Preparando festejos [Privado]

Las persianas estaban ligeramente cerradas sobre las ventanas que daban al gran jardín. La puerta estaba entrabierta y, por ambas salidas de la habitación, un poco de luz iluminaba el despacho del australiano. Estaba un poco desordenado, a lo mejor porque llevaba toda la noche allí. Con el cabello desordenado, sueño, y un estrés impresionante, la noche anterior se había encerrado en aquella habitación. La parecía impresionante que faltase ya tan poco para "ese" día.

A lo mejor era su actitud animada, hospitalaria y despreocupada la que le hacía olvidarse de algunas cosas y dejarlas para el final. Pero... ¡Pero que se le hubiera olvidado esto! Posiblemente el día más importante de su calendario, un día que recordaba como si acabase de suceder, una fiesta que tenía en común con su más querido hermano.

Ahora estaba descansando un poco. Había adelantado la mayoría de las cosas que se dijo que tenía que planear hacía ya varios días. Más o menos, el trabajo de una semana. Dejando escapar ligeros ronquidos, que en realidad no eran más que una respiración algo profunda, ya que no había dormido en toda la noche. Aunque era una persona que se recuperaba rápido del sueño.

Ningún ruido podía haberle despertado. Llevaba así más o menos una hora. Lo único que sabía de sus hijos era que, por la noche, estaban cenando todos juntos una cena que les había preparado antes de encerrarse en el despacho. A lo mejor alguno pasó a decirle "buenas noches", pero ni siquiera se percató de ello. Y, si estaban en aquél momento en casa, era algo que también ignoraba. A lo mejor no se oía nada, o a lo mejor es que simplemente no escuchaba nada.

Pese a todo, un ligero "toc toc" proveniente del piso inferior le hizo levantar la cabeza, abriendo los ojos, sorprendido. Según creía, venía de la puerta principal ¿visitas? Bueno, se había quedado dormido, así que tenía que ponerse al trabajo... Visitas es lo último que necesito ahora pensó con somnolencia.

Bajó las escaleras lentamente, arrastrando sus pies. Al parecer sus hijas no estaban en casa, ya que no las había escuchado, y tampoco había rastro de los dos varones. Aunque no le gustaba hacer esperar a la gente, ese paso era el más rápido que le permitía el acabar de despertarse. Soltó un bostezo antes de peinarse un poco el cabello y restregarse los ojos, al mismo tiempo que abría la puerta. Y todo rastro de sueño se borró instantáneamente de su rostro.

-¡M-Marama! -Exclamó, con sorpresa y alegría. Okey, a lo mejor lo peor para todo el papeleo que tenía que hacer y todas las cosas que tenía que planear eran lo último que necesitaba aquél día... pero su hermano era la excepción, por supuesto. Al fin y al cabo, él era la principal razón del evento-. No esperaba tu visita, pensaba que estarías bastante ocupado... -Aunque entonces tuvo en cuenta el echo de que el neozelandés era mucho más ordenado que él...-. Ah... Anyway, pasa -Le dijo con una amplia sonrisa, dejándole espacio para que se adentrase en su hogar.

Ese ligero ambiente de silencios entre frase y frase del neozelandés, el que no terminara la frase, el que desviara la mirada y esos nervios que el australiano podía notar ligeríiisimante, hicieron que su mente se terminara de despertar y se pusiera a trabajar de nuevo.

Para su desgracia, volvió a recordar lo que había ocurrido en su última visita a la casa de Marama. En los días anteriores, lo había recordado varias veces al día, y a veces incluso tenía sueños demasiado reales, en los que prácticamente podía volver a sentir el roce de su piel con la de su hermano, su aliento en su rostro, y el sabor de sus labios.

Ahora que le tenía ahí, frente a él, comenzó a sentirse también un poco nervioso.

-Ah... Bueno, en realidad ha sido culpa mía -Rió levemente, una risa un tanto nerviosa-. Lo dejé todo para el final, estaba pensando en otras cosas y... buf, se me echó el tiempo encima -Una ligera carcajada salió de su boca, la verdad es que parecía un poco estúpida la forma en la que se habían pasado los días.

De repente sintió los ojos avellana del rubio posados en los suyos, y no pudo hacer otra cosa que mirarle de igual manera, directo a los ojos, perdiéndose en su mirada y sus pensamientos durante un momento que, tal vez, parecía demasiado largo.

