder creerse del todo que el otro le hubiese creído. Era tan inocente que ya ni gracia le daba- Oye, com'on, Arthur...- quitándole el vaso-... estás tratando de beber del aire...- pues el inglés estaba tratando de llevarse el vaso a los labios, pero erraba todo el tiempo.

Eso era lamentable... casi

Mientras el americano continuaba hablando de los idiomas, el humor del inglés iba progresivamente cambiando, al igual que su expresión, la cual se tornaba cada vez más llorosa, terminando en sus mejillas completamente ruborizadas a causa del alcohol, y sus ojos brillosos y húmedos a causa del llanto.

A pesar de haber logrado servirse, no lograba atinarle al vaso, por lo que al sentir que América se lo quitaba comenzó a derramar lágrimas de forma copiosa, reclamándole.- ¡T-tu no sabes! ¡Dame! –sollozando, se levanta de su asiento en un movimiento para quitarle el vaso, uno erróneo por supuesto, pues al ya no estar muy lucido perdió el equilibrio fácilmente, quedando de rodillas frente a la mesita y subiendo sus brazos a ella, mientras acomodaba su rostro sobre sus brazos y miraba a Alfred con las mangas húmedas, sin moverse de su lugar y balbuceando gangoso.

Los vasos que se había tomado de un trago hacían efecto más rápidamente, por lo que la lucidez del británico ya estaba, literalmente, por los suelos; curiosamente, cuando estaba ebrio era cuando más se descargaba, pues no tenía miedo alguno de decir las cosas y no le avergonzaba llorar frente a quienquiera que estuviese. Todavía recordaba como hacía poco quiso embriagar a Alfred para que revelase sus planes*, y terminó saliéndole al revés, y aunque no tenía conciencia durante el momento, el de ojos verdes siempre recordaba lo que hacía cuando estaba ebrio, por más de que en el momento no pudiese controlarlo.

- Ahhh… ¡te dije que me lo des, América idiota! ¡No te atrevas a pasarte de listo conmigo! ¡...Tu solo aprovechaste todo lo que te enseñé y me lo tiraste en mi contra! ¡¡Y me dicen pirata a mí!! –debido a que no podía alcanzar el vaso que Alfred tenía, atina a agarrar lo primero que tiene adelante; el vaso grande del ojiazul. Antes que el otro se lo quitase volvió a servir licor y comenzó a beberlo, volviendo a repetir el proceso de suspirar luego de tomar.- ;O; ah… ¡Y luego está ese imbécil de Francis! ¡¿Quién se cree que es para decirme el-sin-amigos?! ¡El nunca podría ganarme en una…! –hipando, se interrumpe, lloroso.- …pelea…! –

Como siempre que terminaba ebrio, el inglés solo podía hablar e insultar momentos pasados y remotos que ya no tenían vuelta atrás.- ¡Oh…! ¡Y si vuelves a decir que mis hadas no existen, te quemaré con el fuego Británico! ¡Todos los seres que viven aquí nunca me han abandonado como tú! –mueve su mano de un lado a otro, volviendo a hundir su rostro entre sus brazos y repitiendo varios balbuceos imposibles de entender en un inglés que no parecía ser el de Arthur.

En el fondo, la escena del británico tendía a tener más gracia que otra cosa, claro que para él no tenía ninguna.

Volvió a intentar levantarse, con intenciones de acercarse a Alfred y golpearlo; una vez más fue un intento fallido, pues apenas podía ponerse en pie.
------------------------

*Se refiere a la escena que muestran en el manga xD donde UK intenta emborrachar a Alfred, y le sale el tiro por la culata xDDD

"Ya estamos aquí" bufó, esquivándole, para no dejarle coger el vaso - No lloriquees, no lloriquees... ¡Hey, no te caigas! - estirando el brazo para afirmarle cuando se cayó al suelo, quedando de rodillas, negando con la cabeza y rindiéndose a sujetarle.

Siempre era lo mismo. Beber, beber, llorar, llorar. Luego al día siguiente resaca (por la cual le culpaba) y olvidar todo lo de la noche. Tan típico, que casi ni le sorprendía a Alfred, aunque no dejaba de ser molesto el ser fastidiado tanto por su independencia. ¿Por qué no cabía en esa cabeza llena de hadas y unicornios que desease ser independiente de una buena vez? Era un adulto, ¿no?.

- Oye, ¿y qué tiene que ver que no te quiera dejar beber más a que te llamen Pirata? ... ¡Oye, no bebas de ese! Tsk... - viendo como mezclaba lo que le quedaba de su cerveza con el licor, provocando seguramente una bomba de alcohol. Sería bobo. - Anda, anda, no empecemos con que te abandoné, ¿quieres?... ¡cuidado!

