Reencuentro con la pesadilla de Alaska [Privado] [Advertencia...? >_<)

Se veía nervioso, dudando en aceptar el ofrecimiento, pese a haber dicho que estaba de acuerdo, no sonaba seguro, aunque no le importaba demasiado de todos modos, pues podía hacer todo lo que quería sabiendo que el otro no tendría el suficiente valor para detenerlo.

Rompió nuevamente la corta distancia lamiendo la pequeña herida y retirando la sangre que había en sus labios producto de una mordida, que esta vez no era él quien lo había provocado. Tomó la botella de vodka y sin ningún tipo de sutileza bebió directo de ella, al instante la dejó en el escritorio, tomó el rostro de Alaska y lo besó compartiendo su preciado aguardiente, había encontrado aburrido servirlo en un vaso, por lo que prefirió hacerlo de una forma diferente.

Se sonrojó al notar la lengua del mayor pasar por sus labios, limpiando la sangre que emanaba de ellos. No tuvo tiempo de reaccionar cuando Russia tomó del vodka y le volvió a besar. Un fragante sabor le envolvió y, inconscientemente, fue obligado a besarle, saboreando el sabor del alcohol directamente la boca del ruso, acariciando su rubio cabello cerca de su oreja.

Le siguió besando, disfrutando de ese sabor todo lo posible, con los ojos cerrados, casi desesperado.

El beso continuaba a un ritmo intenso, aunque ya no quedara alcohol en sus bocas, más que el sabor a vodka que todavía permanecía en ellas, haciendo que fuese como algo vicioso que no quería dejar, definitivamente, le había agradado esa forma de compartirlo. Lentamente se alejó a una corta distancia, deslizando su lengua nuevamente por los labios de Alaska.

Recorrió su cintura con las manos, acariciando sus piernas hasta situarlas en sus caderas, obligándolo a rozarse contra su cuerpo. Comenzó a quitar con violencia las ropas del otro, ansioso, partió sin suavidad mordiendo sus hombros desnudos, dejó pequeñas heridas, que prácticamente eran insignificante si se comparaban con las que había dejado en el pasado.

Alaska emitió un débil gemido al notar que Russia se separaba de él. Volvió a emitir un suave gemido cuando notó la lengua de Russia pasar por sus labios, el chico saboreó el leve sabor a vodka que quedaba aun en la lengua del ruso.

Sintió las manos de Russia en su cintura, y poco después, como le atraía hacia él. No supo bien que pasó, solo que de repente sus ropas empezaron a ser forcejeadas y retiradas de su cuerpo violentamente. Sintió los dientes del ruso morder sus hombros, haciendole sentir un leve dolor, pero nada en comparación de las profundas heridas que tenía de su pasado.

Alaska, con un rojo rubor adornando su pálida piel, empezó a desabrochar el abrigo del mayor, queriendo tocar algo más de aquel frío ruso, con algo de temor. Nunca le había tenido mucha confianza, y ahora menos, pero necesitaba tocar su piel, casi como una adicción. Una punzada de temor le cruzó el pecho. Las viejas cicatrices le empezaron a doler.

Notó como comenzaba a desabrochar su largo abrigo con algo de miedo, al menos eso le parecía. No quería dejarle todo el trabajo y por eso se encargó de ayudarle a deshacerse de esa molesta prenda. Ahora dejaba que el otro se ocupara de lo que quedaba.

Regresó a su actividad anterior, besó una a una las heridas rojizas que dejó repartidas sobre su hombro, acomodándose en él, escondió el rostro en su cuello, lamiendo su piel y queriendo escuchar más de esos leves gemidos.

Se mantenía recargado en su hombro, con sus labios juntos a su cuello, pero ahora eran sus manos las que acariciaban nuevamente su espalda, delineando casi como un suave roce cada una de las viejas cicatrices, muchas dejadas por él. Una idea sádica se cruzaba de forma fugaz por su mente… ¿y si se encargaba de abrir las viejas heridas? -literalmente-. Sonrió ante el retorcido pensamiento, presionando uno de sus dedos contra una de las cicatrices.