-E-Eh, como sea... ¿quieres algo de comer? ¿Una bebida? -Se apresuró a cerrar la puerta y ponerse delante de Marama, con la expresión más hospitalaria que pudo-. Puedes sentarte en el sofá... -Señaló al mueble de tela roja, colocada al rededor de una mesita de madera-. ¿V-Venías por algo en especial? -Ya había desviado por completo su atención de los papeles que tenía que terminar en su despacho, lo único que importaba ahora era Marama.

Tuvo que morderse la lengua para recordarse que no debía quedarse embobado observando la inocente sonrisa de su hermano.

-A-Ahora mismo vuelvo -Volvió a sonreír antes de dirigirse a la cocina. Una vez allí, cerró la puerta, respirando profundamente y cerró los ojos un momento-. Tranquilo, Allan, tranquilo... -Pensó en voz alta-. Él debe de estar haciendo un esfuerzo sobrehumano, y mírate a tí... -Dio un pequeño suspiro, avanzando un par de pasos. Tomó dos vasos de cristal y sacó de la nevera una botella también de cristal, de la que sirvió el zumo en ambos recipientes-. Tienes que actuar como si nada hubiera pasado, ¿no?... -Volvió a suspirar, poniendo los vasos sobre una bandeja de madera y abriendo la puerta con el pie para dejarle pasar de nuevo a la sala.

Dejó un vaso frente a Marama y el otro a su lado. Dejó la bandeja sobre la mesita y se sentó al lado de su hermano, sonriéndole de nuevo y llevándose el vaso a las manos, jugeteando levemente con los dedos, para intentar entablar una conversación mínimanente decente.

-Y... ¿qué tal te ha ido todo? -Preguntó, en un intento desesperado por hablar-. No te ve-- -Rápidamente se cortó la frase, había que evadir el tema de la última vez que se vieron-. No te veo muy agobiado por todo lo de este veinticinco -Se apresuró a corregirse, soltando una pequeña risa, nervioso de equivocarse en cualquier momento y echarlo todo a perder-. Supongo que tendrás tiempo libre, o no habrías venido a visitarme... -Otra risa nerviosa... desde luego era muy malo en todo esto.

Tomaba pequeños sorbitos del zumo mientras miraba al rubio. ¿A lo mejor le había molestado que no terminase aquella frase? Bueno, debía cuidar al extremo sus palabras, lo último que quería era que los pensamientos de ambos volvieran a aquella última visita, aunque era cierto que aún en un par de ocasiones mientras el otro hablaba, los recuerdos transformaron su realidad, casi como si volviera a estar en aquellos momentos en la casa vecina.

-¿Prepararlo juntos? -Repitió. Analizando bien la situación, era verdad que era una fiesta que compartían, un recuerdo de una batalla unidos, y una celebración de haber superado tanto dolor con prosperidad, juntos-. Creo que es muy buena idea -Respondió sonriente-. Es cierto, es nuestra fiesta, no tiene mucho sentido prepararla separados... Aunque aún tengo mucho papeleo del tema que resolver -Suspiró levemente, recordando la montaña de desorden escaleras arriba-. No estaría mal hacerlo a lo oficial en mi despacho, pero está un tanto impresentable... ¿Te importaría que preparásemos las cosas aquí mismo? -Preguntó con una sonrisa, mirando un momento la puerta semi abierta de su despacho.

De una forma u otra, a lo mejor extrañase un poco la presencia de sus hijos. No le gustaba para nada la idea de crear silencios tensos entre Marama y él, aunque en cierto modo tendrían más privacidad para atender sus asuntos sin la presencia de los menores.

Una pequeña pregunta cruzó su mente, ¿estaría bien evadir el tema de la vez anterior? Posiblemente, recordarlo solo le hiciera mal a su hermano, y una respuesta negativa, o una simple evasión al tema si lo mencionaba podía dañarle un poco a sí mismo. ¿Era esa razón suficiente como para dejar sus más profundos sentimientos bajo una fina capa de arena mientras el menor estaba allí? Por ahora, no encontraba respuesta, así que optó por la opción más fácil, seguir actuando con naturalidad.

Su rostro volvió a iluminarse ante el ofrecimiento de ayudarle con los papeles que aún debía rellenar, sintiendo un gran alivio al pensar en las tardes que se le quedarían libres.

-¡Muchas gracias! Pensaba que moriría ahogado entre tanto papel -Se unió a la risa del menor, riendo con naturalidad, algo menos nervioso que al principio.

Siguió dando pequeños sorbos hasta que se dio cuenta de que no había nada más que beber. Observó al otro al posar su mano sobre su hombro, y dentro de él un curioso cosquilleo de felicidad. Intentó reprimirse a sí mismo por sentir aquello, habiendo decidido hacía poco que sería mejor no demostrar la felicidad que le causaba poder simplemente observar al neozelandés.

