Un encuentro furtivo (Privado (¿Advertencia?)

(Ya ahora sí.... sin miedo a nada... perdón, sin peligro de nada)

Buscaba algunos documentos en la biblioteca sobre su infancia, cuando estaba solo en el mar. Ya no recordaba mucho de ello, y negándo a creer la leyenda que decía que había nacido de los Dioses, tomó la vía histórica.
-Mis primeros habitantes fueron los ainu...- asimilé.- Como fueron los etruscos de Roma y los Helénicos de...
Heracles-san... ¿donde estaría ahora?

Japón... -susurró débilmente Heracles, varios metros detrás de él, los suficientes para no ser visto y arruinar la atmósfera tan tranquila que Kiku solía formar siempre donde estaba.

Verle de esa manera, era algo que siempre había fascinado al griego, solo que nunca se lo confesaría. Se conformaba con tenerle cerca, disfrutar de su compañía, protegerlo de todos, como aquel molesto turco que sabia de antemano, no tenía buenas intenciones, jamás las tenía.

-Heracles-san
Volteó a verlo, así de repente, fijándose en que no traía ninguno de sus gatos.
-Que bueno que viniste- le dijo sonriendo.

Ladeó su cabeza, mirándolo a los ojos. Le encantaba verse reflejado en esas orbes oscuras que adoraba, que lo hacían perderse en un espiral de pensamientos extraños, nunca había conocido a alguien igual a él, era único.

Se preguntaba si sería correcto acercarse, pero al ver que le sonreía se dió valor y se acercó hasta quedar a su lado.

-Es raro verte por estas tierras Japón... qué te ha traído hasta aqui? - Heracles arrastró cada palabra con pereza, mirando furtivamente a Kiku

-Estaba buscando mis inicios... es bueno recordar de vez en cuando eso. Y- apartó un poco la vista- Quería verte.
Le gustaban los ojos verdes del griego pero esa pequeña declaración le costaba tanto que prefería apartar la vista.

Heracles alzó la cabeza algo confundido, sin perder el contacto visual.

"Quería verte"

Analizó la situación con calma, talvez solo era su imaginación, pero le costaba creer que el japonés solo estuviera en este lugar para verlo, no creía tener tan buena suerte, además del hecho de que kiku portaba su uniforme de batalla tan característico (y que en su opinión le quedaba tan bien).

Lo miró de arriba a abajo, en busca de su katana o algo sospechoso, talvez estaba paranoico pero no debía de bajar la guardia, aunque se tratase de la persona a la que más quería seguía siendo parte del bando contrario y podían tomarlo como prisionero, como alguna vez hicieron sus compañeros con el italiano.

Se llevó una mano detrás de su nuca, avergonzado. Ya había tomado una decisión, si el japonés tenía planes de llevarlo como rehén, no iba a poner resistencia, le daba igual la estúpida guerra.

-También quería verte... desde la última vez que estuviste conmigo me he sentido tan solo.

-Hace ya mucho....- notó como le miraba el otro, como buscando sus armas.- Sé que es una guerra pero no vengo armado, de hecho esperaba encontrarte aquí porque en cualquier otro lado creerían tus compañeros que quiero tomarte como prisionero o viceversa.
¿Estaría bien que le sucediera ese sentimiento con el ojiverde, quien se suponía debería ser su enemigo?

Heracles no se sorprendió por la respuesta de Kiku, mucho menos por el hecho de haberse visto descubierto. Si es verdad lo que dice, no los van a molestar. Se permitió relajarse, daba igual si era su enemigo o no, él no se consideraba parte de los aliados, más bien sólo prestaba parte de su territorio para que no lo molestaran.

-No te preocupes por "mis compañeros", están bastante ocupados en otros asuntos... y ahora estás conmigo... nada te pasará... -tomó su mano, estrechándola con la suya para brindarle mayor confianza. Le gustaba el contacto con su piel, era suave y cálida.

Ahora que estaban juntos, después de tanto tiempo no pensaría en nada más que en este momento.