Entendió la indirecta del mayor y empezó a retirar poco a poco el resto de prendas del ruso, con vergüenza y miedo a la vez, a veces sus dedos fallaban, pero volvía al reto de quitar la ropa del otro mientras intenta reprimir, sin éxito, los gemidos causados al notar la húmeda lengua sobre su piel y los besos de las heridas de su hombro.

Reprimió un suspiro al volver a notar las caricias en su espalda, recuerdos amargos venían con cada roce a su cicatriz, su mente era inundada por aquellos traumas viejos, como la vez en que le había quemado la espalda con hierros al rojo vivo, aquella cicatriz descansaba en la parte inferior de su espalda, pero prefirió no recordarlo.

Una punzada de dolor recordado, sin sentirlo realmente, le atravesó al notar el tacto en una de las cicatrices más viejas aunque dolorosas, haciendo que más recuerdos amargos le pertubasen, pero los alejó con una sacudida de cabeza.

Siguió quitándole una a una, con nerviosismo, las prendas de ropa de Russia, intentando concentrarse en ello, aunque cada tacto del mayor le distraía un poco de su tarea. Sintió la gran necesidad de saborear nuevamente la boca del rubio, aunque tragó saliva para poder concentrarse en quitar las prendas.

Una suave risa escapó de sus labios cuando vio como intentaba quitar sus ropas con torpeza, aquellos dedos temblaban al hacerlo, mientras se dedicaba a esperar que las prendas desapareciesen de su cuerpo. Al notar que ya no podía reprimir los gemidos, siguió mordiendo su cuello y rasguñó la cicatriz que antes acariciaba, no con la suficiente fuerza para abrir la vieja herida como pensaba hace unos segundos, pero sabía que eso bastaría para recordarle por qué y cómo había quedado esa marca grabada permanentemente en su piel.

-No recordaba que fuesen tantas…- dijo en voz baja al recorrer la extensión de su espalda con una de las manos, palpando varias cicatrices de paso. Se preguntaba en que momento las había dejado, pero no encontraba una respuesta concreta.

Se alejó de su cuello para observarlo con una sonrisa de satisfacción, antes de atacar su boca que besó con las mismas ansias anteriores, a ratos mordiendo sus labios, inmerso un contacto rudo que se hacía sofocante a medida que perdía el aire. Adentró su lengua para explorar ese acogedor y tibio espacio cerrando los ojos para concentrase en disfrutar más de la mezcla de sensaciones.

En lo que el beso continuaba, pasó de acariciar su espalda, a su pecho, sintiendo el apresurado ritmo de los latidos del corazón, bajando por su vientre se encontró con el pantalón que significaba un estorbo más, como toda prenda de ropa en ese tipo de situación.

Cerró los ojos con fuerza al oír esa frase, mientras se deshacía de la camiseta del mayor, él si las recordaba, una a una como se habían formado sus cicatrices, en el fondo, aun le dolían.

-Lo son...-contestó, en un susurro, con la voz ahogada.

Desvió la mirada cuando el mayor se alejó un poco, pero luego sintió nuevamente sus labios, notando pequeñas mordidas. Cerró los ojos nuevamente, esta vez para disfrutar del goce de aquel contacto físico que parecía tan frío, pero en el fondo acogía calor.

Por mientras, él arañaba débilmente la nuca de Rusia, acariciando sus hombros y su pecho, ahora ya libre de ropa. Su contacto, frío y cálido, hacía que fluyesen pensamientos... ¿incoherentes? por su cabeza.

Lo invadió un ligero cosquilleo cuando el menor rasguñaba sutilmente su nuca mientras ambos se besaban, al igual que cuando tocaba sus hombros y su pecho con libertad, simplemente lo dejaba; el contacto de esos dedos suaves contra su piel le parecía agradable.

