Reencuentro con la pesadilla de Alaska [Privado] [Advertencia...? >_<)

Observó el rostro del menor, había cerrado sus ojos y la expresión de dolor no desaparecía, usando la mano que tenía libre sujetó su barbilla y le besó brevemente en los labios. Decidió retirar los dedos de su cuerpo al sentir que su estrecho interior cedía la presión que ejercía sobre estos intrusos.

-Supongo que así estará bien- susurró para si mismo, sujetando las caderas del otro chico, entró en él, abriéndose paso en su interior con lentitud y cuidando de no ser muy brusco, o al menos eso intentaba, le había dicho que sería considerado por ser su primera vez y pensaba cumplirlo, por lo mismo, le gustaba saber que aunque quisiera, jamás podría olvidar que “fue uno con Rusia”.

Retuvo la respiración al notar en su interior al ruso. Sus ojos se llenaron de lágrimas aun más, notando el dolor que le producía. Eso parecía masoquismo, ya que, muy en el fondo de él, le gustaba. El sonrojo en su cara se acentuó, y sus ojos lagrimearon. Intentó huir de aquella situación mentalmente, pensando en otra cosa, pero no lo consiguió.

-Hu-Hurt... -gimió en voz baja, en inglés.

Cerró los ojos con aun más fuerza, mientras era dominado, aun más, por el mayor.

Acarició una de sus tersas mejillas húmeda por las lágrimas y teñida de rojo. Parecía no acostumbrarse a la presencia de un nuevo invasor, sus ojos llorosos y su rostro en general le expresaban dolor. Al contrario del menor, se sentía increíblemente bien, el interior de su cuerpo era estrecho y de cierta manera, acogedor.

-Ya pasará…-respondió suavemente, con voz comprensiva en su oído, apretándolo con los labios-…y verás que se siente bien-finalizó con la sonrisa amable que habitualmente se podía apreciar en él, comenzando a moverse con lentitud.

Lagrimeó un poco más, resistiéndose como podía a llorar, intentando suprimir mentalmente el dolor que sentía. Pero no podía evitar que los gemidos saliesen de su boca, como si fuese un perro herido.

-¿P... Pasará...? -Después de eso, seguro que no podría sentarse...

¿Qué se sentiría bien...? ... Había oído que así era, pero nunca había pasado por nada similar, así que no sabía.

Clavó sus celestes ojos en los violeta de su superior, viendo la -escalofriante- sonrisa del ruso, en cierto modo le tranquilizó, pero también le alteró un poco. Comenzó a sentir movimiento, y disminuyó sus gemidos cuanto pudo, era tarde, pero quería intentar no aparentar ser tan débil.

Esta vez no se preocupó de apartar las nuevas lágrimas que se asomaban de los ojos del menor. Aquellos gemidos lastimeros entraban por sus oídos y no dejaban de parecerle maravillosos, junto a su rostro que expresaba dolor, se veía lindo así.

-Te sienta el dolor, Eric- dijo con una sonrisa más sádica que amable, besando su mejilla y después en busca de sus labios, de los que se adueñó sin mayor cuidado, invadiendo su boca y robándole hasta el último resto de aire.

Situó ambas manos a los costados de sus caderas, embistiendo con un poco más de fuerza y una mayor frecuencia contra ese cuerpo de aspecto frágil, suspirando y dejando escapar más de algún leve jadeo. Miró directamente a los ojos celestes del otro y sin dejar de sonreírle, apartó una de sus manos para guiarla a su entrepierna.

El pequeño Eric intentó evitar un gran gemido cuando el mayor aumentó la frecuencia y la fuerza de las embestidas contra su cuerpo, sin éxito. Sus lágrimas caían por su cara. Quería estar lejos de allí, escapar de alguna manera, pero no podía, de ninguna manera.

La sonrisa del ruso le daba escalofríos, muchos, demasiados, le daba miedo, sabía de lo que era capaz.

-Hurt it... -susurró casi sin ser oído.

Más de un gemido escapó de sus labios mientras las embestidas seguían, no solo recibía el placer físico que traía consigo cada movimiento, también estaba el miedo y el dolor que tanto le gustaba percibir en los demás, era un acompañamiento perfecto.

Haría un poco más agradable su primera vez y apretó su entrepierna con la mano que había trasladado a esa zona, acariciándolo para, al menos, mezclar la sensación de dolor y placer que debía estar invadiendo su cuerpo.