-C-Claro, me sería de mucha ayuda -Aunque se había trabado en la primera palabra, sonrió y se levantó. Aprovechó para poner los vasos sobre la bandeja y se giró hacia su hermano-. ¿Quieres que traiga alguna cosa para comer mientras trabajamos? -Se ofreció-. Voy a dejar los vasos, eh... No creo que sea aconsejable que entres solo a mi despacho, es como entrar en un mundo paralelo -Informó, con una sonrisa en la cara.

Rió levemente ante los comentarios de su hermano, moviendo su pecho suavemente con cada pequeña y suave carcajada, hasta que oyó aquel último comentario... El tono rojo en las mejillas del rubio le hizo llegar a la correcta conclusión de que ambos estaban recordando lo mismo, los dos pensando en aquella vez, y para su desgracia, su cara también adoptó un ligero tono rojizo.

Abrió los labios para decir algo, pero no pudo, tuvo que volver a cerrarlos. Se veía obligado, por alguna fuerza extraña y desconocida, a observar como embelesado a Marama. Y en esa situación, eso podía llegar a ser lo peor.

¿Quería hablar del tema? Había aceptado que el neozelandés necesitase tiempo para pensar en su propuesta, y se había mentalizado para aquella negativa que creía inevitable. A lo mejor quería aclarar algo de lo que ocurrió aquél día, excusarse por haber empezado toda aquella situación...

-M... Marama... -Murmuró. Al principio estaba decidido a hablar de ello, pero fue decir una sílaba para que la decisión se esfumase del todo de su cuerpo. Intentó dar un torpe paso hacia atrás, pero estuvo a punto de tropezar y tirar la bandeja al suelo. Se quedó ahí plantado, pensando que lo mejor en aquél instante sería ir a la cocina, dejar las cosas, y volver como si no hubiera oído nada. Pero algo le ataba al suelo fijamente. Aquella situación incómoda estaba durando demasiado para su gusto, y el que sus mejillas siguieran sonrojadas y sus pensamientos siguieran el hilo de lo ocurrido aquella vez, no mejoraba mucho que digamos.

-A-Ah... no, y-yo... eh... -Balbuceó cosas ininteligibles cuando el otro respondió, casi sorprendido de oír su voz. Deseaba que aquél arrebato de decisión que le llegó hacía unos momentos volviera y poder decirle algo, pero fue incapaz.

Observó como se alejaba y, por un momento, pareció estar viéndolo todo a cámara lenta, como esas escenas de algunas películas, para darle más dramatismo falso. Durante un segundo, pudo sentirse como el momento antes a que todo cambiara en su última visita, justo antes de besarle, esa sensación de "no dejes que se te escape".

Y por alguna razón que no llegó a comprender, hizo caso a la vocecilla en su cabeza que le repetía esa frase. Dejó que la bandeja de madera se deslizase por la mesa al ser depositada rápidamente. No estuvo seguro, pero a lo mejor hubo un "crack" de los que ocurren cuando el cristal cae al suelo. Eso no importaba ahora. Gracias a que tenía unas piernas largas, le bastaron dos zancadas largas para llegar a estar detrás de Marama, y poder abrazarle.

Su corazón volvía a latir como loco dentro de su pecho, como a punto de explotar. Agarró con fuerza la cintura de su hermano y dejó la cabeza descansando cerca de su hombro, pero sin llegar a posarse sobre él, cerrando los ojos. Había atrapado también los brazos del rubio en aquél abrazo, y no pudo evitar pensar que no estaría mal un "no dejaré que te escapes", que salió de sus labios como un susurro prácticamente inaudible.

Intentó tragar algo de saliva, para poder hablar con racionalidad y dar alguna excusa decente a aquél abrazo. Es decir una que no tuviera un "me lo dijo una voz en mi cabeza" de por medio.

Respiraba tranquilamente sobre el rubio, como si estuviera durmiendo de nuevo, y una fugaz sonrisa pasó por sus labios cuando le escuchó hablar, aunque solo duró un segundo.

-Solo quería volver a abrazarte -Susurró cuando sintió los labios del otro sobre su mejilla-... He echado de menos hacerlo.

¿Pero qué demonios decía? ¿¡Qué estaba haciendo!? ¿Por qué demonios no se había quedado en la cocina, había llevado los dulces, y habría dejado que todo siguiera normal? Algo en su mente le decía que aquello no podía no tener consecuencias. Podían fingir ignorar lo ocurrido la otra vez, porque ya hacía días de aquello. Pero no podían fingir que algo que ocurría aquel mismo día no había sucedido. Sus músculos destensaron un poco el agarre, aunque rápidamente echaron de menos tanto contacto, así que volvió a abrazarle, un poco más fuerte y con más seguridad.