Dejando el vaso a un lado, se levantó y cogió a Arthur de los hombros para que no se cayese, quitándole el otro vaso y dejándolo a un lado - Oye, suficiente, ni siquiera puedes mirarme a los ojos de lo BORRACHO que estás - riendo, pues, a pesar de la preocupación y el fastidio de verle borracho, la risa le ganaba. Como siempre.

- ¡¡Cállate!! ¡Y…y no se por que no me dejas beber! ¡Eso dímelo tú, idiota! –repentinamente y luego de darle varios sorbos a la mezcla de cerveza y licor (aunque evidentemente, ya sin siquiera sentirle el sabor), se tomó la cabeza pues estaba mareado, aunque todavía reclamándole a Alfred lo ‘desagradecido’ que era, y el que le hubiese abandonado a la primera oportunidad que se le dio.

Luego de varios gritos por su parte, cuando estuvo por caer nuevamente el americano lo sostuvo, evitándolo, pero a cambio quitándole el otro vaso. Al darse cuenta, Arthur le miró con el ceño fruncido y lloroso, aún dejando caer sus lágrimas.- Ahh, claro…-pronunció, con ironía y apretando sus ojos, completamente rojo a efecto del alcohol.- ¡Lo que no te conviene que hablemos no quieres hablarlo! ¡¿Cierto?! >< ¡Al menos acéptalo…! –exclamó, volviendo a ser movido y mirando de a momentos los vasos, sintiendo como el rubio le sentaba en el sillón a su lado, aunque por estar sin ninguna noción del equilibrio, ni siquiera pudo aprovechar aquello para golpearlo.

Su voz se le fue apagando, manteniendo el rostro bajo y volviendo a mirarlo con llanto y reproche.- ¡Acéptalo…! ¡Que…que tú…! –volviendo a hipar, sacude su rostro, medio cayéndose hacia un lado del sillón.- T-tu… e-estabas esperando… el momento pe-perfecto para…-vuelve a hipar, elevando la vista hacia los vasos e intentando inclinarse, con ánimos fallidos de volver a tomarlos.-…dejarme solo… -susurró, aguantando unos segundos el llanto y luego volviendo a dejarlo salir de forma lastimera, recuperando la voz al escucharle reír. - ¡Agh! ¡Encima de todo te burlas, idiota! ¡Te odio! ¡Ojalá…ojalá te hubiese ido muy mal! –exclamó, sacudiendo su cuerpo con mareos y expresándole algo que pensaba cada año cuando faltaba poco para el 4 de Julio.

Era algo egoísta, y él lo sabía. Sabía que por el éxito económico y político de Alfred debería alegrarse… ¿pero como podría…? Si Alfred nunca se hubiese convertido en lo que era ahora…entonces seguramente hubiese vuelto a necesitarlo, en vez de…dejarlo atrás.

- ¡E-eres un idiota, América! ¡¡Al demonio, deberías saber que no serías nada de lo que eres sin mí…!! ¡Pero tú nunca agradeces…! ¡Tu… eres…eres un imbécil! Idiota… ¡idiota! -balbuceó, sollozando sin poder detenerse y moviéndose a un lado, comenzando a darle golpes torpes y sin ninguna fuerza al americano en el brazo más próximo a él, para detenerse luego de unos momentos, simplemente llorando y repitiendo los mismos insultos, pero sin tener lucidez suficiente como para seguir golpeándole, dejando su frente apoyada y cabizbaja contra aquel brazo mientras sentía su calidez y lo empapaba de lágrimas.

Alfred le sentó en el sillón al lado suyo, para poder afirmarle y que no se cayese, armándose de paciencia para palmearle los cabellos cuando lo necesitase y decir "si, si" o "no, no", lo que fuese para que no llorase tanto.

Le palmeó los cabellos mientras le medio reclamaba algo entre hipeos, escuchándole y parpadeando. - ¿Qué? Eso no es cierto... - aunque no pensaba justificarse de sus actos.

No lo había hecho hace 200 años, no lo iba a hacer hoy...

- Pues ya ves, tus plegarias no fueron concedidas por tus hadas por que me ha ido bastante bien.... fuera de esa depresión hace unos años , pero en general me ha ido excelente

Y en el fondo lo sabía. Todo lo que él supo en su momento y adaptó a su realidad (economía, lengua, relaciones exteriores) se lo debía a U.K. Pero el hecho que lo supiese, no significaba que se lo andaría diciendo a cada momento que el otro se lo exigese.

Él tenía un orgullo, por supuesto.

Pero en esas circunstancias era mejor decirle "Si, si" (como hizo en esa ocasión), para que el otro se medio tranquilizase, afirmándole a su lado, y mirando las escaleras. Meditaba cuanto le costaría cogerle en brazos y subirle a su habitación.

