El castigo de Miguel (privado) (advertencia) (omg XDU)

Se formó nuevamente una sonrisa amplia dibujada en sus labios al escuchar los halagos de su “mascota”, abandonó su pecho subiendo hasta la altura de sus labios, iniciando un beso de la misma forma que las veces anteriores.

Ahora sus manos tomaban un nuevo camino por el cuerpo del peruano, se encargaban de acariciarle las piernas, deslizándose lentamente por sus muslos hasta llegar a su entrepierna, pudiendo sentir esa evidente erección, dando un pequeño masaje en aquella zona.

-Esa es la idea- dijo depositando un beso corto sobre sus labios.-Te has portado bien, es justo que te haga sentir de la misma forma, ¿no crees?- preguntó con amabilidad, presionando un poco más su mano sobre aquella sensible zona.

El latinoamericano le había facilitado el acceso abriendo las piernas y dejándose tocar sin objeción alguna. Notaba que su cuerpo estaba tenso, más cuando aprovechó de llevar uno de los dedos a su entrada dispuesto a prepararlo, estaba de buen humor y se sentía benevolente, al menos lo suficiente para no tratarlo con la agresividad que tanto disfrutaba, no esperó ningún tipo de aprobación y lo introdujo abriéndose paso en su interior.

Lo veía estremecido, de sus labios escapaba un lindo gemido mezclado de placer y dolor, que fue todo un agrado de escuchar, mientras que podía sentir la estrechez del interior de su cuerpo producto de la tensión, pero de a poco iba cediendo y acostumbrándose al intruso, lo notó cuando movía sus caderas en señal de aceptación, aprovechándose de esto, introdujo otro de sus dedos sin mayor dificultad para dilatar más la zona.

Buscó sus labios e inició, nuevamente, un beso largo y ansioso, invadiendo completamente su boca al adentrar su lengua en ella, perdiéndose entre el sabor de ésta y la sensación cálida del contacto.

Cuando sintió que ya había sido suficiente, retiró los dos dedos de su cuerpo. Ahora era su turno de divertirse, desabrochó su pantalón y guió su miembro, ya erecto, hacía la entrada del latinoamericano, penetrándolo con lentitud.

El latinoamericano respondía a su beso de forma cariñosa, percibió que algo había cambiado, ya no notaba en él ese aire lascivo que tenía antes, incluso, al mirar sus ojos le pareció notar un leve indicio de arrepentimiento, aunque a estas alturas ya era demasiado tarde, por ningún motivo pensaba en detenerse.

-¿Sucede algo?- preguntó con supuesta inocencia, mientras una sonrisa sádica se formaba en sus labios, no dejaba de gustarle ver en los rostros ajenos las expresiones de dolor o de miedo, mejor si eran ambas a la vez.

¿Detenerse? Definitivamente no pensaba hacerlo. ¿Dónde había quedado esa actitud provocadora que hace tan poco tenía? No importaba demasiado, ahora podía disfrutar de verlo sufrir, con esos ojitos llorosos y esa voz débil suplicándole por parar, le encantaba.

-Nyet, yo no quiero- se negó con amabilidad, usando una voz infantil y acarició suavemente su rostro.- Demasiado tarde para eso~- sujetó firmemente sus caderas en caso de que el otro intentase apartarse, no se lo permitiría. Las embestidas contra su cuerpo iban cobrando más fuerza haciendo que cada movimiento fuese más brusco que el anterior.

Ni siquiera se molestó en tomarse tiempo para repetirle la misma respuesta, no se detendría por más que le pidiese. Aquellos lloriqueos sólo resultaban ser un estímulo mayor que lo incitaba a seguir sin consideración alguna por el otro. Continuó con las bruscas embestidas que sacaban más de algún gemido de sus labios, como el latinoamericano estaba tenso, su interior se sentía estrecho y eso lo hacía aún más placentero.

Acercó sus labios a uno de los hombros de Miguel, besándolo y repartiendo algunas mordidas en él, subiendo hasta su cuello y terminar, apoderándose de su boca.

Los intentos desesperados del latinoamericano por apartarse sólo conseguían aumentar los roces, pero prefería que acompañase el ritmo de sus movimientos en vez de evitarlos. Sujetó con aún más fuerza sus caderas, obligando a que lo siguiese, quería ir más rápido; su cuerpo le exigía aquella sensación tan cálida y agradable.

Algunos gemidos salieron de sus labios, pero apenas podían escucharse, eran silenciados por el beso que recién comenzaba y que intentaba prologar lo más posible.