Respiraba casi de forma tranquila, aunque su corazón seguía latiendo con fuerza bajo su pecho. Sentir los labios de su hermano en su mejilla era una sensación agradable, podía sentir su dulce olor muy cerca y hasta escuchar su respiración.

Cerró los ojos al sentir la mano en su mejilla. No pudo evitar una sencilla sonrisa. Comenzaba a dudar sobre sus movimientos, temía hacer cualquier cosa que molestase al otro, o provocase que se soltase del abrazo y se marchase. Esa situación hubiera sido realmente dolorosa para él. Pero la paz que sentía al abrazar a Marama era absoluta y, en cierto modo, adictiva. Y lo malo de las cosas adictivas es que te hacen desear más y más.

Esa sensación que le daba su adicción a su hermano acabó venciendo, y prácticamente obligándole a posar sus labios dulcemente sobre los contrarios. No hicieron falta muchos segundos de contacto para que deseara darle un beso más profundo. Pero entonces recordó como había empezado todo la otra, por su descontrol tras besarle.

No quería que volviera a suceder. O tal vez sí. Pero no en esa situación, no con un Marama que posiblemente le rechazaría nada más empezar, se iría y empezaría a ignorarlo, o peor, a pensar que era un pervertido cualquiera. Todo lazo existente entre ambos se convertiría en un vago recuerdo, y la razón de aquella fiesta cercana por la que se habían reunido, acabaría convirtiéndose en una fecha odiada por ambos países. Debía extremar el cuidado de sus acciones. Así que separó lentamente sus labios y volvió a ocultar su cabeza en el cuello de su hermano, al que aún abrazaba fuertemente por atrás.

-Perdón -Un susurro apenas audible salió de sus labios rápidamente, a modo de una disculpa, cuya razón realmente no comprendía.

Sintió los suaves labios del australiano y no pudo más que corresponderle, deseando, para su sorpresa, que el otro lo profundizara, cosa que nunca pasó. Cuando lo sintió alejarse, le soltó despacio y miró al suelo, algo sonrojado.

-No… lo siento yo –dijo mirando fijamente al suelo, quería evitar el contacto visual- …te parece si… hacemos cuenta de que no ha pasado nada?... –sabía que no estaba bien ignorar así sus impulsos, y también que le haría daño a su hermano, pero igualmente sabía que, por ahora, era tanto mejor así- yo… entraré a tu despacho y ordenaré, mientras… t-tú puedes ir a la cocina y… hacer lo que te pedí, ahí te esperaré…-dijo lo último casi en susurro, sonrojándose más, pero en seguida se dio cuenta- eh… digo… –suspiró- bueno, ya sabes lo que quise decir -se dio la media vuelta y caminó con paso seguro hacia el despacho, esta vez esperando que no pasara algo más, para poder acabar pronto con todos los deberes de Allan.

No sabía qué había pasado, pero era o detener todo en ese momento, o caer nuevamente y tener sexo sin saber lo que realmente sentía. Ciertamente esta última opción, aunque tentadora, no era la mejor. Comenzaba a creer que lo mejor era buscarse un novio que no fuera un hermano suyo… o alejarse de Allan.

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(lamento lo corto Dx pero me atacó un... un... una solitaria cerebral DxU y se come todos mis pensamientos)

Tragó saliva al escucharle hablar, asintiendo lentamente con la cabeza en los momentos adecuados.

-Sí, creo que será lo mejor... -Levantó levemente la mirada, encontrándose justo lo que se imaginaba, su hermano dado la vuelta y dirigiéndose a su despacho, ¿no era lo que acababan de acordar?

Sintió el repentino impulso de volver a hacer algo, su cuerpo sentía la necesidad de nuevo contacto, pero se obligó a si mismo a no hacerlo. No sin mucho esfuerzo, se dio la vuelta y se dirigió escaleras abajo. Cuando llegó a la mesa de madera, se percató de que, efectivamente, había roto uno de los vasos. Con cuidado de no cortarse, los depositó en la bandeja y se dirigió a la cocina. Una vez allí, dejó el vaso que seguía entero para lavarlo más tarde, y tiró los cristales del otro. Cuando se hubo encargado de guardar la bandeja, cedió a sus impulsos.