Presionó el miembro del menor, friccionándolo sobre la tela del pantalón, podía sentir como se endurecía a medida que lo iba acariciando.
Desabrochó el botón del pantalón para que fuese más fácil introducir su mano y deslizarla por la extensión de su sexo lentamente, la temperatura de su cuerpo aumentaba y se convertía en una forma de compartir calor.

-Dime, ¿cómo se siente?- preguntó despacio en su oído y lamió una gotita de sudor que corría por una de sus mejillas.

Se estremeció al notar el contacto de la mano fría del mayor, sonrojándose notablemente. Un gemido se escapó de entre sus labios al notar como su mano se desplazaba. El miedo a parecer demasiado débil le llevó a morderse el labio fuertemente. Oyó la voz del ruso en su oído y al sentir la lengua del mayor en su mejilla se le murió la voz durante unos momentos, cuando logró hablar, la voz le salió en un susurro.

-B... Bien... -Miró a Rusia con una mirada de ruego, estremecido por el placer.

La voz del menor parecía estar atrapada en su garganta, debía admitirse que le había hecho esa tonta pregunta sólo para escucharlo hablar entrecortado. Apenas escapaba de sus labios en un susurro débil, casi inaudible una simple palabra: “bien”. Complementado con una mirada suplicante que no le fue difícil reconocer, le gustaba verlo así, estremecido.

Depositó un beso corto sobre su boca, acariciándolo sin mayor apuro, como si tuviese todo el tiempo del mundo para ello. Obligó a que se levantase de sus piernas para poder bajarle el pantalón con facilidad, aprovechó también de quitar el suyo e hizo que nuevamente se sentase sobre él, adueñándose de sus labios.

Notó la cara acalorada con cada caricia, y arder cuando sus pantalones fueron retirados. Soltó el aire, que inconscientemente había acumulado, en un extraño suspiro antes de devolverle el beso al ruso apasionadamente.

Sintió como de repente se resbalaba, poco a poco, de las piernas del ruso. Se sujetó de él, aun así, cayó al suelo, sin saber si el mayor había caído con él o no, el golpe le había desorientado. Se sintió bastante ridículo ya avergonzado. De repente, una imagen que pasó por su mente le hizo ruborizarse, Rusia-sama encima suyo, sin escapatoria... Algo en su interior se agitó, pero, ante solo la visión en su imaginación de aquella escena, algo de miedo recorrió su cuerpo... Sin saber muy bien por qué.

-Auch...-gimió del dolor del golpe.

Fue una situación bastante cómica e inesperada, justo ocurrió en ese instante que se deleitaba explorando su boca, pensó en guiar las manos que sujetaban su rostro a su cintura, pero no alcanzó a evitar que el otro cayese de sus piernas y de paso arrastrándolo cuando intentó afirmarse. Hizo lo posible por no caer completamente encima, sus rápidos reflejos lo obligaron a apoyar ambas manos en al suelo a los costados del cuerpo del menor, quedando de todas formas sobre él, sintiéndose aún más imponente de lo que era.

Lo observaba divertido, notando que estaba avergonzado y con las mejillas rojas, pero no fue hasta que escucho un quejido escapar de los labios ajenos para comenzar a reírse de lo ridículo que había sido todo, luego de al menos, medio minuto, trató de contener la risa que escapaba de vez en cuando espontáneamente de su control.

-Dime~ ¿dónde te duele?-preguntó con voz juguetona, presionando su rodilla contra la entrepierna desnuda de Alaska.

Tenía ganas de desaparecer del mundo, que la tierra le tragase, sus mejillas se tiñeron de rojo carmín intenso, sobretodo al escuchar la risa del ruso, infló un poco las mejillas cuando se le escapaba alguna risa, pero no dijo nada, seguía avergonzado. Aquella situación le había parecido bien extraña y vergonzosa para él.

Aun así, su corazón latía fuertemente por la posición, se sentía aun más indefenso al estar debajo del mayor de es manera, escondió sus ojos tras su pelo como pudo.

-H-Humm... Me he dado en la cabeza... -dijo en un susurro, casi sin terminar la frase, ya que ahogó un leve gemido cuando notó la presión en su entrepierna.

