Cita a ciegas obligatoriamente obligada por los superiores - [Privado]

Mira con impaciencia su reloj de Mickey Mouse. Más de 20 minutos tarde, y la espera se le estaba haciendo eterna por las circunstancias tan peculiares del asunto que lo había traído en un día libre a este lugar.

Cinco días atrás, recibió un memorándum de uno de sus superiores, pidiéndole que se presentara en este lugar a la hora acordada en sábado. Nunca le dijeron con quien se reuniría, tan solo un comentario casual de "compórtate" y "esto es muy importante para tus relaciones internacionales".

Y como un héroe no puede rehusar tal petición aquí estaba, con un pantalón de mezclilla y una playera azul marino. El día era demasiado caluroso para traer su bomber jacket y estaba de pie en la entrada del parque tomando un refresco bien frío. Este elemento era clave pues sus superiores le habían dicho que su "contacto" lo identificaría de esta forma.

No que sintiera mucha curiosidad por quien sería su acompañante por hoy. Bueno, si, pero mientras no fuera Alemania creía poder divertirse, aún en tan peculiar situación (sin mencionar que era su primer cita a ciegas y en realidad estaba muy, muy nervioso).

Tragó con dificultad y se dispuso a seguir esperando.

No necesitaba mirar la hora para saber que llegaría un poco atrasado al extraño encuentro que coordinaron sus superiores, …habiendo tantos lugares apropiados para reuniones, un parque de diversiones no era precisamente un de esos, entonces ¿por qué sería ahí? Ni la más mínima idea que configurase una respuesta lógica. De todas formas igual sonaba entretenido; llamativas atracciones mecánicas, puestos de dulces y muchas personas desbordando alegría.

Lo mejor era que el día estaba agradable, hacía bastante calor; pese a ello, traía puesta su querida bufanda abrazándole el cuello, que de tanto usarla ya parecía ser una parte más de él. Siguiendo el sentido común, se limitó a ir vestido como un civil normal en vez de su habitual uniforme militar.

Desde la entrada, podía ver a mucha gente, pero nadie que le fuese conocido. Si ni siquiera le habían dicho de quien se trataba ¿cómo se supone que lo encontraría?

Volteó un poco para ampliar el campo visual hasta que por fin localizaba a alguien que llamase su atención,… ¿Acaso no era el supuesto intento de superhéroe estadounidense? Si no era con él, ¿con quién más sería el encuentro a ciegas?

-Que sorpresa que seas tú, ¿da? Alfred~- dijo con una amplia e infantil sonrisa luego de acercarse al norteamericano.

En realidad si estaba un poco nervioso, tanto que no había querido observar a la multitud buscando a la personificación de algún país conocido entre ella.

Quizá... Había visto unas cejas pobladas en alguna parte y su corazón saltó alocadamente, pero como ahora no estaba para emociones se entretuvo observando algunos pájaros que jugueteaban por ahí y comían lo que los visitantes les arrojaban.

Sin embargo, fue inevitable que le llamara la atención el atuendo de una persona que estaba completamente fuera de lugar. ¿Quién, en un día tan soleado y veraniego, usaría una bufanda? Y Oh for God's sake, vaya que él sabía la respuesta.

Casi escupe su refresco ante la posibilidad de que su cita fuera Rusia. Por fortuna, pensó, podría escabullirse sin ser visto...

¡No! Justo cuando daba vuelta escuchó la voz infantil que lo llamaba, la voz que conocía tan bien de las reuniones aliadas. Y el hecho de que sonara tan feliz sólo le daba escalofríos. No era que tuviera algo en contra del ruso, sólo le inspiraba algo de desconfianza ~ suficiente para sentirse incómodo de pensar en tener una cita con él. "Oh, que embarazoso, si Arthur o Francis se enteran de esto no dejarán de burlarse jamás. "

- ¡Ivaaaaaan! - Exclamó con una sonrisa falsa en su rostro - ¡Qué sorpresa encontrarte por acá! ¿Vienes buscando a alguien? - Intentó salirse de esta situación, aún no podía creer que sus superiores le hicieran esto.