Se sorprendió cuando sintió al griego tomarle la mano, eso era para él algo extraño, en parte por su cultura.
-Eh...- se quedó sin ninguna palabra para responder, solo una sonrisa- Gracias.

-Me gusta cuando sonríes... podrias hacerlo mas seguido? -levantó su mano, acto seguido tomó su mentón brindándole una sonrisa llena de cariño, no pudo evitar pensar cómo se vería con unas lindas orejas de gato.

Acortó más la distancia entre ambos, observando los movimientos del japonés. Sabía que Kiku se alejaría inmediatamente, pero valía la pena intentarlo.

Se sorprendió con ese comentario por parte del griego pero eso también lo hacía felíz. Era extraño como actuaba, al menos para él.
Aunque ese movimiento de tomar su mentón y acercarse lo puso en cierto estado de alerta, sabiendo qué significaba.
-Heracles-san.- apenas atinó a decir retirándose un poco.- Ai... dai....
No sabía ni qué mencionar.

(Ai= aishiteru -Te amo-. Dai= daisuki -me gustas-)

Heracles rió suavemente, cerca de su oído -si, ya se había acercado mucho- se queda allí, sin hacer ningún movimiento, esperando que Kiku tampoco se retirara, le gustaba sentirlo cerca suyo y había esperado por esto pacientemente.

-¿Quieres que me aleje? -susurró cerca de su oído, arrastraba las palabras con algo de temor.

Heracles recostó la cabeza en el hombro de Kiku, dejándose embriagar por las emociones que le producía el japonés.

Quiso creer que de alguna forma le correspondía de la misma forma.

-No...- le dijo suavemente, dejando que se recargara en su hombro, sintiéndose muy felíz, como hacía mucho que no le pasaba.- Quédate así cerca.
Tuvo que reunir valor, olvidar por un momento el hecho de que tuvieran que ser enemigos... y sobre todo la cuestión de que eso para su cultura no estuviera bien -pero para la de Heracles sí y desde siempre- y animarse a decirlo.
Pero en ese momento no. Estaban bien así

Lo atrajo hacia él en un cálido abrazo, estrechándolo con fuerza. Se negaba a aceptar su posición en esta guerra, pero una muy pequeña parte de él seguía viendo al japonés como enemigo, claro que como siempre decide ignorarla, es simple instinto de guerra.

Bajó su cabeza hasta el pecho de Kiku, escuchando los suaves latidos de su corazón.

-¿Dime Japón... que sientes al estar conmigo? ¿crees que esto deba estar bien? -hizo una pausa antes de continuar- ¿te importa tanto como a los demas?

Una idea cruzó su cabeza, se horrorizó de inmediato

-¿Si ellos te lo pidieran... si para ganar la guerra tendrías que matarme... lo harias?

Sintió el abrazo, era como estar protegido de todo en ese espacio.
-Ore...
Se detuvo un momento a pensarlo. Lo sabía, pensaba cada una de sus palabras.
Si para ganar la guerra tuviera que matarlo ¿Lo haría?
-No. No te haría daño, Heracles-san. Porque... tú...- suspiró- Yo te quiero mucho.

Heracles se incorporó hasta quedar frente a Kiku, hundiéndose en su mirada... buscaba la mentira en ellos pero no parecía encontrarla. Se acercó más, juntándose ambas frentes, rozandose ambas narices con delicadeza.

Tomó su rostro con ambas manos, delineando el contorno de su mandíbula, era tan delicada como todo en él...

Besó ambas mejillas, saboreando la textura de su piel. Volvió a caer dentro de sus orbes oscuras, antes de atreverse a besar aquellos labios que siempre parecen llamarlo. Todo fué suave, paciente, cada movimiento que realizaba Heracles estaba pensado en su japonés, en hacerlo sentir cómodo.

Lamió todo el contorno de sus labios, degustándolos... juraba que nunca iba a olvidar este momento. Posó sus manos en su pequeña cintura y finalmente -gracias!- le besó, ligeros roces, intentando que Kiku reaccionara y entreabriera sus labios para poder seguir con su conquista sobre tierra virgen

Heracles tenía la vaga sensación de que nadie había estado allí antes, talvez solo fue una idea.

