Corazón de Cristal (Privado) (Advertencia ^^)

-A veces las peleas pueden ser divertidas- añadió con una sonrisa divertida al escucharlo hablar así del austriaco.

Aunque no podía desmentir cada palabra que el otro decía, estaba en lo cierto, muy refinado podía ser, pero no era algo muy útil en las batallas, lo convertían en un ser débil y dependiente. Que más daba muchos lo eran, incluso quien estaba frente a él, la vida sería mucho más linda si todos estuviesen unidos bajo su misma bandera, pensaba.

-Oh, creí que le tenías ¿cariño?- dijo segundos después, cuando la risa del albino lo sacó de sus pensamientos, dudando un poco al emplear ese término al final de la frase.

Observó con paciencia como nuevamente se llenaba la copa que tenía en una de sus manos, la alzó un poco más en señal de brindis “por la nueva alianza” y bebió despacio, degustando el sabor del vodka.

-Un futuro grande…- repitió en un susurró bebiendo más de la copa. De nuevo su vista se fijó en las flores, dedicándoles un momento de su atención- …en un campo de girasoles- dijo casi de manera inconciente con voz infantil.

Estaba callado, procesando todo lo que el otro le decía, partiendo por la manera en que hablaba del austriaco, aunque esta vez no le parecía muy convincente lo que escuchaba. Luego eran sus propias palabras, recién se daba cuenta que había mencionado algo sobre un campo de girasoles, hasta que una pregunta le hizo alzar los ojos para observar al prusiano.

-Lo estoy- respondió con una sonrisa divertida.- Suenas como si estuvieses preocupado por mi- dijo con voz melosa, le había causado sorpresa, hasta hace poco se escuchaba como una persona manipuladora que utiliza y desecha a gusto a los demás y luego parecía preocupado por él. No tardo mucho en comenzar a reír como un niño y mirarlo con un ligero aire de agradecimiento.

Estiró sus brazos, rozando con sus manos el rostro de Gilbert, situando dos de sus dedos cerca de sus labios, obligándolo a formar una sonrisa.

-Me pareces divertido-hablaba sin apartar los dedos de su cara- ¿y qué hará el anfitrión para entretenerme?

No había momento en que lo tocase sin ser apartado bruscamente y ahí estaba el motivo del porque no podía ser amable en todas las ocasiones, si las personas no cedían la única forma que conseguir lo que deseaba era doblegándolos, entonces ¿no era más sencillo ceder? Si era así, no existía razón para aplicar la fuerza, torturas y castigos que tanto podían atemorizar, sólo lo reservaba para aquellos obstinados que se negaban a ser uno con él y ahora Prusia era uno de ellos.

-Gilbert, no sabía que esa tu forma de entretener a los invitados- susurró irónico parado tras el albino, apoyándose en su hombro- por cierto, es una forma bastante particular, que no a todos podría agradarles- habló en voz baja contra su oído, rozando el lóbulo con sus labios- ¿No has pensado qué es quizás por eso que no recibes muchas visitas? Tal ves sea que contigo no funcione la amabilidad- rodeó firmemente la cintura del prusiano con sus brazos.-Pareciese que sufres de un problema de bipolaridad- rió sin soltarlo.

Lo apretó un poco más contra su cuerpo, si acaso el otro pensaba que no conseguiría lo que quería, se equivocaba.

-Mírame, Prusia- le ordenó con voz amigable, pero por extraña que sea la combinación, firme a la vez. Uno de los brazos lo estrechaba y el otro dejó de hacerlo para sujetar su mentón.- Te dejaré decidir si prefieres ceder o ser doblegado, dime, ¿cuál opción te parece mejor?

Alcanzó a oír un tenue gemido que el otro no pudo reprimir, porque estaba claro que no se mostraría vulnerable. Apretó con más de fuerza el rostro que alzaba. Esos ojos que pese a tener un color cálido, lo miraban con una expresión fría, pero comparado con los intensos fríos de Siberia, no le parecía nada fuera de lo que estaba acostumbrado.

