Preparando festejos [Privado]

Tras terminar su trozo, dejó el plato a un lado, ampliando un poco su sonrisa. ¿Terminar rápido con el papeleo? Aquello era justo lo contrario de lo que quería... ¿en verdad lo había echo tan mal? ¿había provocado que el otro quisiera huir? Dejó de pensar en todo eso cuando sintió que sus cabezas se acariciaban.

-¿Otra cosa? -Repitió-. ¿Cómo qué? -No se dio cuenta del ligero tono que tenía su voz, fue algo totalmente inconsciente. Ya que en realidad al principio pensó en... enseñarle el jardín, o algo parecido. Aunque a esas alturas ya debería conocerse toda la casa... ¿qué "otra cosa" podía hacer con su hermano?

...Bueno, vale, ahí fue cuando captó que esa frase podía tener un "doble sentido", lo cual hizo que un ligero sonrojo pasase por su rostro durante un momento. Rápidamente intentó sacar esos pensamientos de su cabeza, no debía confundirse a sí mismo y hacerse una idea errónea.

-Well... -Suspiró-. ¿Por dónde empezamos?

Se sorprendió bastante al sentir que el neozelandés le abrazaba de aquella forma. ¿Qué estaba haciendo? Aún se sorprendió más al oír su voz tan cerca del oído.

-A-Ah... -Balbuceó, intentando pensar con claridad-. No hacía falta que te tomases tantas molestias... eh... -Parpadeó un par de veces, tomando el papel que Marama le había puesto frente a los ojos.

Movió un poco la mano izquierda, intentando buscar algún bolígrafo con el que firmar. No iba bien, por alguna razón tanta cercanía de golpe con el otro había echo que le entrasen unos pequeños nervios. Tuvo que girar un poco la cabeza para encontrar un bolígrafo negro que estaba en la mesa. Lo tomó, dejó el papel en la mesa y escribió rápidamente un impecable "Allan Ashmore".

No pudo evitar mirar varias veces de reojo al neozelandés, antes de dejar el bolígrafo en la mesa y volver a sentarse como antes. Intentaba hacer que sus nervios disminuyesen, y así lo hicieron, pero comenzaban a convertirse muy poco a poco en algo peor.

-Y... ¿Qué podríamos hacer ahora? -Preguntó de forma casual, intentando ordenarle a su cuerpo que reprimiera todo aquello.

La forma en que lo tomó, más fuertemente, no hizo más que aumentar el ritmo de sus pulsaciones. El corazón le latía como loco, e intentó con todas sus fuerzas que no se le notase.

-P-Pues... Podríamos dar un paseo por el jardín... -Sugirió nerviosamente, girando un poco los ojos para intentar mirarle a la cara, aunque no pudo mucho-. Aunque creo que ya te lo tienes que tener más que conocido... -Soltó una pequeña risa, de nuevo con nerviosismo.

Le sorprendía lo rápido que había cambiado el ambiente. La cercanía de ambos cuerpos le daba confort pero, al mismo tiempo, esa sensación de hacerlo todo mal en cualquier momento. Honestamente, se le ocurrían otras cosas "mejores" que hacer que dar un paseo por la casa...

-A... N-No sé. si te apetece hacer cualquier cosa...e-estoy dispuesto a lo que quieras -Añadió mostrando una gran sonrisa, esforzándose al máximo para que no se notase el nerviosismo que la acompañaba.

Se paralizó un momento al sentir su sonrisa, aunque rápidamente la correspondió, mostrando él también una cálida y algo más tranquila. Al sentir que tomaba su mano, se puso en pie y se acercó a él, quizás demasiado, ya que tropezó levemente con su propio pié. Volvió a ponerse en equilibrio, aunque había quedado a pocos centímetros del otro. Su corazón no había tenido tiempo para volver a latir con normalidad, así que en cierto modo no se notaba tanto que hubiera vuelto a acelerarse su pulso.

-A-Ah... Eh... -Parecía un idiota, lo único que sabía era balbucear. Aún tomando la mano de Marama, intentó separarse y mirar a otro lado. Debía controlarse, no debía actuar tan estúpidamente. Al menos intentó decir una frase coherente-. B-Bueno, vamos...

El contacto con la mano de su hermano hacía que recordase aquél abrazo del que acababa de salir, el abrazo de hacía un rato, el ligero beso, y el contacto de la última vez, como si volviera a estar allí. La forma en la que el otro le había abrazado y hablado hacía tan poco le hicieron pensar de nuevo. Por alguna razón, le habían recordado lo que sintió al estar con él aquél día, le habían recordado lo que había sentido estando dentro de él, y le habían recordado las noches de sueños que acababan con la conclusión de "quiero que se repita", aunque sabía que no debía... ¿verdad?