- Bueno, Arthur... creo que te quedaste sin energías... - miró el reloj y dejó caer una gota. "El competidor Arthur Kirkland ha superado el record mundial. ¡Ebrio en 14 minutos!.... I can't Believe... " divertido se puso se pie, levantando con él a Arthur de la cintura, sujetándole - Oye, te llevaré a tu habitación, ¿OK? - afirmándole y haciéndole caminar, aunque algo le decía que iba a ser inútil el esfuerzo.

- Yo…ton-tonto…-intentó negarle, haciéndolo solo con la cabeza al sentirse caído, sin poder parar sus ojos de derramar brillosas lagrimas, mojando la misma zona de la chaqueta del estadounidense.- N-nunca pedí algo así…- logró balbucear, dolido. ¿Qué clase de persona se pensaba que él era? Nunca podría pedirles a las hadas algo tan sucio… por más de que fuese un deseo interno, nunca podría pedirlo.

Porque por más de que en aquel estado no pudiese pensar ni desear nada más, la verdad era que, siempre que el británico veía a Alfred en mal estado, ya fuese tanto psicólogico (como en aquella depresión del 29), o físico (como todos los años tras el catastrófico clima), su corazón se estrujaba y no lo soportaba. Le dolía. Le dolía enormemente verlo mal, y por ello nunca habría podido pedir que fuese infeliz. Después de todo, su deseo siempre había sido el contrario… y justo por ello nunca entendió porqué fue a buscar la felicidad lejos de él.

Escuchar que asintiese a sus húmedos reclamos logró tranquilizar un poco sus reclamos, evitando así que continuase gritando aunque manteniéndolo aún cabizbajo, dejando correr algunas lágrimas de forma cansina, sintiendo de pronto como Alfred a su lado se levantaba y lo levantaba a él también, rodeando su cintura. Por el contacto físico, el inglés se tensó y se ruborizó más si era posible, aunque ya no solo por el alcohol; no estaba para nada acostumbrado al contacto físico, y con Alfred le ponía especialmente nervioso aunque nunca lo dijese. –… ¿A mi habitación…? –repitió, entre balbuceos, quedando su cuerpo prácticamente en peso muerto por no poder hacer él fuerza para sostenerse. Intentó no ser una completa carga pero falló, terminando por apoyar su rostro en el pecho ajeno.- No quiero…-niega, frunciendo el ceño, tembloroso.- ...M-me quieres llevar ahí y luego te irás… - gimió con la voz húmeda, con sus labios igual de mojados que sus mejillas, pues muchas lagrimas habían acabado allí.

En un estado normal jamás podría haber sido capaz de decir lo que iba a decir…de por sí, en su estado normal, no hubiese llegado a eso- Yo… no quiero que te vayas de nuevo…quédate conmigo…- sollozó entre pedidos, tragando saliva y volviendo a quedar en peso muerto, sin saber cómo aún no había tirado al americano de vuelta al sillón al obligarlo a hacer tanta fuerza. Si bien ya no lloraba de manera escandalosa, no podía evitar hacerlo de forma lastimera, queriendo aferrarse del otro y, en un intento de ello, levantando la mano y jalando de su camisa con fuerza, cerrando sus ojos al sentir que la presión y el peso que ejercía en el menor aumentaba sin que se diese cuenta.

- Yes, yes... - asintió el norteamericano, a sus palabras de no sería capaz de pedir eso. A veces le costaba diferenciar si Arthur le odiaba o no. Aunque entre ellos había una relación bastante especial. "Cuando dicen que el 'cariño' duele, tienen razón" pensó, por que en el caso de ambos, se apreciaban, realmente (esas reuniones extra curriculares lo demostraban), pero si se tenían que golpear, lo hacían sin reparos.

Divertido de pie, le afirmó bien, a su pecho, sin mucha dificultad de recibir aquel peso (por el momento) - Yep, to your room... ¿hum? - al escucharle que no quería ir, por que luego se iría.

En realidad planeaba vigilarle hasta que estuviese dormido para luego irse, aunque con esa lluvia como estaba, realmente no creía que fuese posible por ahora.

Pasó su mano derecha por sus ojos, limpiándoselos de las lágrimas. ¿Por qué era tan débil ante aquellas? No debería aceptar eso, pero acabó por hacerlo. No quería que llorase - Está bien, tranquilízate. Voy a quedarme contigo hasta que despiertes . No sigas llorando ni...- jadeó un poco, por que el inglés como que hacía cada vez más fuerza hacia él. Y Arthur no era precisamente una sirena como para tomarle tan sencillamente en brazos - Tsk... ¿podrías...? - pero no alcanzó a decir nada, por que sintió como el mayor jalaba su camisa, haciéndole perder el pie y cayendo sentado en el sillón, con Arthur encima, haciéndole bufar.