No dejó escapar al norteamericano, le habló justo en el instante que parecía querer camuflarse entre todas esas personas. Tampoco estaba muy contento con la idea, de haber podido elegir, prefería quedarse en casa bebiendo vodka y atemorizando a los bálticos.

Dejó de pensar en lo que podría estar haciendo, si quería buscarle un punto positivo, era mejor que la compañía con intenciones matrimoniales de cierta chica bielorrusa. Le miró fijamente, posando una mano sobre el hombro del rubio, su sonrisa era tan poco sincera como la que el otro le brindaba, ambos sabían que ésta no fue la mejor de las ideas que pudieron tener sus superiores, por último, si ellos le hubieran avisado antes de quien se trataba, habría tenido el tiempo de asimilarlo y mentalizarse para soportar todo un largo día al come-hamburguesas capitalista.

De haber sido otra nación, perfectamente aprovecharía la instancia para convencerla de anexarse a él, pero con América era diferente, un espíritu independentista no se podría vencer con facilidad.

-Mis jefes me organizaron un encuentro a ciegas, como no veo a nadie más conocido, supongo que se tratará de ti- explicó con total naturalidad un razonamiento que encontraba absolutamente obvio.- Bien, la idea no me agrada mucho y sé que a ti tampoco-añadió franco, usando su voz amable.- Nos quedan dos opciones, camarada…- hizo énfasis en aquella palabra -intentar congeniar o desobedecer a los superiores e irse cada uno por su lado- sugirió tranquilamente, aunque la segunda alternativa sonaba más tentadora que la primera.

Sintió el escalofrío recorriendo su espalda al momento que la mano de su aliado oriental se colocaba en su hombro. Reprime el temblor para que el otro no se de cuenta, y lo que le hace guardar la compostura es el recuerdo de la última reprimenda que le ha dado su superior, donde le dijo que debía, debía tener mucho más cuidado con sus relaciones internacionales y con especial cuidado en las relaciones con sus aliados.

"Recuerda, debes tener a tus amigos cerca... Pero a tus enemigos mucho más." Había dicho su superior mientras sus lentes reflejaban la luz y cruzaba ambas manos frente a su barbilla [Gendo Ikari style].

- Pero si ya sabía que eras tú, sólo estaba bromeando. Si nada más era una broma, amigo mío - Osadamente pasa un brazo por los anchos hombros del ruso que quedan a un nivel ligeramente elevado e incómodo, pero vamos! Esta es una buena oportunidad para ganarse la confianza de este hombre.

- Vayamos entonces, ¿que te parece? Es un día lindo, soleado y brillante para divertirse en este lugar. Me imagino que no tienes muchas oportunidades para disfrutar de un poco de tiempo libre, así que yo seré tu guía! Conozco este lugar como la palma de mi mano. - Señala su mano libre de guante y le da una palmada amistosa en la espalda a Ivan, que espera no lo tome como un gesto amenzador. - ¿A donde quieres ir primero? - pregunta con un tono de curiosidad infantil y juguetón.

Pensó en replicar la supuesta broma; parecía tan sorprendido al momento del encuentro, que obviamente fue a ciegas para ambos, a menos que haya querido exhibir su talento como actor, pudo haberle creído hasta escuchar esa sencilla frase: “amigo mío”.

-“Mal, Alfred~, estropeaste tu actuación”- se decía mentalmente, entre suaves risas.

¿Amigo? Vaya que mentira más grande, pero era divertido escucharla, le convencía que la distancia entre ellos seguía siendo enorme; no había espacio para la amistad. De todas formas era conveniente tenerle cerca, así resultaba más fácil vigilarlo, pues no era confianza precisamente lo que le causaba el norteamericano.

Al sentir que el brazo del rubio se pasaba por su hombro, ladeo su cabeza para mirarlo sonriente, tomando la muñeca y tirando de ella en un aparente gesto amigable, aunque con el verdadero propósito de incomodar un poco más la posición en la que encontraba producto de la diferencia de alturas.