Entrecerró los ojos, aun algo avergonzado y no dejó de repetir para sus adentro la frase "quiero desaparecer", luego, buscó valor en sí mismo para mirar los violáceos ojos de Rusia, cuando los encontró, no aguantó mucho su mirada, volvió a bajarla y quedó con un leve temblor de nervios.

Parecía indefenso estando bajo su cuerpo, cohibido, temblaba, pero nunca tanto como Letonia, incluso por un momento le llegó a causar cierta ternura. Lo miró con un aire comprensivo y al escuchar que el mayor resentimiento de la caída se lo había llevado su cabeza, le acarició, notando que los ojos de Alaska se encontraban con los suyos por unos segundos, antes de volver a agachar aquella mirada sumisa.

-Eres un poco torpe- dijo divertido, acercándose a rozar sus labios, pero sin besarlo todavía.

No pudo resistir a reír nuevamente, causando que probablemente el otro se avergonzase más y eso quería, en especial porque sus tersas mejillas conservarían el bonito color rojizo.

Volvió a friccionar la entrepierna del chico con su rodilla, mientras rompía la corta distancia para apoderarse de su boca, lamiéndole los labios como si pidiese el ingreso a ella.

El rojo de sus mejillas se intensificó fuertemente al escuchar la risa del mayor. Parecía una risa sincera, no forzada, eso mismo le hizo sonrojarse aun más, se mordió el labio levemente cuando notó de nuevo la fricción en su entrepierna, ahogando un gemido. Poco después, sintió la lengua fría del ruso lamiendole los labios, inconscientemente, los entreabrió un poco.

Sin poder resistirlo más, el pequeño Eric se adueñó, aunque fuese durante un momento, de los labios del mayor. Percibió un leve sabor a vodka que resistía en la boca del ruso en su beso.

El menor entreabrió sus labios, dándole un acceso fácil para introducir su lengua en la tibia boca, aunque no fue una invasión muy larga, ya que al notar que por un momento parecía tomar un poco de iniciativa le dio, sin problema alguno, el acceso a explorar la suya. En cuanto duraba el beso, aprovechó de usar su mano para recorrer una de las piernas, hasta llegar a la zona que su rodilla aún presionaba, acariciándolo nuevamente.

Rompió el contacto entre sus labios y con una sonrisa juguetona, comenzó a bajar por su cuello, trazando un sendero de besos y mordidas. También por su pecho, prestándole atención a uno de los pezones que mordió cariñosamente y la misma acción repitió con el otro. Siguió el camino por su vientre, acercándose con lentitud a su erección.

Ahogó un gemido en su garganta al notar el nuevo contacto en su sexo, el sonrojo de su cara aumentó aun más. Sudaba, ya acalorado.

Dejó que un suspiro saliese de su boca al ver que los fríos labios del ruso se separaban de él y bajaban poco a poco. Se mordió los labios cuando éste le mordió cariñosamente cada uno de los pezones y al sentir que seguía bajando hasta llegar hacia su cintura.

Notó como sus regiones vitales se endurecían levemente al estar el mayor tan cerca de ellas, poniéndose bastante más sensible, algo nervioso por ser su primera vez.

Le gustaba ver como el cuerpo del menor reaccionaba ante cada contacto y el calor aumentaba, mientras se iba acercando a su entrepierna. Situó sus manos a los costados de sus caderas y la escasa distancia terminó por romperse, atrapó su erección con los labios, apretándola con suavidad, deslizó su lengua por la extensión haciendo pequeñas pausas para hacer más lenta y prologar la caricia.

Sus manos descendían desde sus caderas por sus piernas, deteniéndose ahí, sosteniéndolas y forzando a que las abriese, así podría, para vergüenza del otro, observar mejor hasta el último rincón de su cuerpo.

Le recorrió un fuerte escalofrío. Al sentir el contacto del mayor en su región vital, un gran sonrojo le recorrió y se mordió el labio fuertemente, nervioso, aquello hacía que su erección creciese poco a poco, le dolía levemente.