Se rascó la nuca, mientras el inglés seguía sollozando en su pecho, pasando su mano derecha por esos cabellos en su pecho, mirando la ventana que aún mostraba la lluvia, mientras el viento silbaba en el segundo piso, cerrando sus ojos y comenzando a entonar suavemente algo de su infancia, buscando tranquilizar al otro:

The north wind doth blow,
And we shall have snow,
And what will poor robin do then?
Poor thing.

He'll sit in a barn,
And keep himself warm,
And hide his head under his wing,
Poor thing.

Acabó con los ojos cerrados. Nunca había dejado de acariciar esos cabellos.

Antes de escuchar la respuesta que ansiaba, pestañeo varias veces al sentir los dedos del mayor limpiando sus lágrimas, avergonzándolo al estar lo suficientemente conciente como para notar la acción y enardeciéndose sus mejillas de forma intensa, cerrando sus ojos en cuanto los dedos del americano se llevaron consigo las gotas de sus mejillas.

La respuesta a sus sollozos y pedidos alivió un poco la opresión de su pecho, la que por el alcohol en sus venas no quería esforzarse siquiera en pensar, sino que solo quería hacerla esfumar. – More…- balbuceó, refiriéndose a que no quería que se quedase tan solo unas horas; sabía que el rubio no pensaba responderle a ello, y también sabía muy bien que aún si respondía sería un ‘no’. A veces no podía entenderlo demasiado bien… cuando él estaba mal, cuando estaba en peligro o cuando necesitaba a alguien en quien apoyarse… la única persona que siempre terminaba de su lado era Alfred, pero… ¿Por qué era tan amable si en verdad no deseaba estar con él? Después de todo, si se había independizado, había sido para dejarlo… ¿o no…?

Sí. No podía ser otra razón; no cabía nada más en la mente del británico, que en el fondo todavía no podía superar aquella perdida. Le había dolido demasiado que justo fuese Alfred le hubiese dejado… “¿Y si hubiese sido alguien más…?” se preguntaba, sin poder nunca llegar a una conclusión distinta… “Hubiese sido diferente…” Pero había sido él. Justo él…

No tuvo realmente noción del momento en que jaló tan fuerte del menor que logró que ambos cayesen en el sillón, y cuando volvió a recuperar a medias la conciencia en ese estado, ya se encontraba semi acostado sobre Alfred, que a su vez estaba sentado; su rostro chocaba contra el pecho del ojiazul una vez más, el cual ya estaba húmedo por las lágrimas allí derramadas. Sin comprender al principio qué, sintió una agradable calidez en su nuca y luego en sus cabellos, sintiendo un escalofrío y arrullándose, acurrucando su rostro inconcientemente hacia aquellas dulces caricias que, luego se dio cuenta, Alfred le proporcionaba.
Durante unos segundos no pudo detener sus lágrimas, aunque se tranquilizó notablemente al escuchar que Alfred no le protestaba ni le decía nada malo, y que tampoco intentaba volver a levantarlo para llevarlo arriba. Eso le tranquilizó. Pero no tanto como lo que, entre medio de la melodía lluviosa de fondo a la que tan acostumbrado estaba, la voz del americano comenzó a hacer notar, y Arthur entreabrió sus húmedos ojos lentamente al reconocerla enseguida.

...Era ésa canción…la que él mismo le había cantado más de una vez a Alfred cuando era pequeño. La canción que usaba para tranquilizar a un pequeño que, por el clima mismo de su territorio, estaba siendo lastimado, y tenía miedo. Mucho. Y él allí había estado, intentando ir, en especial cuando Alfred todavía era casi un bebé, en cada temporada de horribles huracanes que azotaban a América. Arthur recordaba esa canción como una nana para calmar a Alfred, que tiritaba antiguamente entre sus brazos, tembloroso de miedo… ¿cuándo esas posturas habían cambiado? ¿Después o…?...Quizás habían cambiado antes de la misma Revolución.

La sorpresa de escuchar algo tan antiguo evitó que sus lágrimas cayesen de forma copiosa, y las caricias lograron hacerlo reaccionar al menos, parcialmente. De a poco, y aún aferrado a aquella camisa, fue levantando el rostro, sintiendo gustoso como la mano ajena no se retiraba de su cabeza, y mirando a Alfred al rostro, que tenía los ojos cerrados. Le miró con una mezcla de confusión y sorpresa, elevando una de sus manos y posándola casi en un dulce roce sobre la mejilla derecha del menor, para llamar su atención, balbuceando.