-¿De verdad? Que mirada más amenazante, me estás asustando, Prusia- habló con falsa sorpresa y un evidente sarcasmo.- Aunque en realidad, tú pareces estar más asustado que yo- dejó de sostener su rostro y bajo hasta el pecho, sintiendo la acelerada respiración de su compañero que acreditaba s afirmación -Comprobemos si lo que dices es cierto y veamos cuanto puedes resistirte- lo empujó violentamente contra la pared para acorralarlo. Reía infantilmente, ya que de a poco comenzaba la diversión que estaba buscando.

Se aproximó aún más que antes, robándole el espacio personal, estaba lo suficientemente cerca como para robarle un beso, pero no lo inició con una suave unión, no le interesaba ni el más mínimo romanticismo en el gesto; no se trataba de entregar cariño si intentaba someterlo, al contrario, mordió sus labios, lamiéndolos y finalizando con un roce brusco entre ellos.

-Si bien hace tiempo tomé parte de tus tierras- recordó depositando un beso un su barbilla y bajando hasta su cuello, refugiándose en él.- Hubo una que me falto por tomar…-dijo situando su mano en el corazón palpitante del más bajo- ¿sabes a que me refiero, no? o…¿debería explicartelo?

-¿Dónde están tus esfuerzo por combatirme?- preguntó desafiante lamiendo su cuello, una zona tan tibia y delicada.- Pensé que por lo menos intentarías defenderte, pero no puedes porque tienes miedo, ¿cierto?

Levantó su rostro, dejando a un lado su cuello, depositó un corto beso sobre sus labios, acariciándole la mejilla con el dorso de su mano. Le complacía verlo asustado con un ligero sonrojo que le daba algo más de color a la blanca piel, quizás no tanto como la suya, mostrando la imagen débil que trataba de ocultar.

-Aunque si lo haces, podría ignorar esa agradable forma en que me llamaste y ser un poco más considerado contigo- dijo comprensivamente- Sólo debes hacer algo simple: entrégate. No me desafíes en una guerra que difícilmente ganarás y toma la oportunidad que te ofrezco, te podría tratar con amabilidad- sonrió con sarcasmo, sabiendo que la respuesta del prusiano sería posiblemente una rotunda negativa.

Sujetó sus brazos, presionándolos contra la fría pared, se apoderó sin sutileza de la boca del albino, invadiéndolo sin permiso, al igual que muchas de las acciones que realizaba, teniendo en cuenta que al otro le desagradaba. No le importaba pasarlo a llevar si con eso conseguía lo aquello que quería. Le parecía bastante agradable besar a alguien que previamente había bebido vodka, ya que el sabor de éste se conservaba casi intacto. Buscó prolongar el contacto el mayor tiempo posible, como si quisiese quitarle ese último aliento que mencionaba segundos atrás.

Justo en el momento que pensaba que al albino ya no le quedaban fuerzas, un busco empujón logró separarlo, seguido de una sonora bofetada impactó su rostro. Ahora si comenzaba a molestarse, tocó el sector afectado por el golpe, no dolía tanto como hubiese esperado. Ahora su amplia sonrisa mostraba un aire desquiciado.

-¿Crees que me voy a alejar?- lo siguió insistente a media que se alejaba.- Podría convertirme en tu pesadilla~ ¿No sería divertido?

De un instante a otro ocurrió algo que le causó cierta satisfacción, lo vio caer, literalmente. Se paró al lado del cuerpo que estaba en el suelo y la risa escapaba libre de sus labios, ¿dónde estaba la persona fuerte que lo desafiaba? La misma que le decía que no se dejaría doblegar, ahora estaba a sus pies, humillado.