-Bien, vamos~, las atracciones nos esperan-dijo mostrando entusiasmo, el lugar le gustaba, ¿por qué habría de no disfrutarlo, independiente de estar en compañía de Alfred? Seguramente al final habría una experiencia graciosa que contar de ello.-Pero si es América quien conoce la perfección el parque..., debería ser él quien me sugiera por donde podríamos partir primero, ¿da?- respondió usando el mismo tono infantil.

Sintió el jalón de su muñeca como un gesto que lo incomodó más allá de lo que hubiera querido admitir. Un rubor repentino e incontrolabe cubrió sus mejillas... ¡Pero simplemente no podía permitir que el ruso le ganara! Todo lo que pasara hoy se convertiría en una pelea implícita entre ambos, y definitivamente Alfred F. Jones no estaba dispuesto a perder.

Osadamente, tomó también la muñeca de Ivan con agarre decidido, y lo acercó más en un abrazo "fraternal", o al menos eso pensó que debía parecer para las personas que volteaban a verlos con extrañeza. Seguro era una escena algo fuera de lo común ver a dos adultos abrazándose de esa forma, pero no que fuera algo de otro mundo. Tomando valor, lo acercó hasta que sus mejillas estuvieron en contacto.

Frío; a pesar del increíble calor que hacía en ese momento, la piel del ruso se sentía fresca y de alguna forma la sensación lo alivió. ¡Vamos, ya de cerca no era tan intimidante! Y a pesar de la inusual temperatura, su piel era suave...

- La montaña rusa. ¡En tu honor desde luego! ¿Qué tal? No me digas que le temes a las alturas, my friend... -

Esperó la respuesta con una sonrisa retadora. Que divertido sería que en efecto, el ruso le temiera a ese tipo de cosas. A él desde luego le encantaban. Justo acababa de aprobar la construcción de un parque con las mejores montañas rusas que desafiaran incluso las leyes de la física... Y de la cordura. Pero en este parque había una típica, de madera y con enormes curvas que se observaban a la distancia. "Que interesante retarte en tu propio juego, camarada" , pensó con malicia el americano.

Podía decir “objetivo cumplido”; había logrado incomodar al norteamericano, una muestra clara e incuestionable de ello era ese sonrojo notorio que ahora lucían sus mejillas. La soberbia sonrisa de triunfo no tardó ni un segundo en ser esbozada por sus labios, aunque sólo duro hasta que el otro jugaba un nuevo movimiento, debió haber supuesto que no se rendiría, por su parte, tampoco pensaba hacerlo. La piel de Alfred se sentía tan cálida, de no haberse tratado precisamente de él…se hubiese quedado así por largo rato.

Rió con suavidad, la gente que iba pasando, miraba extrañada a un par de hombres abrazados en medio de la entrada. Tiró un poco más de su muñeca, mientras uno de sus brazos estrechó el cuerpo del rubio con fuerzas, de habérsele permitido apretaría lo suficiente como para escuchar el crujido de los huesos rotos, pero se trataba de una reunión en pro de mejorar relaciones, no empeorarlas. Se apartó antes que la tentación lo superara.

-¿En mi honor? Me halagas, camarada-respondió tranquilamente. ¿Acaso Alfred lo desafiaba? Posiblemente el gas de la coca-cola se le subió a la cabeza si llegó a pensar que una atracción inofensiva podría asustarle.-Me encantan, la sensación de adrenalina es divertida~- respondió con su voz inocente. No pretendía mostrar signo de alteración ante las provocaciones, ni ahora, ni después. La guerra entre ellos estaba declarada, de un modo indirecto obviamente.-Vamos~, al parecer la fila es larga- tomó su brazo y comenzó a avanzar rápido entre las personas.

Vio una sonrisa en el rostro de su compañero. De alguna forma esto le incomodaba aún más y sentía como si estuviera perdiendo terreno ante el europeo.

De pronto, es sorprendido siendo llevado del brazo. No puede evitar sentir un poco de indignación. ¡¿Se atreven a guiarlo en su parque?! Bueno, en realidad era zona neutral, pero era como si fuera suyo, ¿no? La potencia # 1 del mundo también es el país de las montañas rusas más locas y los juegos fuera de este mundo, así que para nada que se iba a dejar guiar por Ivan.

De tal forma que se suelta, para tomarlo él de la mano y llevar la iniciativa.