-…Tú… ¿recuerdas eso…? Pero…-le mira con algo de tristeza.- Alfred… yo no logro comprenderte… -recuperando el habla de a poco, logrando no hipar y manteniendo su mirada a medias sobre el rostro ajeno, aunque con la voz gangosa por el llanto.-… aunque nos peleamos y todo… tu… :demo: ¿Por qué eres tan amable…? No te entiendo…si tu me dejaste, entonces… -traga saliva, volviendo a bajar el rostro por los mareos y la vergüenza. - ¿Por qué me haces sentir así…? – susurró, cerrando sus ojos y mareado en más de un sentido; en poco tiempo, volvió a aferrarse a aquella camisa con suavidad y cansancio.

Lo bueno de estar ebrio en ese momento era, sin duda, el poder sentir esa calidez sin tener que dar explicaciones.

Una pequeña sonrisa algo confundida se posó en sus labios al escuchar esa simple palabra del británico. ¿Más? ¿Más qué?.

Simplemente se dedicó a entonar suavemente aquello, casi bloqueando su mente (la que le inpediría hacer algo tan cursi como aquello), acariciando los cortos cabellos del mayor.

Su corazón se sentía acompasado solo de escuchar aquellas notas. Aunque no fuese la voz de Arthur, si no que la suya propia, esa entonación solo le recordaba grises días que tuvieron más color por no estar solo. Por que el británico estuvo con él.

En Florida no caía nieve, y casi siempre los huracanes venían del sur, pero no era eso no era lo que le importaba al pequeño norteamericano. Esos brazos rodeándole, esa voz cantando suavemente mientras todo ese calor le decía "Está bien, nada pasará, estoy contigo", aún hoy le hacía temblar.

Aún permanecía con los ojos cerrados, cuando sintió aquel roce, abriendo sus azules ojos, chocándolos sorpresivamente con los verdes sorprendidos y confusos de aquel que permanecía en su pecho, sintiendo un leve ahogo. No se esperaba esa mirada escrutadora. Y tampoco las palabras que le siguieron.

Alfred le escuchó en silencio, sintiendo esos hipeos y movimientos irregulares en el pecho ajeno que estaba tan pegado a su cuerpo que se sentía como propio.

Aquellas preguntas el rubio menor las esperaba desde hace mucho. Los ojos del británico se las hacían cada vez. Llenos de dolor. Desde el mismísimo día que todo sucedió. Y no es que Alfred no quisera darle una respuesta. Es que no sabía como explicarselo a ni a él mismo.

¿Qué diría Arthur si él le dijese que se había alejado de él para poder acercarse?... se había alejado de su regazo, para poder acercarse y pararse a su lado. No como un hijo, no como un hermano menor al que proteger. Si no que como un hombre. Un compañero.

Negó un momento, volviendo su conciencia a tomar ligeramente el control de su cuerpo y palmeando suavemente los cabellos del mayor, que había bajado la cabeza y aferrado a su camisa - Estás ebrio, Arthur, voy a llevarte arriba - Le sentó en el sillón y luego se agachó, poniéndole en su espalda y parándose, afirmándole y caminando hacia las escaleras.

Si Alfred pudiera hacer una ley contra los recuerdos, probablemente hablaría a favor de ella ante los medios. Pero nunca sería aprobada.

Rápidamente, las caricias en su nuca y sus cabellos se convirtieron en suaves palmaditas, acción que Arthur no tomo como relevante, manteniéndose aun agachado bajo aquel pecho hasta sentir que el menor movía su cuerpo, tomándolo sobre los hombros y haciéndole sentarse. El británico apretó sus ojos, cerrándolos enseguida ante la sensación de súbito mareo que eso le produjo, pero no dijo nada, solo emitió un jadeo, intentando quedarse quieto para regularizarse, sintiendo como, y tan repentinamente como cuando lo sentó, el americano lo alzaba esta vez por la espalda al notar que Arthur no podría (ni querría) caminar bien.

El británico tomo aquel gesto bastante mal, pues sintió que lo estaba cargando para, nuevamente, llevarlo a la habitación y dejarlo ahí para ‘quitárselo de encima’, literalmente.- T-te dije que…te dije que no… ¡no quiero! –aferrándose al cuello del ojiazul, comenzó a jalar como podía; no estaba en condiciones de simplemente saltar de su posición actual, por lo que hacía lo que podía con sus manos, medio ahorcando al americano de a momentos, y luego jalándole unos de los mechones de cabello.- ¡No quiero…no quiero! – exclamó nuevamente, negando con la cabeza repetidas veces y volviendo a lloriquear, aunque esta vez de una forma bastante caprichosa. ¿Por qué quería deshacerse de él? No estaba haciendo nada malo…

- Pri-primero no me contestas… y… ¡y ahora te quieres ir…! –refiriéndose a que nunca contesto sus anteriores y dolidas preguntas, siendo que para colmo intentaba volver a subirlo a su habitación. Durante varios momentos, siguió caprichosamente negándose, jalando de los cabellos del menor y aferrándose con fuerza a su cuello, sollozando bajito. La cabeza estaba por explotarle, pues no solo estaba el alcohol, sino que se sumaba el llanto que le había salido desde que comenzó el licor a hacer efecto.- N-no seas malo… y-yo…yo siempre estuve contigo…- balbuceo, realmente pensando que quería subirlo para recostarlo y que inevitablemente se durmiese, yéndose luego de eso.