-¿Qué pasó, Prusia? Es el miedo o es que beber vodka te hizo mal- tocó su cuerpo con el pie, de la misma forma que si fuese un cadáver tirado en el piso.- ¿Y así dices que no te dejarías dominar? ¿Acaso ya perdiste tu último aliento?- lo atacó con preguntas y se agachó sin apartarse de su lado.- Pobrecito, eres débil- lo tomó entre sus brazos- y más patético es que lo trates de negar, incluso más que la escena ocurrida recién- dijo de forma burlesca.

-Maldito prusiano- masculló con sorpresa y de forma casi inaudible al ver que apuntaba su cabeza con un arma, que no se percató en que momento y de dónde la había sacado.

Hizo una mueca de disconformidad, pero no mostró asustado, es más, volvía la dulce sonrisa que formaban sus labios a hacerse presente. Se regañó mentalmente por haberlo tomado en brazos para levantarlo y no tirado en el suelo como un objeto desechado. Aunque encontró una pequeña ventaja y una oportunidad para quitarse esa amenaza de encima, dejar de sostenerlo, apartó sus brazos bruscamente para dejarlo caer y con rapidez desesperada pisó con violencia la mano de aquel que lo apuntaba.

-Gilbert, ¿has escuchado alguna vez que es peligroso jugar con armas?- preguntó con inocencia e irónica preocupación.-Deberías ser un buen niño y soltar ese revolver- aplastó aún con más fuerza la mano del albino, y no dejaría de hacerlo hasta que soltase el arma.

Aumentó la presión que ejercía sobre su mano cuando el otro intentó apartarlo. Ya no se preocupó por aparentar compasión, propio de su faceta sádica disfrutaba ver las lágrimas escapar de sus ojos mientras que le gritaba lleno de ira.

-Hum~ -posó un dedo sobre sus labios en un gesto infantil- algo así- dijo cambiando drásticamente la sonrisa sádica por una inocente- pero tampoco quiero hacer precisamente del mundo mi esclavo como dices, Gilbert.

Se agachó sólo para arrebatarle bruscamente el revolver que el albino había usado para amenazarlo, sería estúpido de su parte, dejar ese peligroso elemento en el poder de alguien que pudo haberle disparado de tener la oportunidad.

-Te di la oportunidad de ser amable- aprovechó que aún estaba en el suelo y lo pateó con agresividad en el estomago para dejarlo sin aire- pero no funciona de esa forma contigo~

Ahora era cuando deseaba tener su preciada tubería, era bastante útil en este tipo de situaciones. Más de algún golpe fue a parar a las costillas del prusiano, se justificaba con la excusa de que si hubiese cedido, las cosas no hubiesen llegado al nivel que alcanzaron.

Vio que aún no se rendía, trataba de levantarse a pesar del dolor que debía estar sintiendo, esa perseverancia le hacía perder la paciencia. Se agachó nuevamente y posando una mano en el hombro ajeno, lo empujó azotándole la espalda contra el duro suelo, su pobre intento por pararse no había durado más de unos segundos.

Sujetando firmemente el arma para evitar que Gilbert intentara arrebatársela, apuntó a su cabeza, quería devolverle la mano y hacerle sentir como él cuando era amenazado, aunque le parecía aburrido, prefería hacerlo un poco más interesante a su gusto. Acarició su mejilla con ese frío revólver, deslizándolo por sus labios, apartando el pequeño hilillo de sangre que había en ellos, luego era su cuello, bajando más y más hasta llegar al pecho, específicamente donde estaba localizado el corazón.

Le parecía tan obvia a respuesta a esa pregunta, su compañero ya debía suponerla o al menos comenzar a pensarla, ya que no se lo diría, por lo mismo no emitió ninguna palabra; sólo deseaba dejarlo con la curiosidad, un pequeño momento de incertidumbre que sirviese para conservar la tensión existente.