Hizo lo posible para resistirse a que el mayor le abriese las piernas, pero no pudo durar mucho tiempo bajo el mayor y acabó cediendo poco a poco, sin duda, era mucho más débil.

La vergüenza se apoderó de él, y desvió la mirada, con nerviosismo y timidez, aquel ruso le hacía sentir bastante más inferior.

Ninguna de los pobres intentos por resistirse funcionaría con él, se situó entre sus piernas, la distancia entre su boca y esa “región vital” desapareció, lamió su erección con lentitud, quería que se estremeciese, hacerle sentir que aquello que podía parecer agradable, también podía resultar como casi un suplicio.

Si bien no podía observar su rostro, era fácil imaginarlo, sonrojado y una expresión de vergüenza en él, que difícilmente cambiaria, más cuando llevó los dedos hasta su entrada y sin esperar un segundo, lo introdujo, pensando en que el otro, por lo menos, debería agradecerle por tomarse el tiempo de prepararlo para lo siguiente.

-Eric~ ¿has hecho esto antes?- preguntó con curiosidad al separar sus labios de la sensible zona que se ocupaba de atender.

El pequeño se estremeció fuertemente cuando el mayor continuó y, luego, cuando sintió el dedo del otro en su interior, se mordió fuertemente el labio.

Su rostro, tal y como había imaginado Ivan, estaba rojo y avergonzado, además de los ojos algo llorosos.

-**Por mi gente...** -pensó.

Sus pensamientos fueron desviados por la pregunta del ruso.

-N-No... -dijo, avergonzado.

Nunca en su vida, había tenido si quiera una novia ni un novio, ni amigos casi, menos iba a tener sexo con nadie.

Adentró más los dedos en su cuerpo y no pasaron más de unos pocos segundos, antes de sumar otro dedo más a tal invasión, sintiendo la estrechez envolvente de aquella zona. En ese instante acercó los labios a su rostro, quitando con ellos las lágrimas que se asomaban de los ojos del menor y amenazaban con bajar por sus mejillas.

-Awww, ¿enserio?- preguntó casi con asombro- Si es así, quizás podría ser considerado contigo- susurró en su oído con amabilidad, mordiéndolo. Aunque de todos modos, pensaba que si lo estaba siendo, más ahora que tendría el honor de arrebatar cualquier rastro de pureza que hubiese en el otro.

Buscó su boca para robarle un beso corto, que al final de su escasa duración, terminó por atrapar cariñosamente con los dientes su labio inferior.

Otra lágrima se asomó por su cara al sentir como era penetrado aun más por los dedos del mayor, un suspiró escapó por su boca, que fue cortado por el corto beso y consecuentemente sintió el tacto de los dientes del ruso en su labio.

El sonrojo cubría sus mejillas, el pelo rubio estaba desordenado, y sus ojos azules miraban a otro lado, sin atreverse a presenciar, por así decirlo, la escena.

-S-Sí... -susurró, tembloroso- ¿C-Considerado...? -no quiso buscarle el significado a aquella palabra.

-Sí, Eric, sólo porque es tu primera vez, te estoy preparando- dijo con voz dulce, limpiando con una de sus manos las lágrimas que nuevamente hacían su aparición.- …A menos te guste el dolor y quieras lo contrario-agregó con una sonrisa sugerente, besando su mejilla.

Movió un poco más los dedos, siguiendo un ritmo constante, lo hizo hasta sentir que el cuerpo del menor se acostumbraba a ellos, añadió finalmente un tercer intruso, que con más dificultad que antes, se abría paso en su interior.

-Quiero tu calor…- dijo sin retirar los dedos de ese espacio tan tibio y estrecho.

Muchas veces parecía que el frío lo seguía como su sombra, aunque ya se había acostumbrado a él, además sus largas y abrigadas ropas le ayudaban bastante a soportarlo, pero no se podía comparar con el llamado “calor humano”, ese que siempre encontraba en los otros.