Aquella melodía le había removido los pocos sentidos de lógica que le quedaban, deseando regresar a aquellas maravillosas épocas, las más felices de su vida, lo que cualquiera podría notar enseguida. El británico no sonrió de la misma forma, con la misma naturalidad y el mismo cariño, ni nunca antes ni nunca después de aquellos días. Cualquiera de los otros países podría decir eso, pues nadie en Europa había quedado ajeno al descubrimiento del Nuevo Continente y por lo tanto, nadie había quedado ajeno a aquellas potencias que habían colonizado… y si por el británico fuese, volvería gustoso a aquella época, en la cual, a pesar de la cantidad de guerras que tuvo, no podría haber sido más feliz…- Answer to me, Alfred… ¿why…?
--------------------

((Por si a alguien le interesa, dejo aqui la letra de la cancioncita en Ingles/Español; y tambien el sonido de la melodía xDD... Letra Español--- Melodía ))

El yankee podía decir que estaba ligeramente acostumbrado a ello.

Un Arthur ebrio, en su espalda, jalándole los cabellos y aferrándose a él medio ahorcándole, mientras insistía que no estaba ebrio, que no quería ir a su casa, que podía con una copa más. Bastante típico fin de semana entre los dos de habla inglesa.

Pero en esa ocasión debía aceptar que Arthur estaba un poco más bruto en sus tirones, un poco más llorón y definitivamente más insistente. ¿No ya le había dicho que no se iría?


- Anda, Arthur, deja de hacer eso, au, au, au... - quejándose mientras subía por las escaleras con el británico en la espalda, mirando la alfombra. Ya se había tropezado allí un par de veces.


Él no solía ser tan despistado (aunque las demás naciones lo negasen, por algo él había llegado a donde había llegado), pero frente a Arthur se volvía a sentir como un niño o un adolescente en la pubertad. Naturalmente JAMÁS lo iba a demostrar frente a ninguna nación.


- ¿No te dije que me iba a quedar hasta que te despertaras? Deja de llorar, please... - le escuchó y dejó caer los hombros, deteniéndose en la escalera. ¿Por qué le decía eso? Alfred ya SABÍA que él siempre estuvo para él -... hm, hm... si... ahora quédate quietecito que ya estamos llegando...- mencionó, cambiando de tema y subiendo hasta que estuvieron al lado de la puerta de la habitación del inglés, donde Alfred le bajó y le sujetó a su costado, abriendo la puerta.


Le trató de hacer caminar, pero el inglés solo se afirmaba a él, sollozando de otras épocas, por lo que suspiró y le cogió en brazos como a una princesa, caminando con rapidez hacia la cama, puesto que el mayor no era tan liviano para sus brazos (su espalda era cuento aparte, muy fuerte!).


- Bien, ya estamos aquí... - le dejó caer en la cama con relativo cuidado, mirando su obra y mirando al techo. A veces no sabía por qué hacía todo ellos. Y otras veces se ordenaba a hacerlo. Se acercó dispuesto a quitarle la corbata y en eso estaba, cuando escuchó aquella pregunta, que le descolocó un segundo, haciéndole parpadear ligeramente - ¿Por qué?.


¿Por qué? Esa era una respuesta muy amplia. Con miles de respuestas. Y aunque él se hacía una idea de cual es la que el inglés quería, el americano cerró sus ojos, quitándole su corbata y bajando para quitarle las pantuflas que le otro llevaba puestas.


- Why what, Arthur? - con los ojos cerrados - Estás ebrio, mejor duerme...

El ebrio británico no podía tolerar ni un segundo mas que el otro le callase, y cada vez que le decía algo como ‘para’ o ‘deja de hacer eso’, los jalones a su cabello y los abrazos estranguladores aumentaban su fuerza, igual que el mas audible llanto que seguía pronunciando, sintiéndose mareado y adolorido, hasta de pronto sentir que el menor una vez mas intentaba hacerlo caminar para adentrarse en su habitación, y el inglés, dándose cuenta por primera vez que entre sus jalones el otro había subido las escaleras, se puso mas histérico- ¡I… do-…I dont want! –exclamó, casi logrando que volviesen a caerse, esta vez contra el suelo, lo próximo que su pobre conciencia noto es que no estaba pisando suelo.