Estaba demasiado ocupado intentando que sus pensamientos desviasen el extraño hilo en el que él mismo les había introducido, que solo salió levemente al darse cuenta del rubor en el rostro de su hermano, ¿es que había vuelto a hacer algo? Fue a emitir alguna clase de disculpas por si acaso, pero se quedó callado al oírlo hablar. Tardó un segundo en reaccionar cuando sintió sus labios, el contacto que su cuerpo llevaba toda la tarde pidiéndole a gritos.

Agarró fuertemente la mano que hacía contacto con la de Marama, entrelazó sus dedos mientras sus labios se movían al ritmo de un beso tierno, sincero y decidido. Posó la otra mano sobre la que el rubio había colocado sobre su pecho, rodeándola con los dedos, y transmitiendo calor de piel a piel.

Fue entonces cuando la pregunta más básica, el "¿por qué?" llegó a su mente. Sí, ¿por qué le había besado? No era capaz de encontrar respuesta lógica, a no ser... que la respuesta fuera aquella con la que había soñado tanto, tantísimo tiempo. ¿Es que estaba soñando? ¿Es que aún seguía dormido, que en realidad seguía sobre la mesa desordenada de aquella misma habitación? No, todo lo que había pasado era demasiado real, el sabor, la textura, incluso el olor de Marama eran demasiado perfectos para tratarse de un sueño.

Aquella aura, aquella esencia que desprendía el neozelandés con solo estar presente, era como una droga, la más dulce y adictiva de todas. Y, en un estado de dependencia como el del australiano en aquellos momentos, podría considerarse en plena sobredosis. Una pizca de miedo salpicó su consciencia, no quería volver a descontrolarse, no quería malinterpretar aquello y volver a acostarse con su hermano. A lo mejor era por la visión de que el otro interpretase que verse significaba acabar haciendo el amor, o de que le considerase un pervertido cualquiera. Esa parte de su mente que se ponía en lo peor quiso obligarle a apartarse del beso.

Luchó mentalmente por no perder contra la parte melodramática, solo separándose cuando su cuerpo le exigía aire. Ese contacto tan deseado era demasiado perfecto y demasiado surreal como para dejarlo ir así como así. Sin importar las repercusiones que pudiera llegar a tener en el futuro, solo pensando en el momento en el que estaba, y en que estaba con la persona que realmente amaba, apretó un poco sus manos cuando profundizó el beso.

Sus dedos se apretaban cada vez más fuerza, pero procurando no hacerle daño al menor, cada vez más y más decidido de lo que quería hacer, cada vez viendo más claramente qué era lo que deseaba, lo que quería de verdad. Sí, lo había sabido todo el tiempo, jamás lo había dudado y mucho menos negado, pero ahora se sentía distinto... Una extraña diferencia que no era capaz de explicar.

Lentamente abrió los ojos para encontrarse al neozelandés ante él, y esbozó una ligera sonrisa. Verle de esa forma le recordaba a tiempos de hacía tiempo, cuando ambos eran niños... Quiso decir cualquier cosa cuando le escuchó hablar.

La pequeña sonrisa se esfumó de inmediato, para dar paso segundos después a una mirada seria, aunque con una nueva y ligera sonrisa. Llevó una mano a jugar con los cabellos del rubio, cuando sintió que este no podía seguir con las palabras, decidió que era momento para hablar.

-A decir verdad... -Comenzó, casi sorprendido por que la voz no se le hubiera quebrado, no hubiera temblado, o algo parecido. Ese extraño sentimiento de cambio que había sentido en el beso se acentuaba y de buena manera. Porque, por una vez, se sentía seguro de lo que iba a decir-. A decir verdad, tenía miedo de lo que pensaras de mí... después de aquello. Marama, no me arrepiento de nada de lo que pasó aquél día, ni de nada de lo que haya dicho... Porque es verdad y supongo que lo tienes más que comprobado, todo fue porque te quiero... Pero tal vez temía que lo que hubiera entre nosotros cambiase... para mal, después de aquello...

Vale, puede que no tuviera todo el discurso organizado en su mente; improvisaba cada palabra sobre la marcha, pero estaba hablando con el corazón. Sentía que era, al fin, el momento de hablar en serio de todo aquello... Por una vez en su vida, era el momento de hacer algo como Dios Manda... Aunque empezase a quedarse sin palabras coherentes que decir.