Era la primera vez que alguien lo besaba de ese modo, con tanta ternura, sabía que cada mirada buscaba una mentira, era dificil creerlo pero esa era la verdad.
Respondió a los besos, hasta que finalmente entreabrió un poco los labios, como esperando algo más, sin saber qué era.

Heracles entra con suavidad en su boca, lentamente, memorizando cada sabor y textura. Estrechó aun más a Japón entre sus brazos, teniendo cuidado de no hacerle el daño suficiente.

Exploró a sus anchas todo su territorio, jugueteando con sus lenguas... No quería ir más allá pues solo lograría asustar al oriental y tan sólo pensar que se fuera de su lado lo ponía muy triste.

El beso duró cerca de los 5 minutos, aunque para el griego el tiempo había pasado demasiado lento. Se separó de Japón, sus labios estaban rojos y respiraba agitadamente. Tenía un leve toque carmesí en sus mejillas.

Estaba callado, esperando por la reacción del japonés, ya había pensado en lo que le pudiera decir, y se sentía preparado.

Por su parte el japonés había saboreado cada momento, no era algo que imaginara que alguna vez le fuera a pasar, pero así había sido y ahora estaba realmente felíz.
Se separó preguntándose cuanto tiempo habían pasado así, abrió un poco los ojos esperando encontrarse con los ojos verde olivo del griego.
-No me rompo, Heracles... no contigo.- le dijo susurrando.

-Lo siento tanto... no puedo... evitarlo...

Lo volvió a abrazar, apretándolo contra su cuerpo como si se tratara de algo muy preciado.

S'agapo...Kiku... -dijo casi susurrando, hablando con su alma.

¿Porqué se sentia tan miserable?... ¿Tan egoista?

Todo su corazón se encontraba alojado en su garganta, latiendo con fuerza intentaba escapar y morir en el exterior, como un pez fuera del agua. Nunca se había sentido tan vulnerable como en este momento.

Al sentirse estrechado de ese modo no pudo evitar poner atención en el latido del corazón de él. Sonaba mas violento.
-Aishiteru...- le respondió también cerrando los ojos en esa tranquilidad.

Se separó de él y volvió a besar sus labios, fue tan sólo un ligero roce entre ambos. Siguió su camino por todo su rostro, lamiendo y descendiendo hasta su cuello, donde depositó suaves besos, causandole cosquillas al japonés.

El tiempo había pasado y estaba oscureciendo, la temperatura descendía con el llegar de la noche. Ya se escuchaba el maullar de los gatos, invocando la noche

-Solo espero no quedarnos atrapados en este pequeño lugar... -un gato apareció encima de su hombro, mirando al japonés.

Se dejó hacer el tiempo que duraron así, aunque para él era difícil esa entrega habiendo toda su vida preferido el encierro.
Pero cuando oyó los gatos tomó cuenta de la realidad.
-Antes de cerrar se supone que tienen que ver que no haya nadie- le respondió, mirando el gato y acariciándolo con cariño.
Estaban en lo mas oculto de la biblioteca, pocos iban por esa zona ¿acaso por eso no revisaban o no habían querido interrumpirlos?

-Me parece muy extraño... -cerró los ojos mientras comenzaba a hablar- ...cuando entré aquí... no había nadie, por eso dudé un poco en entrar...

Se sentó encima de la mesa y se llevó una mano al mentón, dubitativo. El gatito que estaba encima de su cabeza se deslizó hasta su hombro, quedando colgado de las garras, era una escena bastante graciosa.

-Creo... que iré a echar un vistazo, espérame aqui -tomó al gato y lo pegó al pecho de kiku, el gatito se adhería con facilidad.

Se levantó de allí, y se marchó por el enorme laberinto de libros, desapareciendo en las sombras.

No quería que se fuera pero sería algo vergonzoso quedar ambos solos entre libros toda la noche.
Notó como el gato se le adhería y se le acomodaba entre los brazos, lo acarició para al menos no pensar por un momento en tres palabras
SOLOS-NOCHE-HERACLES.
Y su mente ya se había encargado de unirlas de un modo que lo sonrojó.