Comenzó a darle patadas a todo, haciendo que varias sillas de la pequeña mesa que se encontraba ahí cayeran, al igual que varias de las cosas de madera que estaban sobre dicha mesa. Provocó abolladuras a un par de puertas y mientras lo hacía soltaba pequeños gritos, o se tiraba del pelo, e incluso un par de lágrimas salieron de sus ojos. Acabó dándole un fuerte puñetazo a la pared, un par de centímetros a la derecha de uno de los cuadros más antiguos que tenía. Intentó respirar profundamente, aunque solo pudo hacerlo a medias. Cada vez que recordaba la escena con Marama sentía más ganas de golpearlo todo, estaba frustrado con él mismo.

Aunque le dolió un poco la mano, la mantuvo ahí, esperando a que se le enfriase con el contacto de la pared.

-¿Pero qué demonios estoy haciendo? -Murmuró, retirando su mano y pasándose una mano por el pelo, intentando volver a peinarlo. Observó la habitación y el desastre que había ocasionado, y suspiró con resignación al darse cuenta de que sería él el que tendría que reordenarlo todo.

No tardó demasiado tiempo en preparar el pastel, sobre todo porque al parecer sus hijas habían intentado hacerlo, pero lo habían dejado a la mitad y dentro del refrigerador. Solo tardó un poco en volver a conectar el aparato, luego pudo ocuparse con la preparación del resto del dulce. No sabía si esa tarta sería mejor que unas galletas o algo así, pero no le apetecía pensar en otra cosa. Lo puso en un plato, luego en una bandeja junto a otros dos platos y tenedores, colocando también un pequeño cuchillo para partirlo.

Salió de la cocina y se dirigió de nuevo a su despacho, abriendo lentamente la puerta.

-Siento haberte echo esperar -Le dijo con una sonrisa. Había conseguido que los restos de lágrimas se fueran lavándose un poco las lágrimas, y hacía todo lo posible por actuar con naturalidad, como si no hubiera pasado nada.

-
(no sé si lo conoces, pero por si acaso, este es el pastel <3)

Al principio le costó reconocer que ese despacho fuera el mismo en el que había dormido; estaba mucho más ordenado, y le extrañó ver a su hermano sentado de espaldas a él. Aunque varias veces él también se sentaba de esa forma, para mirar el jardín o simplemente para darle un discurso poco serio a alguno de sus hijos. Dejó la puerta abierta al entrar y puso la bandeja sobre la mesa, sentándose él también allí, en dirección contraria.

Una sonrisa iluminaba su cara, aunque en cierto modo le costaba mantenerla ahí. Dejó que su peso se apoyara en sus manos y miró a Marama, con cierta curiosidad... ¿Habría oído todo el revuelto que había causado? Posiblemente... Bueno, si iba a la cocina y lo veía era probable que se sintiera peor... Se preguntó si creía que había sido él quien había causado su extraño ataque.

-Hm... ¿Quieres un poco? -Preguntó, en un intento de romper el silencio que había entre ambos, cortando un poco del pastel y poniéndolo en uno de los platos, para luego acercárselo. Prefirió no mencionar el tema de la cocina. Aunque habían muchas cosas que había que ignorar, ¿no era algo incómodo? Pero sería lo mejor para los dos, en cierta forma...

Se sirvió un trozo y tomó un poco del dulce, esperando no volver a hacer nada para incomodar a su hermano.

Sonrió, apoyando el plato en sus piernas y tomando un poco del pastel, sorprendido de que recordase la receta como para hacerlo como lo recordaba.

-Bueno... no todo el mérito es mío, al parecer Anthy y Sidney intentaron hacerla pero se cansaron -Sonrió tras tragar otro pequeño trocito. Apoyó una mano sobre la mesa y cerró los ojos cuando sintió al otro tenderse hacia atrás. No pudo evitar que una sonrisa se dibujase en su rostro, aunque una pizca de consciencia quiso recordarle la escena anterior, esta se borró rápidamente. Adoraba ese poder que tenía Marama para monopolizar su mente, para que se olvidase de todo lo que no fuera él-. Muchas gracias... ha debido de ser un duro trabajo para ti, te devolveré el favor en cuanto lo necesites.

Pensar en que ahora les quedaba resolver el papeleo... Un poco de papeleo y ya estaría todo, ya no tendría más excusa para retener a su hermano en su casa. Se iría, y quién sabe si la próxima vez volverían a ser "tan amigos como siempre". Por alguna razón sentía algo parecido a miedo de que se fuera y todo cambiase entre ambos. No había prisa... quería alargar el papeleo todo lo posible.