Tapándose primero los ojos ante el súbito mareo y el bajo de presión, al reconocer como le estaba cargando volvió a sollozar bajito, pero sin moverse ni un centímetro, yaciendo en la cama antes de que se diese cuenta, cuando nuevamente el estúpido americano había evadido su pregunta mientras le aflojaba la corbata, haciéndole llorar mas lastimeramente durante unos segundos para, finalmente y cuando otra vez le dijo que se durmiese, cerrando sus húmedos ojos sin esforzarse siquiera en secarlos, temblándole el pecho ante su irregular respiración agitada y manteniéndose sus mejillas enardecidas por el alcohol.

Sintió como le quitaba la corbata, moviendo su rostro inconcientemente para facilitarle el trabajo en el cuello, pero quedándose así luego, pareciendo que, para fortuna del americano, finalmente iba a quedarse tranquilo e iba a dormirse, manteniéndose quieto durante unos segundos. Alfred ahora iba a quitarle las pantuflas, y fue entonces que la mano derecha de Arthur reacciono al sentir las manos ajenas alejarse, tomando torpemente una de las manos más masculinas del mayor y aferrándose a ella de forma que evidenciaba que, si bien no estaba dormido, estaba menos conciente. Entreabrió sus ojos en su delirio alcohólico y su viaje continuo entre el pasado de hacia dos siglos y el presente, sin derramar éstos lagrimas pero mostrándose brillosos e hinchados por todo lo derramado hacia minutos.

“¿Por qué lo estoy deteniendo?” se preguntaba, con un pudor y como el dueño de una opresión en el pecho que le retorcía; una parte de él, viendo aquello como si estuviese viendo una especie de extraña película a la que era ajeno. No comprendía muy bien la situación y estaba demasiado ebrio como para analizarla. Había sido una acción completamente inconciente, ¿cierto…? Porque realmente… no quería que Alfred se alejase de él…

Se podría decir que el de lentes ya estaba vacunado contra los escándalos del británico. Sus llantos, sus gritos, sus tirones de cabello, sus egoísmo, todo aquello que hacía a Arthur SER Arthur, Alfred lo veía como perfectamente normal.

Probablemente algunos comprenderán el por que Francis llamaba al inglés 'el Sin Amigos' o la razón de que algunas de sus colonias se quisieran independizar. Era difícil tratar con él.

Pero esa no había sido la razón de independencia de Alfred, y tampoco le molestaba que el otro fuese como era. A veces era agotador. Pero Alfred lo seguiría haciendo hasta que la misma Tierra se destruyese. O los extraterrestres les conquistaran, lo que sucediese primero.

Había estirado la mano para quitarle las pantuflas, cuando sintió aquellas manos en su mano izquierda, aferrándola. Parpadeó un momento y se enfocó en los ojos verdes llorosos del otro. A veces Arthur era realmente transparente. Tanto que el americano podía leer si quería asesinarle o simplemente mandarle una maldición pequeña. Si estaba satisfecho por el té o realmente feliz.

Pero había otras, como en esa ocasión, que no sabía que pensaba. Quizás era lo ebrio que estaba, pero se veía necesitado. Como que no quería dejarle ir.

El yankee suspiró y se sentó al lado de la cabecera, en la cama, dejándole aferrar su mano. Lo que fuese para que el otro se relajase.


- Ya, ya, no armes tanto escándalo... me quedaré aquí, ¿vale? ¿esto te deja más tranquilo? - con su mano libre palmeó las manos del otro suavemente, esperando que se durmiese y pudiese descansar.


Aunque el dolor de cabeza al británico no se lo quitaba nadie mañana.

Estaba borracho pero no idiota. Pudo sentir que, aunque más no fuese, el americano se quedó finalmente quieto y volvió a su posición inicial, sentándose a su lado y permitiendo el cálido roce de sus manos, roce que el inglés aferraba a sí cada vez más, hasta terminar por buscar, torpemente, el entrelazar sus dedos. Al lograrlo, miró con la misma expresión perdida y a la vez profunda al de ojos celestes, temblándole los labios y luego frunciendo el ceño, como si estuviese a punto de llorar de nuevo, poblándose sus párpados de pequeñas lágrimas.

- N-no estoy…yo no hago…escándalo…-apretando sus ojos con el ceño fruncido y tembloroso, temblándole el pulso de la mano también y aprovechando que sus dedos se encontraban entrelazados a los de América, jaló de su mano; primero de forma suave, como queriendo indicarle que se acercase más, sin abrir sus ojos todavía. La fuerza fue aumentando gradualmente, hasta tironearle al americano con la suficiente fuerza como para tomarlo desprevenido y hacerlo caer sobre él, protestando el rubio anglosajón ante el repentino peso del cuerpo más grande.

