Internado (libre)

Sonrió ligeramente, amablemente, y fue raro. Nadie le contaba esa clase de cosas a él, y mucho menos si no lo conocía.

De algún modo agradeció la sinceridad de aquella persona.

-Lo entiendo. Creo... A pesar de que nunca he tenido una relación de ese tipo, ni he estado ...enamorado de alguien... - lo pensó dos veces, y como de costumbre el rostro sonriente de Feliciano apareció en sus pensamientos. -...creo que puedo entender tus sentimientos.

Si lograba trasladar los términos al terreno militar, sería sencillo de digerir.

Como era costumbre en él, enrojeció levemente ante las palabras del otro.

-N-no creo que las cosas sean así...- comentó, en voz baja y avergonzada.

La verdad es que ese sentimiento de que todo el mundo trataba de aprovecharse de él era algo que ya tenía en mente desde hacía tiempo, y tal vez, pensó, el joven delante suyo se estaba haciendo una impresión equivocada. -En fín.- dejó escapar un suspiro. -¿Puedo hacer algo por ti? Quiero decir... antes de irme.

-¿Ceviche?

Sus pensamientos recorrieron con presteza su amplio acervo cultural y alimenticio, prácticamente incapaz de encontrarlo por algún lugar. Como no, se ruborizó ante la simple idea de mencionarle que no tenía la más mínima idea de qué le estaba hablando, pero sacudió la cabeza bruscamente.

Si no se lo preguntaba sería incapaz de servirle de ayuda.

-Lo siento.- murmuró, inclinando la mirada. -¿Es algo que se consume en tu casa? N-no estoy muy seguro de saber lo que es...

Juntó los talones, se irguió correctamente, poniendo la espalda rígida, y se llevó una mano a la frente en actitud militar.

-En ese caso, acepto la misión. Traeré un ceviche así sea lo último que haga.- miró fijamente al muchacho sobre la cama, con una expresión seria en el rostro, pero después la relajó un poco y le sonrió levemente. -No me tardo.

Luego abandonó la habitación a grandes zancadas.

Y en realidad no se demoró. Afortunadamente, aunque resultó un poco irritante para él, aquella comida, si bien no era aceptada por salubridad, era bastante popular y resultó sencillo conseguir una poca.

Volvió al hospital cerca de media hora después, aún sintiendo ligeras punzadas en su cabeza, y entró a la habitación del latino de nuevo, extendiendo su pedido en una mano.

-¡Aquí está!

Se apartó de él casi por reflejo tras haber dejado el pedido en sus manos. Lo había tomado por sorpresa (y eso no estaba nada bien), pero principalmente se sintió satisfecho consigo mismo tras constatar que había finalizado su misión exitosamente.

-¿Hay algo más que pueda hacer por ti?- preguntó, con su voz más cordial, y se irguió correctamente.

Resultaba sumamente agradable la manera en que Perú estaba comiéndose (lo que fuera que eso era) su pedido.