La dulce risa de su hermano, como música en sus oídos, logró que una ligera sonrisa apareciera en su rostro, aunque realmente no entendía por qué se reía. Pero era simplemente tan natural, tan propia de él, que era imposible no sonreír. Incluso llegó a sentir como observaba con cara embobada la gran sonrisa que el otro aportó antes de hablar.

Escuchó atentamente cada una de las palabras, aunque... Bueno, no sabía como actual ante aquellas últimas palabras. Sería mentira decir que se lo esperaba, por supuesto. A lo mejor había soñado tantas veces con ello que el vivirlo de verdad hacía que no fuera tan dramático como en los sueños... No se puso a chillar como un histérico, no abrazó al neozelandés y se puso a dar vueltas con él, ni comenzó con el baile de la felicidad. Aunque un rojo teñía sus mejillas y su corazón iba muy rápido, una gran sonrisa apareció en su rostro.

El ver como el otro se alejaba y bajaba la mirada sonrojado era demasiado lindo, demasiado abrazable, aunque intentó no seguir sus impulsos al pie de la letra. Primero acercándose un poco, para después tomar una de sus manos, hacer que girase sobre sí mismo de forma muy suave y pasar las manos por su cintura, abrazándole contra su pecho. Cerró un momento los ojos para dejarse llevar por ese dulce aroma que envolvía al neozelandés, dejando que llegase a sus pulmones y los llenase, dejando a sus cinco sentidos disfrutar de todo aquello mientras su mente, todavía, analizaba la situación.

-Marama... -Murmuró, después de un poco de silencio. No se le ocurría qué decir, dentro de su corazón sentía que aquél momento era simplemente perfecto. Llevó sus labios a la mejilla de su hermano, posándolos suavemente para retirarlos solo un poco. Pero no pudo evitar pensar que, tal vez, volvía a tomar demasiadas confianzas. Y lo último que quería en aquél momento era equivocarse de nuevo. Había dicho que le quería, simplemente eso le hacía enormemente feliz y era la causa de esa gran sonrisa en su rostro. Sí, él le quería, pero ¿hasta qué punto?-. No sabes lo feliz que me haces... -Volvió a posar sus labios sobre el rostro del otro, aunque esta vez más cerca de su boca-. La cantidad de veces... que he soñado con esto... -De nuevo movió los labios, para que se posasen esta vez en los contrarios, leve y dulcemente, en un beso tierno y corto, que solo separó unos centímetros.

Las palabras de su hermano calaban hondo en él, se sentía culpable por no haberse dado cuenta antes de todo lo que le estaba pasando, no podía creer que, sin conocer el sentimiento más fuerte e importante del australiano, se creía él mismo ser quien más lo conocía. Pero ya tendría tiempo de remediar eso.

Se entregó a su abrazo y a cada uno de sus besos, nada de aquello le desagradaba. ¿Eran todas estas sensaciones nuevas producto de haberse entregado aquel día con él? ¿Acaso el que se hayan acostado abrió una brecha en su corazón? Quién sabe... Sin embargo, acababa de decidir ignorar todas aquellas preguntas que podían hacerle dudar de lo que estaba haciendo para, sencillamente, darle una oportunidad a Allan.

-Yo... realmente lamento no haberme dado cuenta antes de lo que sentías... -comentó aferrándose a él y disminuyendo la distancia que separaba ambos labios, pero sin llegar a besarlo- pero... prometo compensar todo el tiempo que hemos perdido... -le sonríe finalmente y lo besa en forma cariñosa, dulce, tierna.

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(Perdona la asquerosidad de post <_< tengo excusas pero es mejor que me las guarde xD y lamento la tardanza)

Aún con una mano aferrándose a la del neozelandés, correspondiendo el tierno beso después de que este hablase, para luego mirarle con una sonrisa y despeinarle levemente los cabellos con la mano libre.

-Supongo que... era lo típico... -Llevó sus labios cerca del oído contrario, para susurrarle con una voz tranquila-. Me daba miedo lo que dijeras si te contaba la verdad... nunca me atreví a dar el paso adelante, y... no sé qué fue exactamente lo que me llevó a hacerlo aquella vez...

Una vez más, posó sus labios sobre los del otro. Con cada nuevo contacto, más necesitaba, era su droga ideal, sentir como si su boca estuviera echa para encajar con la de su hermano.

-Pero no me arrepiento de nada, como... como ya sabes... -Acarició tiernamente sus rubios y lacios cabellos, escuchando el latir de su corazón, salvajemente contra su pecho. No se había dado cuenta de que el ritmo hubiera ido aumentando, al menos no tanto-. No tienes que compensarme nada, solo... -Fuerte y decididamente, volvió a abrazar al otro contra su pecho, pero con cuidado.-... Solo quédate conmigo, Marama.