Se limitaba a sonreírle con un aire travieso e hizo bajar el arma desde su pecho, pasando a llevar sutilmente uno de sus pezones en el acto, después siguió por su estómago con lentitud. Lo observaba con una expresión curiosa, ansiaba ver que reacción, por mínima que fuese, tendría cuando llegase a aquella zona tan delicada de su cuerpo.

En un comienzo las caricias no fueron más que suaves roces del revólver contra su entrepierna, luego la presión aumentaba, frotándolo con él sobre la ropa, aunque sentía ganas de quitársela, aguardaría un poco, había bastante tiempo para hacer todo lo que quería.

-¿Cómo se siente que te acaricie con un arma?... Aunque pareciese que te gusta- dijo al escuchar un pequeño gemido que el albino trató de ahogar, presionó un poco más el revólver, restregándola contra esa zona sensible de su cuerpo, esperando poder oír más de aquellos sonidos.

Había estado pendiente de todos sus movimientos, hasta el más mínimo de los detalle, vigilándolo. Dirigió una mirada recelosa al notar que el prusiano parecía buscar algo disimuladamente, podía esperarse cualquier cosa, después de la sorpresa que se llevó con el revólver. No era tan distraído como parecía serlo y si Prusia creía que podría hacer algo sin que se diese cuanta… estaba equivocado.

-¿Qué buscas Gilbert? ¿Algún nuevo juguete...-preguntó haciéndose el desentendido con total inocencia, que le era tan fácil aparentar-…qué pueda usar en tu contra?

Necesitaba mantener la atmósfera intimidante, dejó de acariciarlo con el arma para apuntar su entrepierna, sonriendo mordazmente, situando uno de sus dedos en el gatillo, a la vez que su otra mano se dirigía en busca de aquello que el otro escondía.

Con curiosidad su mano se acercó al bolsillo en busca de lo que sospechaba como algo que podría usar en su contra. Intrusamente se adentró hasta encontrar aquello que le pareció ser un arma blanca, probablemente una navaja.

-Vaya, Gilbert~ ¿qué tenemos aquí?- preguntó aún aparentado no saber sobre el objeto que acababa de extraer de su bolsillo.- Podríamos darle un buen uso a esto- lamió el frío metal de la navaja, mientras aún apuntaba a su entrepierna con el revólver.

Usó la nueva arma que tenía en su poder para desgarrar con paciencia la ropa que cubría al albino, apartando los pedazos de tela hasta dejar su abdomen descubierto. Observó que en su piel quedaron grabadas cicatrices de viejas batallas; unas grandes y otras muy pequeñas, pero que ni el tiempo las borraba. Deslizó la navaja sobre algunas de esas cicatrices, abriendo superficialmente las viejas heridas.

-Te quito la ropa, Gilbert- dijo como si fuese lo más obvio del mundo, soltando una risa irónica. Le parecía divertido ver que como volvía las cosas en su contra, como su cuerpo comenzaba a responder ante lo que era una morbosa caricia.

Los quejidos del prusiano, le parecían una agradable melodía que alimentaba a la parte sádica de su ser. La sangre brotaba de las heridas, quedaban rastros de ella en el metal brillante, acercando el arma a su boca para limpiarla cuidadosamente.

- He hecho todo lo que he querido, ¿por qué habría de de detenerme si tú me lo ordenas?-preguntó con su habitual calma.

Prosiguió con su tarea de desvestirlo, apartó el revólver para reemplazarlo por la navaja. Ahora era el turno de su pantalón, que sufrió del mismo destino que las prendas anteriores. También repitió el procedimiento con su ropa interior, hasta dejarlo desnudo bajo su imponente cuerpo.

Sus mejillas sonrojadas, la creciente excitación que se apoderaba del otro y la sangre que se deslizaba por su torso, todo ello resultaba bastante provocativo. Volvió a utilizar la navaja, nuevamente para causar alguna pequeña herida, esta vez, la víctima fue su labio inferior. Lamió la sangre, tibia y de sabor metálico, obligándolo a iniciar un beso agresivo.