Le costó unos momentos acostumbrarse, pero al hacerlo entreabrió sus ojos, más cristalinos que antes por las lágrimas que no habían caído en cuanto entrelazó sus manos, mirando al mayor y notándose en su rostro como el rojo que tomaba era un de rumbo muy distinto al rubor causado por el alcohol.-......Alfred...-

nconcientemente, dejó su mano libre sobre la espalda ajena y, sintiendo aquel calor, volvió a apretar sus ojos, temblándole el labio inferior y sin poder contenerse, comenzar a mover su mano circularmente sobre la espalda del menor, acariciándola y buscando el calor que de ésta emanaba. El mismo que hacía unos momentos había sentido su pecho, estando pegado a esos omóplatos en cuanto Alfred le subió por las escaleras. No comprendía lo que su pecho estaba gritándole, como si le estuviese hablando en un idioma muy distinto al que Arthur comprendiese, uno muy distinto al inglés.

Un idioma que le lastimaba cada vez que su pecho intentaba hablárselo… no quería escucharlo y le daba miedo entenderlo…solo quería quedarse allí, sintiendo ese calor…

Y en contra de todo pronóstico, las lágrimas de sus ojos empezaron a caer copiosamente ante aquella calidez, desprendiendo su otra mano y cerrando el abrazo con sus dos brazos, aferrándose al otro mientras sus lágrimas caían sin ruido y él apretaba sus ojos, entreabriéndolos recién al tener pegado a Alfred contra su cuerpo, mirándole tembloroso y con un notable miedo a algo; podía sentir su respiración a escasos centímetros de la suya pero… ¿qué tal si por dejarse llevar el americano rechazaba todo el contacto? No… prefirió quedarse allí, cerrando sus ojos luego de unos segundos y respirando por la boca, agitado.

Al final...solo quería quedarse allí, sintiendo ese calor...

Los celestes ojos se enfocaron perdidamente en el rostro del mayor. Sus dedos se entrelazaron sin dificultad, sin sonreír, pero permaneciendo tranquilo, como solo lo estaba con Arthur (en pocas ocasiones) y con Lituania.


- si, si...- dijo para tranquilizarle, sintiendo un suave tirón que asoció al movimiento irregular por el alcohol en el otro, no anticipando el siguiente y movimiento, y antes de que pudiese notarlo, ya estaba sobre el británico, con sus rostros a pocos centímetros.


El americano soltó un suave jadeo, mientras el otro protestaba en su semi conciencia. Cerró los ojos y cuando los abrió vio la visión más linda que había tenido un mucho tiempo. Aquellas mejillas ya no estaban sonrojadas por el alcohol, era por algo más. Y probablemente lo mismo que le hacía sonrojar a él.

Apoyó su mano libre en la cama (la otra seguía firmemente sujeta por Arthur), como para salir de encima, pero una caricia en su espalda se lo impidió. La conciencia se le comenzaba a perder ligeramente, sus labios comenzaban a arder y sus dedos a cosquillear, igual que ciertas otras zonas.


- Arthur... - masculló, moviéndose un poco, abriendo los ojos y viendo las lágrimas caer por aquellos bellos ojos, rompiéndole el corazón y el pedazo de conciencia que le quedaba, sintiendo como era abrazado con fuerza, siendo abrazado más de lo que sería correcto. Más de lo que él podría soportar. Y más de lo que estaba dispuesto a aguantar.


Se soltó del abrazo y se levantó de la cama, viendo como Arthur se quedaba en la cama solo, le miró un largo segundo, desviando luego al mirada a cierto lugar que conocía, acercándose a ciertas zancadas y abriendo las puertecillas del estante, sin hacer caso a nada que viniera de la cama. Allí, frente a él, había una multitud de botellas de distintos licores, todos de un muy alto grado alcohólico.

Una sonrisa se posó en los labios del americano, mientras cogía una botella del mejor Whiskey de Irlanda y la destapaba, mirando hacia la cama.


- A tu salud...- se llevó la botella a sus labios y bebió de un trago, sintiendo como todo su cuerpo, desde su boca a su estómago y la punta de los pies, se quemaba. No se detuvo hasta beber por lo menos un tercio de la botella, caminando hacia la cama, mientras sus sentidos le obedecían, cogiendo a Arthur por los hombros y haciéndole beber un poco, para luego tapar la botella y dejarla a un lado-... estabamos demasiado sobrios como para no arrepentirnos luego...


Espero que el inglés se recuperase un poco, mientras se quitaba sus anteojos y sonreía, ya bastante ebrio, aún con la garganta quemándole, ardiendo por dentro, para luego tomarle por la barbilla, subiéndosele encima y mirándole a los ojos.


- Vamos a ver a tus hadas... - susurró para luego comenzar a besarle profundamente, mientras sus cuerpos cálidos se rozaban, aún más afiebrados por el alcohol.


Y quizás por un amor no reconocido.