- Por ahí no es, Russia - dice con marcado acento americano. Claro que sí era ese el camino, pero no podía dejar que se le adelantara ni que lo guiara. No que no, antes estaba el American Pride.

Tal era hoy la suerte de Alfred, que por el camino por el que guiaba a la nación aliada era justo el camino que nunca debió tomar.

Hacia la Mansión Embrujada.

Cuando era hora de darse cuenta y emprender la retirada, ya era demasiado tarde. Ya estaban ahí, frente a esa espantosa entrada decorada con motivos de Halloween y Alfred no pudo reprimir un gritito de auténtico miedo.

- Ahaha... ahaha... ¿Porqué nos trajiste hasta acá, Rusia? No cabe duda que te perdiste y tienes un maaaal sentido de la orientación. ¡Bueno! Regresemos, y-y-yes? - intenta disimular el temblor que se apodera de su cuerpo.

No era para nada difícil llegar hasta la montaña rusa, si bien no conocía el parque como un experto, sólo bastaba con ver esa enorme atracción y caminar en dirección a ella, no se necesitaba de mayor lógica, cualquiera con dos dedos de frente podía hacerlo sin problemas. Tiró un poco más del brazo de su compañero, apurándolo y chocando con más de alguna persona en el camino. Ansiaba subirse y sentir la adrenalina corriendo por todo el cuerpo. Pero un repentino cambio de roles se lo impidió.

-¿No? Estaba seguro que sí- replicó con voz afable, arqueando una ceja para mirarlo extrañado. Definitivamente el norteamericano lo tomaba por tonto, no, más bien no estaba dispuesto a perder y por lo mismo pretendía tomar el control. Todo era competencia entre ellos, incluso llegar hasta un simple juego, quien arrastraba primero al otro ganaba una batalla. Ahora a él lo guiaban por un camino distinto que lo alejaba de la montaña, pero que lo acercaba a otra cosa con aspecto lúgubre…parecía divertido.

Sería un buen comienzo para iniciar el tour por el parque.

-Fue Alfred quien me trajo hasta la mansión embrujada- dijo con la sonrisita feliz en el rostro y apretó con fuerza su mano, impidiendo cualquier intento por alejarse de ahí en caso que lo estuviese pensando.- Nyet, quiero entrar. La montaña rusa no se va a mover a ningún sitio, puede esperar ¿da?- agregó con un aire de triunfo. Si pudiese grabar al rubio…ya lo hacía en su memoria, temblaba y le recordaba a Letonia, aunque tratase de simularlo, le resultaba imposible de ocultárselo, podía oler el miedo en los demás.- ¿Acaso estás asustado~?-inquirió de forma desafiante.
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;_; Perdón por la demora -hug- pero ahora estoy libre para rolear sin culpa >3<

¿Acaso estás asustado~?

No solo fue la pregunta, sino el tono juguetón y burlesco en que Rusia hablaba lo que lo decidió finalmente. Antes que su miedo, estaba su orgullo americano, y seguramente sus hermanitos llorarían si vieran a su gran hermano mayor Alfred de esta forma, temblando en los brazos de Rusia.

No wait, no en sus brazos sino ¡¡¡argh!!! Se revolvió desesperadamente el cabello para corregir sus patrones de pensamiento y recordar que un héroe lo es SIEMPRE, en las situaciones más desesperadas y cuando lo necesitan, ¡ahí está!

¡Por sus hermanitos! ¡Por todo lo que es bueno y vale la pena luchar en este mundo! FREEDOM!


Alfred F. Jones se dispone a entrar a la Casa del Terror. Con RUSIA.

- ¡AJAJAJA! ¿Así que ya nos podemos llamar de nombres, Iván? - Dice tratando de parecer casual y cool, pero las lágrimas salen de la comisura de sus ojos, su boca se curva nerviosamente y la mano tiembla mientras toma el brazo de su compañero y comienza a caminar a grandes pasos hacia la entrada.

- ¡¡¡Vayaaaa~e~amos entonces, entremos YEAH!!! Queeeeea~eaaeeee aún nos espera mucha diversión - dice con una cara que parece que en cualquier momento colapsará.